DIARIO DE SANTA FAUSTINA 17
REVELACION DE SU MISERICORDIA
Mi
Corazón está colmado de gran misericordia para las almas y
especialmente para los pobres pecadores. Si pudieran comprender que Yo
soy para ellas el mejor Padre, que para ellas de Mi Corazón ha brotado
Sangre y Agua como de una fuente desbordante de misericordia; para ellas
vivo en el tabernáculo. Como Rey de Misericordia deseo colmar a las
almas de gracias, pero no quieren aceptarlas. Por lo menos tú ven a Mí
lo más a menudo posible y toma estas gracias que ellas no quieren
aceptar y con esto consolaras Mi Corazón. Qué grande es la indiferencia
de las almas ante tanta bondad, ante tantas pruebas de amor!. Mi
Corazón es recompensado solamente con ingratitud, con olvido por parte
de las almas que viven en el mundo. Tienen tiempo para todo, menos para
venir a Mí a recibir las gracias
Me
dirijo a vosotras, almas elegidas, ¿tampoco vosotras entendeis el amor
de Mi Corazón? No encuentro el abandono total en Mi amor. Tantas
reservas, tanta desconfianza, tanta precaución… Para consolarte te diré
que hay almas que viven en el mundo que Me quieren sinceramente, en sus
corazones permanezco con delicia, pero son pocas. También en los
conventos hay almas que llenan de alegría Mi Corazón. En ellas están
grabados Mis rasgos y por eso el Padre Celestial las mira con una
complacencia especial. Ellas serán la maravilla de los Ángeles y de los
hombres. Su número es muy pequeño, ellas constituyen una defensa ante
la Justicia del Padre Celestial e imploran la misericordia por el
mundo. El amor y el sacrificio de estas almas sostienen la existencia
del mundo. Lo que más dolorosamente hiere Mi Corazón es la infidelidad
del alma elegida por mí especialmente; esas infidelidades son como
espadas que traspasan Mi Corazón.
Nadie
puede negar que Dios es infinitamente misericordioso; Él desea que
todos lo sepan. Antes de volver como Juez, desea que las almas lo
conozcan como Rey de Misericordia. Cuando venga este triunfo, nosotros
estaremos ya en la nueva vida, en la que no hay sufrimientos, pero antes
el alma será saturada de amargura, su sufrimiento será real. ¿Cuándo
sucederá esto? no sé; ¿Cuánto tiempo durara? No sé.
Pero Dios prometió una gran gracia, especialmente a ti y a todos que
proclamen esta gran misericordia Mía. Yo Mismo los defenderé en la
hora de la muerte como Mi gloria, aunque los pecados de sus almas sean
negros como la noche; cuando un pecador se dirige a Mi misericordia me
rinde la mayor gloria y es un honor para Mi Pasión. Cuando un alma
exalta Mi bondad, entonces Satanás tiembla y huye al fondo mismo del
infierno.
Con
las almas que recurran a Mi misericordia y con las almas que
glorifiquen y proclamen Mi gran misericordia a los demás, en la hora de
la muerte Me comportaré según Mi infinita misericordia.
Mi Corazón sufre a causa de que ni las almas elegidas entienden lo grande que es Mi misericordia; en su relación conmigo, en
cierto modo hay desconfianza. Cuánto hiere esto mi Corazón. Recordad
Mi Pasión, y si no creéis en Mis palabras, creed al menos en Mis llagas.
Siento
que Dios me permitirá levantar el velo para que la tierra no dude de su
bondad. Dios no está sujeto a eclipses ni a cambios, queda por la
eternidad Uno y siempre Él Mismo; a su voluntad nada puede oponerse.
Siento en mí una fuerza sobrehumana, siento el arrojo y la fortaleza
debidas a la gracia que vive en mí. Comprendo a las almas que sufren,
porque experimenté en mí este fuego. Sin embargo Dios no da
sufrimientos por encima de las fuerzas. A menudo he vivido con la
esperanza contra la esperanza, y he empujado mi esperanza hasta la total
confianza en Dios. Que se haga conmigo lo que ha establecido desde la
eternidad.
Estas son unas máximas que escribe Santa Faustina en su Diario:
Sería muy impropio que una hermana religiosa buscar alivio en el sufrimiento.
El
amor debe ser recíproco. Como el Señor Jesús ha bebido por mí toda la
amargura, entonces yo, su esposa, para dar prueba de mi amor hacia Él,
aceptaré todas las amarguras.
Quien sabe perdonar, se prepara a recibir muchas gracias de parte de Dios. Siempre que mire la cruz, perdonaré sinceramente.
Dios
ofrece las gracias de dos maneras: a través de las inspiraciones y de
las iluminaciones. Si pedimos una gracia, Dios la da, pero debemos
querer aceptarla; y para aceptarla es necesaria la abnegación.
El
amor no consiste en las palabras ni en los sentimientos, sino en la
acción. Es un acto de la voluntad. La inteligencia, la voluntad y el
corazón, debemos ejercitar estas tres facultades durante la oración.
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