domingo, 31 de diciembre de 2017

JESÚS Y FAUSTINA UNIDOS EN LA PASIÓN. Diario de Santa Faustina 13



DIARIO DE SANTA FAUSTINA 13
JESÚS Y FAUSTINA UNIDOS EN LA PASIÓN

En los últimos días de carnaval, mientras celebraba la Hora Santa, vi al Señor Jesús sufriendo la flagelación.  ¡Oh, que suplicio inimaginable!  ¡Cuán terriblemente sufrió Jesús durante la flagelación!  Oh pobres pecadores, ¿cómo se encontrarán el día del juicio, con este Jesús a quien ahora están torturando tanto?  Su Sangre fluyó sobre el suelo y en algunos puntos la carne empezó a separarse.  Y vi en la espalda algunos de sus huesos descarnados… Jesús emitía un gemido silencioso y un suspiro.

Después de la Santa Comunión oí la voz:  Hija Mía, mira hacia el abismo de Mi misericordia y rinde honor y gloria a esta misericordia Mía, y hazlo de este modo: Reúne a todos los pecadores del mundo entero y sumérgelos en el abismo de Mi misericordia.  Deseo darme a las almas, deseo las almas, hija Mía.  El día de Mi Fiesta, la Fiesta de la Misericordia – recorrerás el mundo entero y traerás a las almas desfallecidas a la fuente de Mi misericordia.  Yo las sanaré y las fortificaré.

Oh Jesús mío, ahora procuraré el honor y la gloria de Tu Nombre,  luchando hasta el día en que Tu Mismo me digas: Basta.  A cada alma que me has confiado, oh Jesús, procuraré ayudarla con la oración y el sacrificio, para que Tu gracia pueda obrar en ella.  Oh gran Amante de las almas, oh Jesús mío, Te agradezco por esta gran confianza, ya que Te has dignado confiar estas almas a nuestro cuidado.  Oh días grises de trabajo, para mí no son tan grises en absoluto, porque cada momento me trae nuevas gracias y la oportunidad de hacer el bien.

Jesús me dijo que yo le agradaría más meditando Su dolorosa Pasión, y a través de esta meditación mucha luz fluye sobre mi alma.  Quien quiera aprender la verdadera humildad, medite la Pasión de Jesús.  Cuando medito la Pasión de Jesús, se me aclaran muchas cosas que antes no llegaba a comprender.  Yo quiero parecerme a Ti, oh Jesús, a Ti crucificado, maltratado, humillado.  Oh Jesús, imprime en mi alma y en mi corazón Tu humildad.  Te amo, Jesús, con locura.  Te [amo] anonadado.  Dios Eterno e Inmenso, ¿qué ha hecho de Ti el amor...?

Empecé la Hora Santa con gran dificultad.  Algún anhelo comenzó a desgarrar mi corazón.  Mi mente quedó ofuscada de manera que no lograba entender las formas simples de las plegarias.  Y así pasó una hora de oración o más bien de lucha.  Decidí orar otra hora, pero los sufrimientos interiores aumentaron.  Una gran aridez y un gran disgusto.  Decidí orar durante la tercera hora.  En esa tercera hora de plegaria que decidí hacer arrodillada sin ningún apoyo, mi cuerpo empezó a reclamar un descanso.  Sin embargo yo no cedí nada.  Extendí las manos en forma de cruz y sin pronunciar una palabra, seguí así con un acto de voluntad.  Un momento después me quité el anillo del dedo y pedí a Jesús que mirara ese anillo que es el símbolo de nuestra unión eterna y ofrecí al Señor Jesús los sentimientos del día de los votos perpetuos.  Un momento después sentí  que una ola de amor empezaba a inundar mi corazón.  Un repentino recogimiento del espíritu, el silencio de los sentidos, la presencia de Dios penetró mi alma.  Sé únicamente que estamos Jesús y yo.  Lo vi, bajo la misma apariencia que tenía cuando lo vi en el primer momento después de los votos perpetuos, cuando también hacía la Hora Santa.  Jesús se presentó delante de mí inesperadamente, despojado de las vestiduras, cubierto de llagas en todo el cuerpo, con los ojos llenos de sangre y de lágrimas, la cara desfigurada, cubierta de salivazos.  De repente el Señor me dijo: La esposa debe asemejarse a su Esposo.  Entendí estas palabras en profundidad.  Aquí no hay lugar para ninguna duda.  Mi semejanza a Jesús debe realizarse a través del sufrimiento y la humildad.  Mira lo que ha hecho Conmigo el amor por las almas humanas, hija Mía; en tu corazón encuentro todo lo que Me niega el número tan grande de almas.  Tu corazón es un descanso para Mí.
Sin humildad no podemos agradar a Dios.  Ejercítate en el tercer grado de la humildad, es decir no solamente no recurras a explicaciones y justificaciones cuando te reprochen algo, sino que alégrate de la humillación.
Prepara tu alma a grandes sufrimientos.  Encontrarás desaprobaciones y persecuciones.  Te van a mirar como a una histérica, una extravagante, pero Dios no escatimará Su gracia.  Las verdaderas obras de Dios siempre enfrentan dificultades y se caracterizan por el sufrimiento.  Si Dios quiere realizar algo, tarde o temprano, lo realizará, lo realizará a pesar de las dificultades y tú, mientras tanto, ármate de gran paciencia.

Desde el momento en que empecé a amar el sufrimiento, este mismo dejó de ser sufrimiento para mí.  El sufrimiento es el alimento continuo de mi alma.

A los pies del Señor, Oh Jesús escondido, Amor eterno, Vida nuestra, Divino Insensato que Te has olvidado de Ti Mismo y nos ves solamente a nosotros.  Aún antes de crear el cielo y la tierra, nos llevabas en Tu Corazón.  Oh Amor, oh abismo de Tu humillación, oh misterio de felicidad, ¿por qué es tan pequeño el número de los que Te conocen?  ¿Por qué no encuentras reciprocidad?  Oh Amor Divino, ¿por qué ocultas Tu belleza?  Oh Inconcebible e Infinito, cuanto más Te conozco Te comprendo menos; pero como no alcanzo a comprenderte, comprendo más Tu grandeza.  No envidio el fuego a los serafines, porque en mi corazón tengo depositado un don mayor.  Ellos Te admiran en éxtasis, pero Tu Sangre se une a la mía.  El amor, es el cielo que nos está dado ya aquí en la tierra.  Oh, ¿por qué Te escondes detrás de la fe?  El amor rasga el velo.  No hay velo delante de los ojos de mi alma, porque Tú Mismo me has atraído desde la eternidad al seno de un amor misterioso.  Oh indivisible Trinidad, único Dios, a Ti honor y gloria por todos los siglos.

viernes, 22 de diciembre de 2017

LA MISERICORDIA. Diario de Santa Faustina 12

DIARIO DE SANTA FAUSTINA 12
LA MISERICORDIA
                   Muchas veces nos preguntamos cómo vivir en la práctica, en nuestra vida diaria la misericordia. Creo que estas jaculatorias de Santa Faustina nos pueden ayudar:

Cuantas veces respira mi pecho, cuantas veces late mi corazón, cuantas veces pulsa la sangre en mi cuerpo, esa cantidad por mil, es el número de veces que deseo glorificar Tu misericordia, oh Santísima Trinidad.

Deseo transformarme toda en Tu misericordia y ser un vivo reflejo de Ti, oh Señor.  Que este más grande atributo de Dios, es decir Su insondable misericordia, pase a través de mi corazón al prójimo.

Ayúdame, oh Señor, a que mis ojos sean misericordiosos, para que yo jamás recele o juzgue según las apariencias, sino que busque lo bello en el alma de mi prójimo y acuda a ayudarle.

Ayúdame a que mis oídos sean misericordiosos para que tome en cuenta las necesidades de mi prójimo y no sea indiferente a sus penas y gemidos.

Ayúdame, oh Señor, a que mi lengua sea misericordiosa para que jamás hable negativamente de mis prójimos, sino que tenga una palabra de consuelo y perdón para todos.

Ayúdame, oh Señor, a que mis manos sean misericordiosas y llenas de buenas obras para que sepa hacer sólo el bien a mi prójimo y cargue sobre mí las tareas más difíciles y más penosas.

Ayúdame a que mis pies sean misericordiosos para que siempre me apresure a socorrer a mi prójimo, dominando mi propia fatiga y mi cansancio.  Mi reposo verdadero está en el servicio a mi prójimo.

Ayúdame, oh Señor, a que mi corazón sea misericordioso para que yo sienta todos los sufrimientos de mi prójimo.  A nadie le rehusaré mi corazón.  Me entregaré incluso a aquellos que sé que abusarán de mi bondad.  Y yo misma me encerraré en el misericordiosísimo Corazón de Jesús.  Soportaré mis propios sufrimientos en silencio.  Que tu misericordia, oh Señor mío, repose dentro de mí.

Tú Mismo me mandas ejercitar los tres grados de la misericordia.  El primero: la obra de misericordia, de cualquier tipo que sea.  El segundo: la palabra de misericordia; si no puedo llevar a cabo una obra de misericordia, ayudaré con mis palabras.  El tercero: la oración.  Si no puedo mostrar misericordia por medio de obras o palabras, siempre puedo mostrarla por medio de la oración.  Mi oración llega hasta donde físicamente no puedo llegar.

Oh Jesús mío, transfórmame en Ti, porque Tú puedes hacerlo todo.


Durante el Adviento se despertó en mi alma un vivo deseo de Dios.  Mi espíritu anhelaba a Dios con toda la fuerza de su ser.  En aquel tiempo el Señor me dio mucha luz para que conociera Sus atributos.

El primer atributo que el Señor me dio a conocer, fue Su Santidad.  Esta Santidad es tan grande que delante de Él tiemblan todas las Potencias y todas las Fuerzas.  Los espíritus puros encubren sus rostros y se sumergen en adoración permanente, y la única expresión de su adoración sin límites es Santo, Santo, Santo… La Santidad de Dios es derramada sobre la Iglesia de Dios y sobre cada alma que vive en ella.

El segundo atributo que el Señor me dio a conocer, fue Su Justicia.  Su Justicia es tan grande y penetrante que llega hasta el fondo de la esencia de las cosas y delante de Él todo se presenta en desnuda verdad, y nada podría continuar subsistiendo.

El tercer atributo fue el Amor y la Misericordia.  Y entendí que éste es el mayor atributo.  El amor une la criatura al Creador.  El amor más grande y el abismo de la misericordia los reconozco en la Encarnación del Verbo. Me impresionó profundamente este misterio, este gran humillarse de Dios, este inconcebible anodadamiento suyo. Nosotros nunca comprenderemos este gran humillarse de Dios.

          El premio a tanta entrega de Santa Faustina es la Misericordia misma, que le dice así:
Hija Mía, habla a los sacerdotes de esta inconcebible misericordia Mía.  Me queman las llamas de la misericordia, las quiero derramar sobre las almas, [y] las almas no quieren creer en Mi bondad.

Deseo que conozcas más profundamente el amor que arde en Mi Corazón por las almas y tu comprenderás esto cuando medites Mi Pasión.  Apela a Mi misericordia para los pecadores, deseo su salvación.  Cuando reces esta oración con corazón contrito y con fe por algún pecador, le concederé la gracia de la conversión.  Esta oración es la siguiente:

Oh Sangre y Agua que brotaste del Corazón de Jesús como una Fuente de Misericordia para nosotros, en Ti confío.

sábado, 16 de diciembre de 2017

LA VIDA INTERIOR. DIARIO DE SANTA FAUSTINA 11

DIARIO DE SANTA FAUSTINA 11
LA VIDA INTERIOR
         A través de la oración, el alma se arma para enfrentar cualquier batalla. En cualquier condición en que se encuentre un alma, debe orar. Tiene que rezar el alma pura y bella, porque de lo contrario perdería su belleza; tiene que implorar el alma que tiende a la pureza, porque de lo contrario no la alcanzaría; tiene que suplicar el alma recién convertida, porque de lo contrario caería nuevamente; tiene que orar el alma pecadora (...) para poder levantarse. Y no hay alma que no tenga el deber de orar, porque toda gracia fluye por medio de la oración.
El alma debe saber que para orar y perseverar en la oración, tiene que armarse de paciencia y con  esfuerzo superar las dificultades exteriores e interiores.  Las dificultades interiores: el desaliento, la aridez, la pereza, las tentaciones; las exteriores: la necesidad de respetar los momentos destinados a la oración.  Yo misma experimenté que si no rezaba la oración en el momento establecido, después tampoco la rezaba, porque no me lo permitían los deberes.
Cuando el Señor Mismo quiere estar al lado de un alma y guiarla, aleja todo lo que es exterior.  Cuando me enfermé y fui trasladada a la enfermería, tuve muchos disgustos por este motivo. Éramos dos las internadas en la enfermería.  A mi compañera venían a visitarla otras hermanas, a mi nadie me visitaba.  Las noches de invierno eran largas, la otra Hermana tenía luz, los auriculares de la radio y yo, ni siquiera podía preparar las meditaciones por falta de luz.
Así pasaron casi dos semanas. Una noche me quejaba al Señor de tener muchos tormentos, de no poder ni siquiera preparar las meditaciones por no tener luz y me dijo el Señor que vendría todas las noches y me dictaría los temas para la meditación del día siguiente.  Los temas se referían siempre a Su dolorosa Pasión.  Me decía:  Contempla Mi tormento delante de Pilato.  Y así, punto por punto, durante toda la semana contemplé Su dolorosa Pasión.  Desde aquel momento una gran alegría entró en mi alma y ya no deseaba ni visitas, ni luz.  Me bastaba Jesús.  Las Superioras, cuidaban muchísimo a las enfermas, sin embargo, el Señor había dispuesto las cosas de tal manera que me sentía abandonada. Más de una vez sufría tantas y tan distintas persecuciones y tormentos, que la misma Madre me llegó a decir: En su camino, hermana, los sufrimientos brotan directamente de debajo de la tierra.  Me dijo: Yo la miro, hermana, como si estuviera crucificada, pero he observado que Jesús de algún modo entra en esto.  Sea fiel al Señor, hermana.
               Una vez deseaba mucho acercarme a la Santa Comunión, pero tenía cierta duda y no me acerqué.  Sufrí terriblemente a causa de ello.  Me parecía que el corazón se me reventaría del dolor.  Cuando me dediqué a mis tareas, con el corazón lleno de amargura, de repente Jesús, se puso a mi lado y me dijo:  Hija Mía, no dejes la Santa Comunión, a no ser que sepas bien de haber caído gravemente, fuera de esto no te detengan ningunas dudas en unirte a Mí en Mi misterio de amor.  Tus pequeños defectos desaparecerán en Mi amor como una pajita arrojada a un gran fuego.  Debes saber que Me entristeces mucho cuando no Me recibes en la Santa Comunión.
         El día de la cruzada, que es el quinto día de cada mes, cayó en primer viernes.  Era mi día para estar de guardia delante de Jesús.  En este día mío, mi tarea era compensar al Señor por todos los insultos y faltas de respeto y rogar para que en este día no se cometiera ningún sacrilegio.  En aquel día mi espíritu estaba inflamado de un amor singular hacia la Eucaristía.  Me parecía que estaba transformada en el ardor.  Cuando, para tomar la Santa Comunión, me acerqué al sacerdote que me daba a Jesús, otra Hostia se le pegó a la manga y yo no sabía cuál tomar.  Cuando estaba deliberando así un momento, el sacerdote impaciente, hizo una señal con la mano para que la tomara.  Cuando tomé la Hostia que me entregaba, la otra me cayó en las manos.  El sacerdote fue al final del comulgatorio para distribuir la Santa Comunión y yo tuve al Señor Jesús en las manos durante todo ese tiempo.  Cuando el sacerdote se acercó otra vez, le di la Hostia para que la pusiera en el cáliz, porque en el primer momento, al haber recibido a Jesús, no pude decir que la otra se le había caído. Cuando tuve la Hostia en las manos, sentí tanta fortaleza de su amor que durante el día entero no pude comer nada, ni recobrar el conocimiento.  De la Hostia oí estas palabras: Deseaba descansar en tus manos, no solamente en tu corazón, y de repente en aquel momento vi al Niño Jesús.  Pero al acercarse el sacerdote, otra vez vi la Hostia.
Oh María, Virgen Inmaculada, Puro cristal para mi corazón,
Tú eres mi fuerza, oh ancla poderosa, Tú eres el escudo y la defensa para el corazón débil.
Oh María, Tú eres pura e incomparable, Virgen y Madre a la vez.
Tú eres bella como el sol, sin mancha alguna, Nada se puede comparar con la imagen de Tu alma.
Tu belleza encantó el ojo del tres veces Santo, Y bajó del cielo, abandonando el trono de la sede eterna, Y tomó el cuerpo y la sangre de Tu Corazón durante nueve meses, escondiéndose en el Corazón de la Virgen. Oh Madre, Virgen, nadie comprenderá, Que el inmenso Dios se hace hombre, Sólo por amor y por Su insondable misericordia. A través de Ti, oh Madre, viviremos con Él eternamente. Oh María, Virgen Madre y Puerta Celestial, a través de Ti nos ha llegado la salvación. Todas las gracias brotan para nosotros a través de Tus manos. Y me santificará solamente un fiel seguimiento de Ti. Oh María, Virgen, la Azucena más bella, Tu corazón fue el primer tabernáculo para Jesús en la tierra, Y eso porque Tu humildad fue la más profunda ,Y por eso fuiste elevada por encima de los coros de los ángeles y de los santos. Oh María, dulce Madre mía, Te entrego el alma, el cuerpo y mi pobre corazón, Sé [tú] la custodia de mi vida, Y especialmente en la hora de la muerte, En el último combate.   Amén  

viernes, 1 de diciembre de 2017

EL ALMA EN UNIÓN CON DIOS. Diario de Santa Faustina 10

EL ALMA EN UNIÓN CON DIOS
DIARIO DE SANTA FAUSTINA 10

         La lengua es un órgano pequeño, pero hace cosas grandes. Una (religiosa) persona que no es callada, nunca llegará a la santidad. No se haga ilusiones; a no ser que el Espíritu de Dios hable por ella, que en tal caso no debe callar. Pero para poder oír la voz de Dios, hay que tener serenidad en el alma y observar el silencio, no un silencio triste, sino un silencio en el alma, es decir, el recogimiento en Dios. Se pueden decir muchas cosas sin interrumpir el silencio, y al contrario, se puede hablar poco y romper continuamente el silencio. Qué daños irreparables causa el no guardar el silencio. Se hace mucho daño al prójimo, pero sobre todo a la propia alma.
Dios no se da a un alma parlanchina que como un zángano en la colmena, zumba mucho, pero no produce miel. El alma parlanchina está vacía en su interior. No hay en ella ni virtudes fundamentales, ni intimidad con Dios. Ni hablar de una vida más profunda, ni de una paz dulce, ni del silencio en el que mora Dios. El alma, sin gustar la dulzura del silencio interior, es un espíritu inquieto y perturba el silencio de los demás. Vi a muchas almas en los abismos infernales por no haber observado el silencio. Eran almas consagradas.
El alma que reflexiona, recibe mucha luz. El alma disipada se expone a sí misma a la caída y que no se sorprenda si cae. Para que el Espíritu divino pueda obrar en el alma, se necesita silencio y recogimiento.
Oh Jesús Misericordia, tiemblo al pensar que debo rendir cuenta de la lengua. En la lengua está la vida, pero también la muerte. A veces con la lengua matamos. No entiendo las conciencias que entienden esto como una cosa pequeña.

         Ahora pasa Santa Faustina de este tema a hablar de la vida del alma con Dios.
Cuando el alma ha sido purificada y el Señor está en relación de intimidad con ella, ahora concentra toda su fuerza en tender hacia Dios. Pero ella, por sí misma, no puede hacer nada. Dios lo arregla todo. Ella lo sabe. Vive todavía en el destierro y comprende que puede haber días nublados y lluviosos, pero debe mirar todo con una actitud distinta. No se refugia en una paz engañosa, sino que se dispone a la lucha. Todo lo grande y santo la concierne.
Al salir de los tormentos por los que ha pasado, es profundamente humilde. La pureza de su alma es grande. Sabe lo que le conviene hacer en cada momento y lo que le conviene abandonar. Siente el más delicado toque de la gracia y es muy fiel a Dios. Reconoce a Dios desde lejos y goza de Él incesantemente. En muy poco tiempo reconoce a Dios en las almas de otras personas y en todo su alrededor.
Dios, como Espíritu puro que es, introduce al alma en la vida puramente espiritual, la hace capaz de una estrecha convivencia con Él. Ella está en comunión con el Señor en un descanso de amor. Habla con el Señor sin usar los sentidos. Dios la llena con su luz. Su mente, iluminada, ve claramente y distingue los grados de la vida espiritual. Reconoce que antes se unía a Dios de un modo imperfecto, cuando su espiritualidad estaba unida a los sentidos. Existe una unión con el Señor superior y más perfecta, que es la intelectual. Aquí el alma se ve más protegida de las ilusiones, la espiritualidad es más profunda y más pura. Los sentidos se apagan y están como muertos. El alma está sumergida en la divinidad.
Tiene muchas visiones sensibles y espirituales, oye muchas palabras sobrenaturales; pero a pesar de estas gracias, no se basta a sí misma. Precisamente Dios la visita con estas gracias porque está expuesta a muchos peligros y puede fácilmente caer en la ilusión.
A un alma que está unida a Dios, es necesario prepararla para grandes y encarnizados combates.
Después de  estas purificaciones y pruebas, Dios la trata de modo especial.
         El amor puro es capaz de grades empresas y no lo destruyen ni las dificultades ni las contrariedades. Si el amor es fuerte, es perseverante en la vida cotidiana, gris y monótona. Sabe que para agradar a Dios, una cosa es necesaria, es decir, hacer las cosas más pequeñas con gran amor y siempre amor.
El amor puro no se equivoca, tiene singularmente mucha luz y no hará nada que no agrade a Dios. Es ingenioso en hacer lo que es más agradable a Dios; es feliz cuando puede anonadarse y arder como un sacrificio puro. Cuanto más se entrega, tanto más es feliz. El alma parece que no camina, sino que corre y empieza a volar hacia el ardor mismo del sol y se entrega completamente a la influencia de la gracia. Se ahoga en Él como en su único tesoro. Desaparece el abismo entre el Señor y el alma, el Creador y la criatura. El alma está en casi continuo éxtasis. La presencia de Dios no la abandona ni por un momento. Y el alma permanece en una continua unión amorosa con el Señor, que sin embargo, no le impide cumplir con sus deberes.
Dios la atrae hacia Sí con tanta fuerza y fortaleza, que en algunos momentos no se da cuenta de estar en la tierra.
El alma conoce que el Señor cuenta con ella y este conocimiento le da más fuerza. Confía en Dios y gracias a esta confianza llega allí adonde Dios la llama. Las dificultades no la espantan, son para ella como el pan de cada día. Durante el tiempo de paz, el alma hace esfuerzos, al igual que en tiempo de lucha. Tiene que ejercitarse mucho, porque de lo contrario ni hablar de la victoria.

Qué mísera es el alma que malgasta las gracias que Dios le da, que se escapa de Dios cuando Él la persigue. De Dios se reciben  las gracias cuando menos se las espera. En esta intimidad con Dios, Jesús da a conocer lo que no le agrada del alma y más de una vez  amonesta por cosas que a nosotros nos parecen insignificantes, pero que en realidad tienen gran importancia. Él adiestra como un Maestro, educa Él mismo.

viernes, 24 de noviembre de 2017

LA PRUEBA DE LAS PRUEBAS. Diario de Santa Faustina 9

DIARIO DE SANTA FAUSTINA 9
LA PRUEBA DE LAS PRUEBAS
         El otro día veíamos al alma embargada por el don del conocimiento de Dios, embelesada en el amor a Él y hoy la vemos expuesta al fuego, como dice Santa Faustina. La lucha es dura, el alma hace esfuerzos, persevera junto a Dios con un acto de voluntad. Con el permiso de Dios, Satanás sigue más adelante, la esperanza y el amor están puestos a prueba. Estas tentaciones son terribles, pero Dios sostiene al alma ocultamente. Ella no lo sabe, pero sin Él no podría resistir. Y Dios sabe lo que puede mandar al alma. Es tentada de incredulidad frente a todas las verdades reveladas por Dios. Todas estas pruebas son duras y difíciles. Dios no las da a un alma que anteriormente no haya sido admitida a una comunión más profunda con Él, y no haya disfrutado de las dulzuras del Señor y también Dios tiene en esto sus fines insondables para nosotros. Muchas veces Dios prepara así al alma para futuros designios y grandes obras. Y quiere probarla como oro puro. Dios está más cerca de esta alma sufriente, pero todo el secreto está precisamente en que ella no lo sabe. Pero éste no es todavía el fin de la prueba. Existe todavía la prueba de las pruebas, que es el sentir el rechazo total por parte de Dios.
         Y vamos a leer ahora de Santa Faustina esta prueba de las pruebas:
         Cuando el alma sale victoriosa de las pruebas anteriores, aunque quizás tropezando, pero sigue luchando y con profunda humildad clama al Señor: sálvame porque perezco, está todavía en condiciones de luchar.
Ahora una terrible oscuridad envuelve su alma. Ella está cerca de Dios pero está ciega. Deslumbrada por su luz, afirma que Él está ausente. Dentro de sí solamente ve pecados. Lo que siente es terrible. Se ve completamente abandonada de Dios. Siente como si fuera objeto de su odio y se encuentra al borde de la desesperación. Se defiende como puede, intenta despertar la confianza, pero la oración es para ella un tormento todavía mayor. Está colocada en un altísimo pico, que se encuentra sobre un precipicio.
El alma anhela fervientemente a Dios, pero se siente rechazada. Todos los tormentos y suplicios del mundo son nada en comparación con la sensación en la que se encuentra sumergida, es decir, el rechazo por parte de Dios. Nadie la puede aliviar. Ve que se encuentra sola, no tiene a nadie en su defensa. Levanta los ojos al cielo, pero sabe que no es para ella; todo está perdido. De una oscuridad cae en otra oscuridad aún mayor. Le parece que ha perdido a Dios para siempre, a ese Dios que tanto amaba. Este pensamiento le produce un tormento indescriptible.
Nadie puede iluminar tal alma si Dios quiere mantenerla en las tinieblas. De su corazón brotan gemidos dolorosos, tan dolorosos que ningún sacerdote los puede comprender si no lo ha pasado él mismo.
El alma padece sufrimientos por parte del espíritu maligno. Satanás se burla de ella. Ves, ¿seguirás siendo fiel? He aquí la recompensa, estás en nuestro poder. ¿Qué has ganado con mortificarte? ¿A qué todos estos esfuerzos? Eres rechazada por Dios.
Satanás tiene poder sobre aquella alma cuanto Dios permite. Dios sabe cuánto podemos resistir.
El alma ya no busca ayuda en ninguna parte, se encierra en sí misma y pierde de vista todo y es como si aceptara este tormento. Es la agonía del alma. Sumergida en la oscuridad, tiene hambre y sed de Dios. Muere de una muerte sin morir. Sus esfuerzos son nada, está bajo una mano poderosa. Se siente rechazada por la eternidad. Este es el momento supremo y solamente Dios puede someter un alma a tal prueba, porque sólo Él sabe que el alma es capaz de soportarla.
Esta alma está llamada a una gran santidad. El Señor la desea tener cerca de Sí. La quiere en lo alto del cielo.

         Santa Faustina habla de esta gran prueba porque ella la experimentó, hasta que interiormente el Señor le dijo: “No tengas miedo, hija mía, Yo estoy contigo”. En aquel mismo momento desaparecieron todas las tinieblas y todos los tormentos y su alma fue colmada de luz.
         Dice ella: Comparado con la realidad, es pálido todo lo que he escrito. No sé expresarlo, me parece que he vuelto del más allá. Me abrazo al Corazón de Dios como el recién nacido al pecho de su madre. Miro todo con ojos distintos. El recuerdo del martirio sufrido me da escalofríos. No hubiera creído que es posible sufrir tanto si yo misma no lo hubiera pasado. Es un sufrimiento totalmente espiritual.
Aunque todas estas cosas son espantosas, no obstante, ningún alma debería asustarse demasiado, porque Dios nunca da por encima de lo que podemos soportar. Y por otra parte, quizá nunca nos dé a nosotros suplicios semejantes y lo escribo porque si el Señor quiere llevar un alma a través de tales sufrimientos, que no tenga miedo, sino que sea fiel a Dios en todo lo que dependa de ella. Dios no hará daño al alma, porque es el Amor mismo y por este amor inconcebible la llamó a la existencia. Pero cuando yo me encontraba angustiada no lo comprendía.
Después de estos sufrimientos, el alma se encuentra en gran pureza de espíritu y en una gran cercanía con Dios.
Iluminada con la luz que viene de lo alto, conoce mejor lo que agrada a Dios. El alma tiene una profundidad abismal y se siente más fuerte y más resistente; ahora lucha con más valor, porque sabe que debe rendir cuenta de ello.
Todo el cielo queda admirado por el alma especialmente probada por Dios. Su belleza es grande porque fluye de Dios. Camina por la selva de la vida, herida por el amor divino. Toca la tierra con un solo pie.

miércoles, 15 de noviembre de 2017

DIARIO DE SANTA FAUSTINA 8



DIARIO DE SANTA FAUSTINA 8

         Escribe esto, le dijo la Divina Misericordia: “Antes de venir como Juez Justo, vengo como el Rey de la Misericordia. Antes de que llegue el día de la justicia, les será dado a los hombres este signo en el cielo. Se apagará toda luz en el cielo y habrá una gran oscuridad en toda la tierra. Entonces, en el cielo aparecerá el signo de la cruz y de los orificios donde fueron clavadas las manos y los pies del Salvador, saldrán grandes luces que durante algún tiempo iluminarán la tierra. Eso sucederá poco tiempo antes del último día”.

         Santa Faustina le corresponde con esta oración:
Oh Sangre y Agua que brotaste del Corazón de Jesús, como Fuente de Misericordia para nosotros, en Ti confío.
Jesús, Divino Prisionero del Amor, cuando considero tu amor y cómo te has anonadado por mí, mis sentidos desfallecen. Encubres tu majestad inconcebible y te humillas rebajándote a mí, un ser miserable. Oh Rey de la gloria, aunque ocultas tu hermosura, el ojo de mi alma desgarra el velo. Veo a los coros de ángeles que te honran incesantemente y a todas las potencias celestiales que te alaban sin cesar y que te dicen continuamente: Santo, Santo, Santo.
¿Quién comprenderá tu amor y tu misericordia hacia nosotros? Oh prisionero del amor, encierra mi pobre corazón en este tabernáculo para adorarte sin cesar día y noche. Aunque estoy físicamente lejos de Ti, mi corazón está siempre Contigo. Nada puede impedir mi amor hacia Ti. No existe ningún obstáculo para mí. Te consolaré por todas las ingratitudes, por las blasfemias, por la tibieza, por el odio de los impíos, por los sacrilegios. Deseo arder como víctima pura delante del trono de tu escondite.
No me dejaré arrebatar por el trabajo hasta el punto de olvidarme de Dios. Pasaré todos los momentos a los pies del Maestro.

         En otra ocasión, Jesús le dijo: “Deseo que esta imagen sea expuesta en público el primer domingo después de Pascua de Resurrección. Ese domingo es la Fiesta de la Misericordia. A través del Verbo Encarnado doy a conocer el abismo de mi Misericordia”.
         Sucedió tal y como el Señor lo había pedido: el primer acto de veneración a esta imagen por parte del público, tuvo lugar el primer domingo después de Pascua. Durante tres días, la imagen estuvo expuesta al público y recibió la veneración pública porque había sido colocada en Ostra Brama, en un ventanal, en lo alto, por eso se la veía desde muy lejos. Durante estos tres días, fue celebrada con solemnidad la clausura del Jubileo de la Redención del Mundo, el 19 Centenario de la Pasión del Salvador. Ahora veo que la obra de la Redención está ligada a la obra de la misericordia que reclama el Señor.

         Nos habla ahora Santa Faustina de la experiencia mística del conocimiento de Dios:
Al principio, Dios se hace conocer como santidad, justicia y bondad, es decir, misericordia. El alma no conoce todo esto a la vez, sino singularmente en relámpagos, es decir, en los acercamientos de Dios. Eso no dura mucho tiempo, porque no podría soportar esta luz. Durante la oración, el alma recibe un relámpago de esta luz, que le imposibilita orar como hasta entonces. Puede esforzarse cuanto quiera, y esforzarse a orar como antes, todo en vano, se hace absolutamente imposible continuar rezando como se rezaba antes de recibir esta luz. La luz que tocó al alma es viva en ella y nada la puede extinguir ni obscurecer. Este relámpago de conocimiento de Dios arrastra su alma y la incendia de amor hacia Él. Pero a la vez este mismo relámpago permite al alma conocer cómo es ella y ve todo su interior en una luz superior y se levanta horrorizada y asustada. Sin embargo, no permanece en aquel espanto, sino que empieza a purificarse y a humillarse y a postrarse ante el Señor y estas luces se hacen más fuertes y más frecuentes; cuanto más cristalina se hace el alma, tanto más penetrantes son estas luces. Sin embargo, si el alma ha respondido fiel y resueltamente a estas primeras gracias, Dios la llena con sus consuelos y se entrega a ella de modo sensible. Entonces el alma entra casi en relación de intimidad con Dios y se alegra enormemente; piensa que ya ha alcanzado el grado designado de perfección, ya que los errores y los defectos están dormidos en ella y piensa que ya no los tiene. Nada le parece difícil, está preparada para todo. Empieza a sumergirse en Dios y a disfrutar de las delicias de Dios. Es llevada por la gracia y no se da cuenta en absoluto de que puede llegar el momento de la prueba y de la lucha. Y en realidad, este estado no dura mucho tiempo. Llegarán otros momentos, pero debo mencionar que el alma responde con más fidelidad a la gracia de Dios si tiene un confesor experimentado a quien confía todo.

         Y ahora nos habla de las pruebas enviadas por Dios a un alma particularmente amada, de las tentaciones y oscuridades, de Satanás.
         El amor del alma no es todavía como Dios lo desea. De repente el alma pierde la presencia de Dios. Se manifiestan en ella distintas faltas y errores, con los cuales tiene que llevar a cabo una lucha encarnizada. Todos los errores levantan la cabeza, pero su vigilancia es grande. En el lugar de la anterior presencia de Dios, ha entrado la aspereza y la sequía espiritual, no encuentra satisfacción en los ejercicios espirituales, no puede rezar, ni como antes, ni como oraba ahora. Lucha por todas partes y no encuentra satisfacción. Dios se le ha escondido y ella no encuentra satisfacción en las criaturas y ninguna criatura sabe consolarla. El alma desea a Dios apasionadamente, pero ve su propia miseria, empieza a sentir la justicia de Dios. Ve como si hubiera perdido todos los dones de Dios, su mente está como nublada, la oscuridad envuelve toda su alma, empieza un tormento inconcebible. El alma se hunde en la inquietud. Satanás comienza su obra.

viernes, 10 de noviembre de 2017

DIARIO DE SANTA FAUSTINA 7

DIARIO DE SANTA FAUSTINA 7
         Un día Jesús me dijo: “No vives para ti, sino para las almas. Otras almas se beneficiarán de tus sufrimientos. Tus prolongados sufrimientos les darán luz y fuerza para aceptar mi Voluntad.”
         El sufrimiento más grande para mí era la impresión de que mis oraciones y mis buenas obras no agradaban al Señor. No me atrevía a mirar hacia el cielo. Eso me producía un sufrimiento tan grande que la Madre Superiora me decía: Pida a Dios, hermana, gracia y consolación, porque usted suscita compasión, no sé qué hacer con usted. Le ordeno no afligirse por nada.
Sin embargo, esto no me daba alivio. Una oscuridad aún más densa me ocultaba a Dios. Perdí la esperanza. La noche era cada vez más oscura. Aun así, mi confesor me dijo: Yo veo en usted, hermana, unas gracias particulares y estoy  completamente tranquilo por usted. ¿Por qué pues, se atormenta tanto? Encontrándose en ese estado agrada más a Dios que si estuviera inundada de las más grandes consolaciones. Qué gracia tan grande de Dios que usted, en el actual estado de tormentos espirituales en que se encuentra, no ofenda a Dios, sino que trate de ejercitarse en las virtudes. Yo observo su alma, veo en ella grandes planes de Dios y gracias especiales y doy gracias al Señor.
Yo no entendía nada por aquel momento. Mi alma se encontraba en suplicios y tormentos inexpresables. Imitaba al ciego que se fía de su guía y agarra con fuerza su mano y ni por un momento me alejaba de la obediencia, que era mi tabla de salvación en la prueba de fuego.
Sólo Jesús sabe cuán pesado y difícil es cumplir con sus deberes cuando el alma se encuentra en ese estado de tormentos interiores, las fuerzas físicas están debilitadas y la mente ofuscada. Y me repetía en el silencio de mi corazón: No retrasaré ni un solo paso para seguirte, aunque las espinas hieran mis pies.

         Jesús, Verdad Eterna, Vida nuestra, te suplico e imploro tu misericordia para los pobres pecadores. Dulcísimo Corazón de mi Señor, lleno de piedad y de misericordia, de donde brotaron rayos y gracias inconcebibles sobre toda la raza humana, te pido luz para los pobres pecadores. Recuerda tu amarga Pasión y no permitas que se pierdan almas redimidas con tan Preciosa y Santísima Sangre tuya. Cuando considero el alto precio de tu Sangre, me regocijo en su inmensidad, porque una sola gota habría bastado para salvar a todos los pecadores. Aunque el pecado es un abismo de maldad e ingratitud, el precio pagado por nosotros jamás podrá ser igualado. Por lo tanto, haz que cada alma confíe en la Pasión del Señor y que ponga su esperanza en su misericordia. Dios no le negará su misericordia a nadie. El cielo y la tierra podrán cambiar, pero jamás se agotará la misericordia de Dios.
A pesar de la noche oscura en torno mío y de las nubes sombrías que me cubren el horizonte, sé que el sol no se apaga. Señor, aunque no te puedo comprender ni entiendo tu actuación, confío en tu misericordia. Si es tu Voluntad, Señor, que yo viva siempre en tal oscuridad, seas bendito. Te pido una sola cosa: no dejes que te ofenda de ningún modo. Jesús mío, sólo Tú conoces las añoranzas y los sufrimientos de mi corazón. Me alegro de poder sufrir, aunque sea un poco, por Ti. Cuando siento que el sufrimiento supera mis fuerzas, entonces me refugio en el Señor en el Santísimo Sacramento y un profundo silencio es mi oración.
         Mi mente estaba extrañamente oscurecida, ninguna verdad me parecía clara. Cuando me hablaban de Dios, mi corazón era como una roca. No lograba sacar de él ni un solo sentimiento de amor hacia Él. Cuando con un acto de voluntad trataba de permanecer junto a Dios, experimentaba grandes tormentos y me parecía que con ello causaba una ira mayor de Dios. No podía absolutamente meditar tal y como meditaba anteriormente. Sentía un gran vacío en mi alma y no conseguía llenarlo con nada. Empecé a sentir el hambre y el anhelo de Dios, pero veía toda mi impotencia. Trataba de leer despacio para meditar, pero no comprendía nada de lo que leía. Delante de los ojos de mi alma estaba constantemente todo el abismo de mi miseria. Cuando iba a la capilla, experimentaba aún más tormentos y tentaciones. A veces, durante toda la Santa Misa, luchaba con los pensamientos blasfemos que trataban de salir de mis labios. Sentía aversión por los Santos Sacramentos, me parecía que no sacaba de ellos ningún beneficio. Me acercaba al confesor solamente por obediencia y esa ciega obediencia era para mí el único camino que debía seguir, mi tabla de salvación. Y él me decía que Dios me amaba inmensamente y por la confianza que tenía en mí, me visitaba con esas pruebas. Pero sus palabras no me consolaban. Me parecía agonizar con aquellos dolores. El pensamiento que más me atormentaba era que yo era rechazada por Dios. Luego me venían otros pensamientos: ¿Para qué empeñarme en las virtudes y en buenas obras? ¿Para qué mortificarme y anonadarme? ¿Para qué hacer votos? ¿Para qué rezar?
Terriblemente atormentada por estos sufrimientos, entré en la capilla y le dije: Jesús, haz conmigo lo que te plazca. Yo te adoraré en todas partes.
De repente, vi a Jesús que me dijo: “Yo estoy siempre en tu corazón”. Un gozo inconcebible inundó mi alma e inflamó de amor mi pobre corazón. Veo que Dios nunca permite sufrimientos por encima de lo que podemos soportar. No temo nada; si manda al alma grandes tribulaciones, la sostiene con una gracia aún mayor, aunque no la notamos para nada. Un solo acto de confianza en tal momento, da más gloria a Dios que muchas horas pasadas en el gozo de consolaciones durante la oración. Ahora veo que si Dios quiere mantener a un alma en la oscuridad, no la iluminará nada.

viernes, 3 de noviembre de 2017

DIARIO DE SANTA FAUSTINA 6


 DIARIO DE SANTA FAUSTINA 6
         A propósito de haber celebrado recientemente el día de los fieles difuntos, nos viene muy bien esta parte del Diario de Santa Faustina:
         “Una noche vino a visitarme una de nuestras hermanas que había muerto hacía dos meses. Era una de las hermanas del coro. La vi en un estado terrible. Toda en llamas, con la cara dolorosamente torcida. La visión duró un breve instante y desapareció. Un escalofrío traspasó mi alma y aunque no sabía dónde sufría, en el purgatorio o en el infierno, no obstante redoblé mis plegarias por ella. La noche siguiente vino de nuevo, pero la vi en un estado aún más espantoso, entre llamas más terribles, en su cara se notaba la desesperación. Me sorprendí mucho de que después de las plegarias que había ofrecido por ella, estuviera en un estado más espantoso y le pregunté: ¿No te han ayudado mis oraciones? Me contestó que no le habían ayudado nada y que no le iban a ayudar. Y le pregunté: Y las oraciones que toda la Congregación ofreció por ti, ¿tampoco te ha ayudado? Me contestó que no, que aquellas oraciones habían aprovechado a otras almas. Y le dije: Si mis plegarias no te ayudan nada, hermana, te ruego que no vengas a verme. Y desapareció inmediatamente. Sin embargo, yo no dejé de rezar. Después de algún tiempo volvió a visitarme de noche, pero en un estado distinto. No estaba entre llamas como antes y su rostro era radiante, los ojos le brillaban de alegría y me dijo que yo tenía un amor verdadero al prójimo, que muchas almas se habían aprovechado de mis plegarias y me animó a no dejar de interceder por las almas que sufrían en el Purgatorio y me dijo que ella no iba a permanecer ya mucho tiempo en él. ¡Verdaderamente los juicios de Dios son misteriosos!

         Otra vez oí en mi alma esta voz: Haz una novena por la patria. La novena consistirá en las letanías de todos los santos. Pide el permiso al confesor.
Durante la confesión siguiente obtuve el permiso y por la noche empecé en seguida la novena.
Terminando las letanías vi una gran claridad y en ella a Dios Padre. Entre la luz y la tierra vi a Jesús clavado en la cruz, de tal forma que Dios, deseando mirar hacia la tierra, tenía que mirar a través de las heridas de Jesús. Y entendía que Dios bendecía la tierra en consideración a Jesús.

         La primera enseñanza que podemos sacar es la constancia en rezar por las almas, en este caso por las del Purgatorio. Sólo Dios sabe el alcance de nuestras oraciones y lo que cuenta con ellas para salvar a las almas. En nuestras manos está el poder ayudar a tantas… En esto consiste el amor verdadero al prójimo: en hacerles un bien para toda la eternidad.
         Y si nuestra oración se la ofrecemos al Padre a través de Nuestro Señor Jesucristo, su Hijo muy amado, Él la recibirá a través de sus heridas, que para Él son tan preciosas y por las que lo da todo por nosotros y nada nos puede negar.

         Sigue diciéndonos Santa Faustina: ¡Oh vida gris y monótona, cuántos tesoros encierras! Ninguna hora se parece a la otra, pues la tristeza y la monotonía desaparecen cuando miro todo con los ojos de la fe. La gracia que hay para mí en esta hora no se repetirá en la hora siguiente. Me será dada en la hora siguiente, pero no será ya la misma. El  tiempo pasa y no vuelve nunca. Lo que contiene en sí no cambiará jamás; lo sella con el sello para la eternidad.

         Y fijaos bien en el relato que viene, para que aprendamos cómo Dios nos manifiesta su Voluntad, pero tenemos que abrir bien los ojos para descubrirla:
         Un día la Madre Superiora, deseando complacerme, me dio permiso de ir, en compañía de otra hermana a hacer el llamado “paseo de los caminitos”. Me alegré mucho. Debíamos ir en barco a pesar de que estaba tan cerca. Por la noche me dijo Jesús: “Yo deseo que te quedes en casa”. Le contesté: Jesús, ya está todo preparado, debemos salir por la mañana, ¿qué voy a hacer ahora? Y el Señor me contestó: “Esta excursión causará daño a tu alma”. Le dije: Tú puedes remediarlo siempre, dispón las circunstancias de tal forma, que se haga tu Voluntad.
En ese momento se oyó la campanilla para el descanso. Con una mirada, saludé a Jesús y fui a la celda.
Por la mañana hacía un día hermoso. Mi compañera se alegraba pensando que tendríamos una gran satisfacción, que podríamos visitar todo, pero yo estaba segura de que no saldríamos, aunque hasta el momento no había ningún obstáculo que nos lo impidiera. Primero debíamos recibir la Santa Comunión y salir en seguida después de la acción de gracias.
De repente, durante la Santa Comunión, la espléndida mañana que hacía cambió completamente. Sin saber de dónde, vinieron las nubes y cubrieron todo el cielo y empezó una lluvia torrencial. Todos se extrañaban, ya que había amanecido un día tan hermoso. ¿Quién podría esperar la lluvia y que cambiara así en tan poco tiempo?
La Madre Superiora me dijo: Cuánto siento que uds., hermanas, no puedan ir. Contesté: Querida Madre, no importa que no podamos ir, la Voluntad de Dios es que nos quedemos en casa. Sin embargo, nadie sabía que era un claro deseo de Jesús que yo me quedara en casa. Pasé todo el día en el recogimiento y la meditación, agradeciendo al Señor por haberme hecho quedar en casa. En aquel día, Dios me concedió muchas consolaciones celestiales.

         ¡Estos son los caminos de Dios! Él sabe lo que nos conviene y aunque no nos hable tan directamente como a Santa Faustina, dispone de igual forma las cosas para evitar aquello que nos pueden hacer daño a nuestras almas, aunque nosotros ni siquiera lo sospechemos y, por el contrario, favorece aquello que nos pueda hacer el bien. Sólo tenemos que confiar y dejarnos llevar por Él.

viernes, 27 de octubre de 2017

DIARIO DE SANTA FAUSTINA 5

DIARIO DE SANTA FAUSTINA 5
En esta parte del Diario, Santa Faustina escribe los consejos espirituales que recibió de su confesor en diferentes confesiones:
Hermana, ud. no debe evitar estas inspiraciones interiores, sino que debe decir siempre todo al confesor. Si reconoce que estas inspiraciones interiores son provechosas para su alma o para otras almas, sígalas y no las descuide.
Si estas inspiraciones no concuerdan con la fe y con el espíritu de la Iglesia, se deben rechazar inmediatamente, porque vienen del espíritu maligno.
Dios está preparándole muchas gracias especiales, pero procure que su vida sea pura como las lágrimas delante del Señor, sin hacer caso a lo que puedan pensar de ud. Que le baste Dios. Sólo Él.
Camine por la vida haciendo el bien para que yo pueda escribir en las páginas de su vida: Vivió haciendo el bien.
Procure que quien trate con ud., se aleje feliz. Difunda a su alrededor la fragancia de la felicidad, porque de Dios ha recibido mucho y por eso sea generosa con los demás. Que todos puedan alejarse de ud. felices, aunque hayan apenas rozado el borde de su túnica.
Permita que el Señor empuje la barca de su vida a la profundidad insondable de la vida interior.
Quizá hasta aquí podríamos hacer una reflexión, partiendo de esta última idea. El núcleo de nuestra vida, de donde parta todo, debe ser nuestra vida interior. Sin ella, estaremos secos, nada tendremos que ofrecer a los demás.
Debemos interiorizar, llegar a lo más profundo de nuestro ser, donde habita Dios de una manera permanente, porque es allí donde Dios se nos va a comunicar, donde nos va a hablar. Lógicamente, el clima para hacer esto es la oración, aunque también a lo largo del día, si vivimos en un tono de recogimiento de los sentidos, si no queremos escucharlo todo, verlo todo, hablarlo todo…, Dios nos seguirá inspirando para que conozcamos en todo momento el camino por el que Él nos quiere llevar. Y ante la duda de aquello que sintamos como inspiración, podemos seguir estos criterios: si las inspiraciones nos resultan provechosas para nuestra alma o para la de los demás; si concuerdan con la fe y el espíritu de la Iglesia.
Dios nos quiere hacer ricos en gracias para nosotros y para los demás, pero para ello tenemos que ofrecerle un corazón puro y limpio, porque sólo los limpios de corazón pueden ver a Dios.
Sólo así podremos vivir haciendo el bien, sólo así podremos vivir una vida feliz; sólo así podremos conseguir que los que se acerquen al borde de nuestra túnica queden contagiados con esta felicidad que viene de Dios.

         Continuamos con otro de los consejos que recibió Santa Faustina:
Que su alma, hermana, se distinga particularmente por la sencillez y la humildad. Camine por la vida como una niña, siempre confiada, siempre llena de sencillez y humildad, contenta de todo, feliz de todo. Allí donde otras almas se asustan, usted, hermana, pase tranquilamente gracias a la sencillez y la humildad. Recuerde para toda la vida que como las aguas descienden de las montañas a los valles, las gracias del Señor descienden sólo sobre las almas humildes.

         Respecto a esta virtud de la humildad, dice Santa Faustina:
Sé bien lo que soy por mí misma, porque Jesús descubrió a los ojos de mi alma todo el abismo de mi miseria y por lo tanto, me doy cuenta perfectamente de que todo lo que hay de bueno en mi alma es sólo su santa gracia. El conocimiento de mi miseria me permite conocer al mismo tiempo el abismo de Tu misericordia.
Oh Dios, cuanto más te conozco, tanto menos te puedo entender, pero esa incapacidad de comprenderte, me permite conocer lo grande que eres. Y esa incapacidad de comprenderte incendia mi corazón hacia Ti como una nueva llama. Desde el momento que permitiste sumergir la mirada de mi alma en Ti, descanso y no deseo nada más. He encontrado mi destino. Tú eres el objeto de mi amor. Todo es nada en comparación Contigo. Los sufrimientos, las contrariedades, las humillaciones, los fracasos…, son espinas que incendian mi amor hacia Ti, Jesús.
         Es la misma experiencia que tuvo San Pablo y que le llevó a decir: ¿Quién me separará del amor de Cristo?
         Y la misma experiencia de María a los pies de Jesús, que supo dejar las demás cosas para ocuparse de la única que es importante.
         Ay Marta, Marta, ¡cuántas Martas hay en mi vida! Cuántas preocupaciones inútiles que nos quitan la paz del alma, que enturbian nuestra imaginación y no nos dejan entrar en lo profundo de nuestra alma, donde sumergiendo la mirada encontraremos a Cristo, el único que vale la pena, el único que merece que lo dejemos todo por Él.
Cuando descubramos así a Cristo en nuestra vida, entenderemos como Santa Faustina, que todo lo demás son espinas que incendian mi amor hacia Jesús. Y podremos decir con ella:
Locos e irrealizables son mis anhelos. Deseo ocultarte que estoy sufriendo. No quiero ser recompensada jamás por mis esfuerzos y mis buenas obras. Oh Jesús, Tú mismo eres mi recompensa. Tú me bastas, oh tesoro de mi corazón. Deseo compartir los sufrimientos del prójimo, esconder mis sufrimientos en mi corazón. Porque el sufrimiento es una gracia. A través del sufrimiento el alma se hace semejante al Salvador, el amor se cristaliza en el sufrimiento. Cuanto más grande es el sufrimiento, tanto más puro se hace el amor.
         Pidamos, pues, que Dios no escatime en los sufrimientos que permita en nuestras vidas, que nos dé la gracia para que tales sufrimientos no nos hagan renegar ni alejarnos de Dios, sino que por el contrario, nos dé las fuerzas para soportarlos con paciencia y con amor y podamos sacar el provecho para el que Dios nos los envía.

viernes, 20 de octubre de 2017

DIARIO DE SANTA FAUSTINA 4


DIARIO DE SANTA FAUSTINA 4
         Una vez vi a un siervo de Dios en peligro de caer en pecado grave. Empecé a pedir a Dios que me cargara con todos los tormentos del infierno, todos los sufrimientos que quisiera, pero que liberase a ese sacerdote y lo alejara del peligro de cometer el pecado. Jesús escuchó mi súplica y en un momento sentí en la cabeza la corona de espinas. Las espinas de la corona penetraron hasta mi cerebro. Esto duró tres horas. El siervo de Dios fue liberado de aquel pecado y Dios fortaleció su alma con una gracia especial.
A menudo sentía la Pasión del Señor Jesús en mi cuerpo; aunque esto era invisible y me alegro de eso, porque Jesús quiere que sea así. Eso duraba muy poco tiempo. Estos sufrimientos incendiaban mi alma con un fuego de amor hacia Dios y hacia las almas inmortales. El amor soportará todo, el amor continuará después de la muerte, el amor no teme a nada…

         Al anochecer, estando en mi celda, vi al Señor Jesús vestido con una túnica blanca. Tenía una mano levantada para bendecir y con la otra tocaba la túnica sobre el pecho. De la abertura de la túnica en el pecho salían dos grandes rayos: uno rojo y otro pálido. En silencio, atentamente miraba al Señor; mi alma estaba llena de temor, pero también de una gran alegría. Después de un momento Jesús me dijo: “Pinta una imagen según el modelo que ves y firma: Jesús, en Ti confío. Deseo que esta imagen sea venerada primero en la capilla y luego en el mundo entero.
Prometo que el alma que venere esta imagen no perecerá. También prometo, ya aquí en la tierra, la victoria sobre los enemigos y sobre todo a la hora de la muerte. Yo mismo la defenderé como mi Gloria”.
Cuando se lo conté al confesor, él me dio como respuesta que Cristo se refería a que pintara la imagen de Dios en mi alma. Pero cuando salí del confesionario, oí nuevamente estas palabras: “Mi imagen está en tu alma.  Deseo que haya fiesta de la Misericordia. Quiero que esta imagen que pintarás con el pincel, sea bendecida con solemnidad el primer domingo después de la Pascua de Resurrección; ese domingo debe ser la fiesta de la Misericordia.
Deseo que los sacerdotes proclamen esta gran misericordia que tengo hacia las almas pecadoras. Que el pecador no tenga miedo de acercarse a Mí. Me queman las llamas de la misericordia, deseo derramarlas sobre las almas humanas.
La desconfianza de las almas desgarra mis entrañas. Aún más me duele la desconfianza de las almas elegidas; a pesar de mi amor inagotable no confían en Mí. Ni siquiera mi muerte ha sido suficiente para ellas. ¡Ay de las almas que abusen de ella!”
Cuando le conté a la Madre Superiora lo que Dios me pedía, me contestó que Jesús debía explicarlo más claramente a través de alguna señal.
Cuando pedí al Señor Jesús alguna señal como prueba de que verdaderamente Él era Dios y Señor mío y de que de Él venían estas peticiones, entonces dentro de mí oí esta voz: “Lo haré conocer a las Superioras a través de las gracias que concederé por medio de esta imagen”.
Cansadísima por las múltiples dificultades que tenía por el hecho de que Jesús me hablaba y exigía que fuese pintada la imagen, decidí pedir a mi director espiritual que me dispensara de estas inspiraciones interiores y de la obligación de pintar la imagen. Pero al escucharme en confesión, me dio la siguiente respuesta: No la dispenso de nada, hermana y no le está permitido sustraerse a estas inspiraciones interiores, sino que debe decir todo al confesor, eso es necesario, absolutamente necesario, porque de lo contrario se desviará a pesar de estas grandes gracias del Señor. De momento usted se confiesa conmigo, pero ha de saber que debe tener un confesor permanente, es decir, un director espiritual.
Me afligí muchísimo. Pensaba poder liberarme de todo y había pasado todo lo contrario: una orden clara de seguir las demandas de Jesús. Le pido a Jesús que conceda estas gracias a otra persona, porque yo no sé aprovecharlas y solamente las malgasto. Jesús, ten compasión de mí, no me encomiendes cosas tan grandes, ves que soy un puñado de polvo inútil.

         ¿Qué podemos aprender hoy del Diario de Santa Faustina?
Primero, la importancia del ofrecimiento del sufrimiento para colaborar con Cristo en la salvación de las almas y hacerles llegar los méritos y gracias que nos alcanzó a todos con su Pasión. Seguramente no tengamos la visión del alma que necesita de nuestro sufrimiento y oración en ese momento, y mucho menos podamos ver el cambio de actitud que pueden experimentar gracias a nuestro ofrecimiento, pero sí es seguro que Dios, a través nuestro, puede salvar a muchas almas de la condenación eterna. Él sí sabe el caso particular de cada uno, y sabe distribuir las gracias según las necesidades de cada uno.
Por otra parte, el relato de la visión donde Jesús le pide a Faustina que pinte el cuadro, nos desvela que Él desea que nos salvemos, desea darnos a conocer su infinita misericordia. Así se lo expresó a Santa Faustina, así es la imagen con la que quiso inmortalizar esa expresión de su infinito amor. Pero requiere nuestra colaboración. Él quiere que esos rayos que llevan infinidad de gracias para cada uno, lleguen a través nuestro. Por muchas dificultades que encontremos, igual que las encontró Santa Faustina, debemos perseverar, hacer conocer al mundo que no hay perdición si nos agarramos a Cristo, que hay esperanza, que el pecado y la muerte no tienen la última palabra, que Cristo ha muerto para que nosotros vivamos, que sufre indeciblemente porque las almas se empecinan en darle la espalda, como el mal ladrón, que teniendo la oportunidad tan cerca no la supo aprovechar. Le queman las llamas de misericordia, como Él mismo dice. Ojalá que Santa Faustina nos ayude a ser apóstoles de la misericordia cada uno en nuestro entorno y así apaguemos estas llamas de su Corazón.