viernes, 12 de abril de 2019

Consagración personal al Corazón de Jesús 3


Consagración personal al Corazón de Jesús 3
Familia.- Padres, cónyuges, hijos, hermanos, parientes. Hay personas que no hallan dificultad en ofrecérseme a sí, pero a veces se resisten a poner resueltamente en mis manos algún miembro especial de su familia a quien mucho aman. No parece
sino que voy a matar in continenti todo cuanto a mi bondad se confíe. ¡Qué concepto tan pobre tienen de Mí! A veces dicen que en sí no tienen dificultad en sufrir, pero no quisieran ver sufrir a esa persona; creen que consagrarse a Mí y comenzar a sufrir todos cuantos les rodean, son cosas inseparables. ¿De dónde habrán sacado esa idea? Lo que sí hace la Consagración sincera es suavizar mucho las cruces que todos tenéis que llevar en este mundo.
Bienes de fortuna.- Fincas, negocios, carrera, oficio, empleo, casa, etc. Yo no exijo que las almas que me aman abandonen estas cosas, a no ser que las llame al estado religioso. Todo lo contrario, deben cuidar de ellas ya que constituyen una parte de las obligaciones de su estado. Lo que pido es que las pongan en mis manos, que hagan lo que buenamente puedan, a fin de que tengan feliz éxito; pero el resultado me lo reserven a Mí sin angustias ni zozobras, ni tampoco desesperaciones.
Bienes espirituales.- Ya sabes que todas las acciones virtuosas que ejecutes en estado de gracia, y los sufragios que después de tu muerte se ofrezcan por tu descanso, tienen una parte a la cual puedes renunciar a favor de otras personas ya vivas o difuntas.
Pues bien, hijo mío, desearía que de esa parte me hicieras donación plena, a fin de que Yo la distribuya entre personas que me pareciere bien. Yo sé, mejor que tú, en quiénes preciso establecer mi reinado, a quiénes hace más falta, en dónde surtirá mejor efecto, y así podré repartirla con más provecho que tú. Pero esta donación no es obstáculo para que ciertos sacrificios que la obediencia, la caridad o la piedad piden en algunas ocasiones, puedas ofrecerlos tú.
Todo, pues, has de entregármelo con entera confianza, para que Yo lo administre como me parezca bien y, aunque en ocasiones sueltas pondré a prueba tu confianza haciendo que salgan mal, ya verás cómo, en conjunto, tus asuntos han de caminar mejor, tanto mejor cuanto tú te tomes mayor interés por los míos. Cuanto más pienses tú en Mí, más pensaré Yo en ti; cuanto más te preocupes de mi gloria, más me preocuparé de la tuya; cuanto más trabajes por mis asuntos, más trabajaré por los tuyos. Tienes que procurar, hijo mío, ser más desinteresado. Hay algunas personas que solo piensan en sí; su mundo espiritual es un sistema planetario en el que ellos ocupan el centro, y todo lo demás, incluso mis intereses, al menos prácticamente, son especies de planetas que giran a su alrededor. Este egocentrismo
interior es mal sistema astronómico.
Segunda parte de la Consagración
Hijo mío, hemos llegado con esto a la segunda parte de la Consagración: Cuida tú de mi honra y de mis cosas. Esta es la parte para ti más importante, porque en rigor es la propiamente tuya. La anterior era la mía: si en ella te pedí la entrega de todo, era con el fin de tener las manos libres para cumplir la parte del convenio que me toca; mas la tuya, en la que debes poner toda la decisión de tu alma, la que ha de formar el termómetro que marque los grados de tu amor para conmigo, es la presente: el cuidar de mis santos intereses.
¿Sabes cuáles son mis intereses? Yo, hijo mío, no tengo otros que las almas: estas son mis intereses y mis joyas y mi amor; quiero, como decía a mi sierva Margarita, establecer el imperio de mi amor en todos los corazones. No ha llegado todavía mi reinado;
hay cierta extensión externa en las naciones católicas, pero este reinado hondo, por el cual el amor para conmigo sea quien, no de nombre sino de hecho, mande, gobierne e impere establemente en el alma, ese reinado ¡qué poco extendido está aún en los pueblos cristianos! Y no es que el terreno falte; son numerosas las almas preparadas para ello, y cada día serán más; lo que faltan son apóstoles; dame un corazón tocado con este divino imán, y verás qué prontamente quedan imantados otros.
Maneras de apostolado
¡Qué fácil es ser mi apóstol! No hay edad, ni sexo, ni estado, ni condición que puedan decirse ineptos.
¡Son tantos los modos de trabajar! Míralos:
La oración: o sea, pedir al cielo mi reinado continuamente; pedirlo a mi Padre, pedírmelo a Mí, a mi Madre, a mis Santos.  Pedirlo en la Iglesia, en casa, en la calle, en medio de tus ocupaciones diarias: «¡Que reines!, Corazón Divino»; esta ha de ser la exclamación que en todo el día no se caiga de tus labios; repítela diez, veinte, cincuenta, cien, doscientas veces por día, hasta que se haga habitual; busca mañas para acordarte.
¿Quién no puede ser apóstol? ¡Y qué buen apostolado éste de oración por instantáneas! Dame una muchedumbre de almas lanzando de continuo estas saetas y dime si no harán mella en el cielo; son moléculas de vapor, que se elevan, forman nubes, y se deshacen después en lluvia fecunda sobre el mundo.
El sacrificio: Primero pasivo o de aceptación. ¡Cuántas molestias, disgustos, malos ratos, tristezas, sinsabores, pequeños o grandes, suelen sobreveniros a todos, como me sobrevinieron a Mí, a mi.   Madre y a mis Santos! Pues bien, todo eso, llevado en silencio, con paciencia y aun con alegría, si puedes; todo eso, ofrecido porque reine, ¡qué apostolado tan rico! Hijo mío, la cruz es lo que más vale porque es lo que más cuesta. ¡Cuántas cruces se estropean tristemente entre los hombres! ¡Y son joyas tan preciosas! En segundo lugar, el sacrificio activo o de mortificación; procura habituarte al vencimiento frecuente en cosas pequeñas, práctica tan excelente en la vida espiritual. Vas por la calle y te asalta el deseo de mirar tal objeto, no lo mires; tendrías gusto de probar tal golosina, no la pruebes; te han inculpado una cosa que no has hecho, y no se sigue gran perjuicio en callar, cállate; y así en casos parecidos, y todo porque Yo reine. Y si tu generosidad lo pide puedes pasar a penitencias mayores. Ya ves, ¡qué campo de apostolado se presenta ante tus ojos, y este sí que es eficaz!
Ocupaciones diarias: algunas personas dicen que no pueden trabajar por el reinado del Corazón de Jesús por estar muy ocupadas, como si los deberes de su estado, las obligaciones de su oficio y sus quehaceres diarios, hechos con cuidado y esmero, no pudieran convertirse en trabajos apostólicos. Sí, hijo mío, todo depende de la intención con que se hagan. Una misma madera puede ser trozo de leña que  se arroje en una hornilla, o devotísima imagen que se ponga en un altar. Mientras te ocupas en eso procura muchas veces levantar a Mí tus ojos y como saborearte en hacerlo todo bien, para que todas tus obras
sean monedas preciosísimas que caigan en el cepillo que guardo para la obra de mi reinado en el mundo.
Debes también esforzarte, aunque con paz, por ser cada día más santo; porque cuanto más lo seas, tendrá mayor eficacia lo que hicieres por mi gloria.
La propaganda: a veces pudieras prestar tu favor a alguna empresa de mi Corazón Divino; recomendar tal o cual práctica a las personas que están a tu alrededor, ganarlas si puede ser, a fin de que se entreguen a Mí como te entregaste tú. Y si tienes dificultad en hablar, un folleto no la tiene; dalo o recomiéndalo; colócalo otras veces en un sobre y envíalo de misión a cualquier punto del globo.
¡Cuántas almas me han ganado donde menos se pensaba estos misioneros errabundos!
¡Ya ves si existen maneras de trabajar por mi Reino! Si no luchas, no será por falta de armas. No hay momento en todo el día en que no puedas manejar alguna de ellas. Debes mirar al girasol, que mira sin cesar al astro rey. Es muy fácil ser mi apóstol. Y, ¡qué cosa tan hermosa una vida de continuo iluminada por este ideal esplendoroso!
¡Todas las obras del día selladas con sello de apostolado, y del apostolado magnífico del amor! ¡Todas las obras del día convertidas en oro de caridad! A la hora de la muerte, qué dulce será, hijo mío, echar una mirada hacia atrás y ver cinco, diez, veinte o más años de trescientos sesenta y cinco días cada uno, pasados todos los días así.

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