viernes, 12 de abril de 2019

Consagración personal al Corazón de Jesús 3


Consagración personal al Corazón de Jesús 3
Familia.- Padres, cónyuges, hijos, hermanos, parientes. Hay personas que no hallan dificultad en ofrecérseme a sí, pero a veces se resisten a poner resueltamente en mis manos algún miembro especial de su familia a quien mucho aman. No parece
sino que voy a matar in continenti todo cuanto a mi bondad se confíe. ¡Qué concepto tan pobre tienen de Mí! A veces dicen que en sí no tienen dificultad en sufrir, pero no quisieran ver sufrir a esa persona; creen que consagrarse a Mí y comenzar a sufrir todos cuantos les rodean, son cosas inseparables. ¿De dónde habrán sacado esa idea? Lo que sí hace la Consagración sincera es suavizar mucho las cruces que todos tenéis que llevar en este mundo.
Bienes de fortuna.- Fincas, negocios, carrera, oficio, empleo, casa, etc. Yo no exijo que las almas que me aman abandonen estas cosas, a no ser que las llame al estado religioso. Todo lo contrario, deben cuidar de ellas ya que constituyen una parte de las obligaciones de su estado. Lo que pido es que las pongan en mis manos, que hagan lo que buenamente puedan, a fin de que tengan feliz éxito; pero el resultado me lo reserven a Mí sin angustias ni zozobras, ni tampoco desesperaciones.
Bienes espirituales.- Ya sabes que todas las acciones virtuosas que ejecutes en estado de gracia, y los sufragios que después de tu muerte se ofrezcan por tu descanso, tienen una parte a la cual puedes renunciar a favor de otras personas ya vivas o difuntas.
Pues bien, hijo mío, desearía que de esa parte me hicieras donación plena, a fin de que Yo la distribuya entre personas que me pareciere bien. Yo sé, mejor que tú, en quiénes preciso establecer mi reinado, a quiénes hace más falta, en dónde surtirá mejor efecto, y así podré repartirla con más provecho que tú. Pero esta donación no es obstáculo para que ciertos sacrificios que la obediencia, la caridad o la piedad piden en algunas ocasiones, puedas ofrecerlos tú.
Todo, pues, has de entregármelo con entera confianza, para que Yo lo administre como me parezca bien y, aunque en ocasiones sueltas pondré a prueba tu confianza haciendo que salgan mal, ya verás cómo, en conjunto, tus asuntos han de caminar mejor, tanto mejor cuanto tú te tomes mayor interés por los míos. Cuanto más pienses tú en Mí, más pensaré Yo en ti; cuanto más te preocupes de mi gloria, más me preocuparé de la tuya; cuanto más trabajes por mis asuntos, más trabajaré por los tuyos. Tienes que procurar, hijo mío, ser más desinteresado. Hay algunas personas que solo piensan en sí; su mundo espiritual es un sistema planetario en el que ellos ocupan el centro, y todo lo demás, incluso mis intereses, al menos prácticamente, son especies de planetas que giran a su alrededor. Este egocentrismo
interior es mal sistema astronómico.
Segunda parte de la Consagración
Hijo mío, hemos llegado con esto a la segunda parte de la Consagración: Cuida tú de mi honra y de mis cosas. Esta es la parte para ti más importante, porque en rigor es la propiamente tuya. La anterior era la mía: si en ella te pedí la entrega de todo, era con el fin de tener las manos libres para cumplir la parte del convenio que me toca; mas la tuya, en la que debes poner toda la decisión de tu alma, la que ha de formar el termómetro que marque los grados de tu amor para conmigo, es la presente: el cuidar de mis santos intereses.
¿Sabes cuáles son mis intereses? Yo, hijo mío, no tengo otros que las almas: estas son mis intereses y mis joyas y mi amor; quiero, como decía a mi sierva Margarita, establecer el imperio de mi amor en todos los corazones. No ha llegado todavía mi reinado;
hay cierta extensión externa en las naciones católicas, pero este reinado hondo, por el cual el amor para conmigo sea quien, no de nombre sino de hecho, mande, gobierne e impere establemente en el alma, ese reinado ¡qué poco extendido está aún en los pueblos cristianos! Y no es que el terreno falte; son numerosas las almas preparadas para ello, y cada día serán más; lo que faltan son apóstoles; dame un corazón tocado con este divino imán, y verás qué prontamente quedan imantados otros.
Maneras de apostolado
¡Qué fácil es ser mi apóstol! No hay edad, ni sexo, ni estado, ni condición que puedan decirse ineptos.
¡Son tantos los modos de trabajar! Míralos:
La oración: o sea, pedir al cielo mi reinado continuamente; pedirlo a mi Padre, pedírmelo a Mí, a mi Madre, a mis Santos.  Pedirlo en la Iglesia, en casa, en la calle, en medio de tus ocupaciones diarias: «¡Que reines!, Corazón Divino»; esta ha de ser la exclamación que en todo el día no se caiga de tus labios; repítela diez, veinte, cincuenta, cien, doscientas veces por día, hasta que se haga habitual; busca mañas para acordarte.
¿Quién no puede ser apóstol? ¡Y qué buen apostolado éste de oración por instantáneas! Dame una muchedumbre de almas lanzando de continuo estas saetas y dime si no harán mella en el cielo; son moléculas de vapor, que se elevan, forman nubes, y se deshacen después en lluvia fecunda sobre el mundo.
El sacrificio: Primero pasivo o de aceptación. ¡Cuántas molestias, disgustos, malos ratos, tristezas, sinsabores, pequeños o grandes, suelen sobreveniros a todos, como me sobrevinieron a Mí, a mi.   Madre y a mis Santos! Pues bien, todo eso, llevado en silencio, con paciencia y aun con alegría, si puedes; todo eso, ofrecido porque reine, ¡qué apostolado tan rico! Hijo mío, la cruz es lo que más vale porque es lo que más cuesta. ¡Cuántas cruces se estropean tristemente entre los hombres! ¡Y son joyas tan preciosas! En segundo lugar, el sacrificio activo o de mortificación; procura habituarte al vencimiento frecuente en cosas pequeñas, práctica tan excelente en la vida espiritual. Vas por la calle y te asalta el deseo de mirar tal objeto, no lo mires; tendrías gusto de probar tal golosina, no la pruebes; te han inculpado una cosa que no has hecho, y no se sigue gran perjuicio en callar, cállate; y así en casos parecidos, y todo porque Yo reine. Y si tu generosidad lo pide puedes pasar a penitencias mayores. Ya ves, ¡qué campo de apostolado se presenta ante tus ojos, y este sí que es eficaz!
Ocupaciones diarias: algunas personas dicen que no pueden trabajar por el reinado del Corazón de Jesús por estar muy ocupadas, como si los deberes de su estado, las obligaciones de su oficio y sus quehaceres diarios, hechos con cuidado y esmero, no pudieran convertirse en trabajos apostólicos. Sí, hijo mío, todo depende de la intención con que se hagan. Una misma madera puede ser trozo de leña que  se arroje en una hornilla, o devotísima imagen que se ponga en un altar. Mientras te ocupas en eso procura muchas veces levantar a Mí tus ojos y como saborearte en hacerlo todo bien, para que todas tus obras
sean monedas preciosísimas que caigan en el cepillo que guardo para la obra de mi reinado en el mundo.
Debes también esforzarte, aunque con paz, por ser cada día más santo; porque cuanto más lo seas, tendrá mayor eficacia lo que hicieres por mi gloria.
La propaganda: a veces pudieras prestar tu favor a alguna empresa de mi Corazón Divino; recomendar tal o cual práctica a las personas que están a tu alrededor, ganarlas si puede ser, a fin de que se entreguen a Mí como te entregaste tú. Y si tienes dificultad en hablar, un folleto no la tiene; dalo o recomiéndalo; colócalo otras veces en un sobre y envíalo de misión a cualquier punto del globo.
¡Cuántas almas me han ganado donde menos se pensaba estos misioneros errabundos!
¡Ya ves si existen maneras de trabajar por mi Reino! Si no luchas, no será por falta de armas. No hay momento en todo el día en que no puedas manejar alguna de ellas. Debes mirar al girasol, que mira sin cesar al astro rey. Es muy fácil ser mi apóstol. Y, ¡qué cosa tan hermosa una vida de continuo iluminada por este ideal esplendoroso!
¡Todas las obras del día selladas con sello de apostolado, y del apostolado magnífico del amor! ¡Todas las obras del día convertidas en oro de caridad! A la hora de la muerte, qué dulce será, hijo mío, echar una mirada hacia atrás y ver cinco, diez, veinte o más años de trescientos sesenta y cinco días cada uno, pasados todos los días así.

jueves, 4 de abril de 2019

Consagración personal al Corazón de Jesús 2. Charla Semanal


Consagración personal al Corazón de Jesús 2

Dos clases de devoción
Yacen mis alhajas más preciosas allá en el fondo del cofre, porque todavía quedan muchos que no han caído enteramente en la cuenta. Esta devoción divina es un grueso filón de oro que atraviesa todo el campo de la Iglesia; generalmente se explotan las capas más exteriores que se hallan a flor de tierra, y por eso todo el mundo las descubre, y con muy poco trabajo pueden aprovecharse de ellas; ¿quién no conoce, por ejemplo, la Comunión de los primeros
viernes de mes y la Consagración de las familias? ¿Quién no asiste de cuando en cuando a alguna fiesta en mi honor? ¿Quién no tiene su nombre escrito en la lista de alguna Congregación y cumple con una u otra de sus prácticas más fáciles? Todos estos son viajeros que, al pasar por el filón, se detienen un momento, remueven algo la arena, hallan algunas pepitas de oro y continúan su camino. Mas son pocos, hijo mío, los que se lanzan a ahondar de lleno en la mina, los que pudieran llamarse mineros de profesión.

Consagración
En efecto, la Consagración es la práctica fundamental de la devoción a mi Corazón Divino. Pero, ¡cuánta rutina se observa ya en este punto! Cuántas personas piadosas están haciendo cada día consagraciones que se hallan en los libros píos y, sin embargo, no son almas consagradas de verdad: más bien que hacer consagraciones las rezan, son rezadoras de consagraciones.
Oye, hijo mío, en qué consiste la Consagración completa, según yo mismo enseñé a mis amigos más íntimos, según ellos lo explicaron en sus diversos escritos, y según lo dejaron confirmado con su ejemplo.

Un pacto
La Consagración puede reducirse a un pacto: a aquel que Yo pedí a mi primer apóstol de España, Bernardo de Hoyos, y antes en términos equivalentes, a mi sierva Sta. Margarita: Cuida tú de mi honra y de mis cosas, que mi corazón cuidará de ti y de las tuyas. También contigo desearía hacer este pacto.
Yo, que como Señor absoluto podría acercarme, exigiendo sin ningunas condiciones, quiero pactar con mis criaturas. Y tú, ¿no quieres pactar conmigo? No tengas miedo que hayas de salir perdiendo. Yo en los tratos con mis criaturas, soy tan condescendiente y benigno, que cualquiera pensaría que me engañan. Además es un convenio que no te obligará de suyo ni bajo pecado mortal, ni bajo pecado venial; Yo no quiero compromisos que te ahoguen; quiero amor, generosidad, paz; no zozobras y apreturas de conciencia.
Ya ves que el pacto tiene dos partes; una que me obliga a Mí y otra que te obliga a ti. A Mí, a cuidar de ti y de tus intereses; a ti, a cuidar de Mí y de los míos. ¿Verdad que es un convenio muy dulce?

Primera parte
de la Consagración
Empezaremos por la parte mía: Yo cuidaré de ti y de tus cosas. Para eso es necesario que todas,  a saber: alma, cuerpo, vida, salud, familia, asuntos, en una palabra, todo: lo remitas plenamente a la disposición de mi suave providencia y que me dejes hacer. Yo quiero arreglarlas a mi gusto y tener las manos libres. Por eso deseo que me des todas las llaves; que me concedas licencia para entrar y salir cuando Yo quiera; que no andes vigilándome para ver y examinar lo que hago; que no me pidas cuenta de ningún paso que dé, aunque no veas la
razón y aun parezca a primera vista que va a causarte daño; pues, aunque tengas muchas veces que ir a ciegas, te consolará el saber que te hallas en buenas manos. Y cuando ofrezcas tus cosas, no ha de ser con el fin precisamente de que Yo te las arregle a tu gusto, porque eso ya es ponerme condiciones y proceder con miras interesadas, sino para que las arregle según me parezca a Mí; para que proceda en todo como dueño y como Rey, con entera libertad, aunque prevea alguna vez que mi determinación te haya de ser dolorosa. Tú no ves sino el presente, Yo veo lo por venir; tú miras con microscopio, Yo miro con telescopio de inconmensurable alcance; y soluciones, que de momento parecerían felicísimas, son a veces desastrosas para lo que ha de llegar; fuera de que en ocasiones, para probar tu fe y confianza en Mí y hacerte merecer gloria, permitiré de momento, con intención deliberada, el trastorno de tus planes.
Mas con esto no quiero que te abandones a una especie de fatalismo quietista y descuides tus asuntos interiores. Debes seguir como ley aquel consejo que os dejé en el Evangelio: «Cuando hubiereis hecho cuanto se os había mandado, decid: siervos inútiles somos». Debes en cualquier asunto tomar todas las diligencias que puedas, como si el éxito dependiera de ti solo, y después decirme con humilde confianza: «Corazón de Jesús, hice según mi flaqueza, cuanto buenamente pude; lo demás ya es cosa tuya, el resultado lo dejo a tu providencia». Y después de dicho esto, procura desechar toda inquietud y quedarte con el reposo de un lago en una tranquila tarde de otoño.

Lo que se debe ofrecer
Como dije, debéis ofrecerme todo sin excluir absolutamente nada, pues solo me excluyen algo las personas que se fían poco de Mí.
El Alma.- Ponla en mis manos: tu salvación eterna, grado de gloria en el cielo, progreso en virtud, defectos, pasiones, miserias, todo. Hay algunas personas que siempre andan henchidas de temores, angustias, desalientos por las cosas del espíritu. Si esto es, hijo mío, porque pecas gravemente, está muy justificado.
Es un estado tristísimo el del pecado mortal, que a todo trance debes abandonar enseguida, ya que te hace enemigo formal mío. Esfuérzate, acude a Mí con instancia, que Yo te ayudaré mucho, y sobre todo confiésate con frecuencia si puedes, que éste es un excelente remedio. Caídas graves no son obstáculo para consagrarse a Mí, con tal que haya sincero deseo de enmienda; la Consagración será un magnífico medio para salir de este estado.
Hay otra clase de personas que no pecan mortalmente y, sin embargo, siempre están interiormente de luto, porque creen que no progresan en la vida espiritual. Esto no me satisface. Debes también aquí hacer cuanto buenamente puedas según la flaqueza
humana, y lo demás abandonarlo a Mí. El cielo es un jardín completísimo, y así debe contener toda variedad de plantas; no todo ha de ser cipreses, azucenas y claveles; también ha de haber tomillos; ofrécete para ocupar ese lugar. Todas esas amarguras en personas que no pecan gravemente nacen de que buscan más su gloria que la mía. La virtud, la perfección, tiene dos aspectos: el de ser bien tuyo y el de ser bien mío; tú debes procurarla con empeño, mas con paz, por ser bien mío, pues lo tuyo, en cuanto tuyo, ya quedamos en que debes remitirlo a mi cuidado. Además, debes tener en cuenta que si te entregas a Mí, la obra de tu perfección más que tú la haré Yo.
El cuerpo.- También Yo quiero encargarme de tu salud y tu vida, y por eso tienes que ponerlas en mis manos. Yo sé lo que te conviene, tú no lo sabes.
Toma los medios que buenamente se puedan para conservar o recuperar la salud, y lo demás remítelo a mi cuidado, desechando aprehensiones, imaginaciones, miedos, persuadido de que no de medicinas ni de médicos, sino de Mí vendrán principalmente la
enfermedad y el remedio.

viernes, 29 de marzo de 2019

LA CONSAGRACIÓN AL CORAZÓN DE JESÚS. Charla Semanal

Consagración personal al Corazón de Jesús
Por Florentino Alcañiz, S.J.
Descansa un poquito, alma cristiana, del tráfico de la vida y escucha las amorosas palabras del Corazón de Jesús, de ese Dios de amor y misericordia, que tanto anhela tu bien.
Dime, hijo mío, ¿eres feliz? ¿Estás contento? ¿Tu corazón tiene paz? ¿Goza de aquella tranquilidad en lo hondo, parecida a la quietud de la arena que descansa en el fondo de los mares muy profundos?
Tal vez eres tú de esas almas desgraciadas que lloran por encontrarse caídas a cada paso en la culpa, pero que a manera de palomas que tuviesen las alas apelmazadas de cieno, parece que no pueden acabar de levantarse.
Tal vez eres de esas otras que caminan arrastrándose por la senda pendiente y estrecha de la virtud, con la fría languidez de esa tisis del espíritu que se llama tibieza.
Tal vez, en fin, seas de aquellas, ni pecadoras ni tibias, pero en cuya mirada triste se ve retratado el desaliento: almas que, o bien a la manera de águilas con los vuelos recortados, se pasan toda la vida en lanzarse a los espacios y caer mil veces en tierra desalentadas, o bien, al modo de caminantes que marchasen por un arenal inmenso, se desaniman y hastían de andar y andar tantos años y tan poco adelantar. iCuánta compasión me causan todas estas pobrecitas almas! iY son tantas…!
Sin embargo, oye las consoladoras ideas que he comunicado yo a mis confidentes íntimos, para que fuesen como acueductos de plata o como cables eléctricos, por medio de los cuales se transmitiesen al mundo las luces y los ardores de mi Corazón amante.
«Los tesoros de bendiciones y de gracias que este Sagrado Corazón encierra, son infinitos; yo no sé que haya ningún ejercicio de devoción en la vida espiritual, que sea más a propósito para levantar un alma en poco tiempo a la perfección más alta, y para hacerle gustar las verdaderas dulzuras que se encuentran en el servicio de Jesucristo». Sta. Margarita. Vida y Obras
«Yo no sé, mi querida madre, si comprenderá Vd. lo que es la devoción al Corazón de Ntro. Señor Jesucristo de que le hablo, la cual produce un gran fruto y cambio en todos aquellos que se consagran a ella y se entregan con fervor».
«Cuanto a las personas seglares, ellas hallarán por medio de esta amable devoción todos los socorros necesarios a su estado; esto es: la paz en sus familias, el alivio en sus trabajos, las bendiciones del cielo en todas sus empresas, el consuelo en sus miserias; y en este Sagrado Corazón encontrarán su lugar de refugio durante la vida y principalmente a la hora de la muerte. ¡Oh, qué dulce es morir después de haber tenido una tierna y constante devoción al Corazón de Jesús!»
«Sobre todo, haga Vd. por que la abracen las personas religiosas, porque sacarán de ella tantos auxilios, que no será necesario otro remedio para restablecer el fervor primitivo y la más exacta regularidad en las Comunidades menos observantes, y llevar a las que viven en más perfecta observancia, al colmo de la perfección».
Un viernes, después de la sagrada Comunión, dijo Él a su indigna esclava si mal no recuerdo, estas palabras:
«Yo te prometo, en el exceso de la misericordia de mi Corazón, que mi amor todopoderoso concederá a cuantos comulgaren nueve primeros viernes de mes seguidos, la gracia de la penitencia final, o sea, que no morirán en desgracia mía, ni sin recibir los sacramentos, y que mi Corazón se constituirá en seguro asilo de ellos en aquel postrer momento»
«Nuestro glorioso protector, San Miguel, acompañado de innumerable multitud de espíritus angélicos, me certificó de nuevo estar él encargado de la causa del Corazón de Jesús, como de uno de los mayores negocios de la gloria de Dios y utilidad de
la Iglesia, que en toda la sucesión de los siglos se han tratado desde que el mundo es mundo... Este misterio escondido a los siglos, este sacramento manifiesto nuevamente al mundo, este designio formado en la mente divina a favor de los hombres y descubierto ahora en la Iglesia, es uno de los que por decirlo así se llevan las atenciones de un Dios cuidadoso de nuestro bien y de la gloria del Salvador».
«Parecióme ver (interiormente) que esta luz, el Corazón de Jesús, este sol adorable derramaba sus rayos sobre la tierra, primero en un espacio reducido, y que luego se extendía hasta iluminar el mundo entero. Y me dijo: con el resplandor de esa luz, los pueblos y las naciones serán iluminados y con su ardor recaldeados.»
Dime, ahora, con toda sinceridad, hijo mío, si después de leer estas ideas, ¿no comienzas casi casi a persuadirte de que la devoción al Corazón de Jesús es algo grande en el mundo? Sí, hijo mío; si lo dudas, estudia con atención este asunto y te convencerás por ti mismo; esta convicción personal desearía Yo en todos mis fieles, sobre todo en mis sacerdotes y en mis religiosos; no creer porque se ha oído, sino conocer porque se ha visto; de esta manera se forman los convencidos, que son los que hacen algo en la tierra.
iOh!, si lograse que tú fueses uno de esos convencidos de mi corazón.
Yacen mis alhajas más preciosas allá en el fondo del cofre, porque todavía quedan muchos que no han caído enteramente en la cuenta. Esta devoción divina es un grueso filón de oro que atraviesa todo el campo de la Iglesia; generalmente se explotan las capas más exteriores que se hallan a flor de tierra, y por eso todo el mundo las descubre, y con muy poco trabajo pueden aprovecharse de ellas; ¿quién no conoce, por ejemplo, la Comunión de los primeros viernes de mes y la Consagración de las familias?¿Quién no asiste de cuando en cuando a alguna fiesta en mi honor? ¿Quién no tiene su nombre escrito en la lista de alguna Congregación y cumple con una u otra de sus prácticas más fáciles? Todos estos son viajeros que, al pasar por el filón, se detienen un momento, remueven algo la arena, hallan algunas pepitas de oro y continúan su camino. Mas son pocos, hijo mío, los que se lanzan a ahondar de lleno en la mina, los que pudieran llamarse mineros de profesión.

domingo, 24 de marzo de 2019

NECESIDAD DE CONVERSION


NECESIDAD DE CONVERSION

Del Evangelio según Lucas 13,1-9
En aquel momento llegaron algunos que le contaron lo de los galileos, cuya sangre había mezclado Pilato con la de los sacrificios que ellos ofrecían. Les respondió Jesús: «¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que todos los demás galileos, porque han padecido estas cosas? No, os lo aseguro; y si no os convertís, todos pereceréis del mismo modo. O aquellos dieciocho sobre los que se desplomó la torre de Siloé y los mató, ¿pensáis que eran más culpables que los demás hombres que habitaban en Jerusalén? No, os lo aseguro; y si no os convertís, todos pereceréis del mismo modo.» Les dijo esta parábola: «Un hombre tenía plantada una higuera en su viña, fue a buscar fruto de ella y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: `Ya hace tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera y no lo encuentro. Córtala; ¿Para qué ha de ocupar el terreno estérilmente?' Pero él le respondió: `Señor, déjala todavía este año y mientras tanto cavaré a su alrededor y echaré abono, por si da fruto en adelante; y si no lo da, entonces la cortarás.'»

El evangelio de hoy nos proporciona información que encontramos sólo en el evangelio de Lucas y no tiene pasajes paralelos en otros evangelios. Estamos meditando el largo caminar de Jesús, desde Galilea hasta Jerusalén, que ocupa casi la mitad del evangelio de Lucas y nos habla sobre la vida y la enseñanza de Jesús
Los galileos que aparecen en el Evangelio de Lucas, no reconocían al César como señor y también prohibían ofrecer las víctimas establecidas por la salud del emperador y del pueblo romano. Pilato, indignado por esto contra ellos, mandó sacrificarlos entre las mismas víctimas que se ofrecían según la ley, de modo que su sangre se mezcló con la de las víctimas ofrecidas. El pueblo creyó que estos galileos habían padecido con justicia este castigo porque habían escandalizado al pueblo y excitado el odio de los súbditos contra los magistrados. Y por esto cuentan esto al Salvador deseando conocer lo que opinaba sobre ello.
Jesús ayuda a las personas a leer los hechos con otros ojos y a sacar una conclusión para su vida. Dice que no fue castigo de Dios. Y añade: “Y si no os convertís, todos pereceréis del mismo modo”  procurando alertar hacia la conversión y el cambio.
Y además Jesús comenta otro hecho. “O aquellos dieciocho sobre los que se desplomó la torre de Siloé y los mató, ¿pensáis que eran más culpables que los demás hombres que habitaban en Jerusalén?” Debió haber sido un desastre muy comentado en la ciudad. Una tormenta derribó la torre de Siloé y mató a dieciocho personas que se estaban abrigando debajo. El comentario normal era: “¡Castigo de Dios!” Jesús repite: “No, os lo aseguro; y si no os convertís, todos pereceréis del mismo modo ". Ellos no se convirtieron, no cambiaron, y cuarenta años después Jerusalén fue destruida y mucha gente murió asesinada en el Templo, como los samaritanos, y mucha más murió debajo de los escombros de las murallas de la ciudad. Jesús trató de prevenirlos, pero no le escucharon.
A continuación les dice una parábola, la de la higuera plantada en una viña y que no da fruto durante ya tres años, para que la gente piense y descubra el proyecto de Dios. Muchas veces la viña es usada tanto para indicar el cariño que Dios tiene hacia su pueblo, como falta de correspondencia de parte de la gente hacia el amor de. En la parábola, el dueño de la viña es Dios Padre. El agricultor que intercede por la viña es Jesús. Insiste al Padre para que alargue el tiempo de la conversión.
Hoy Cristo desenmascara una preocupación presente en muchos hombres de nuestro tiempo. Y es la preocupación de pensar que los sufrimientos de la vida tienen que ver con la amistad o enemistad con Dios. Cuando todo va bien y no hay grandes angustias o desconsuelos creemos que estamos en paz y amistad con Dios.
 ¿Acaso creemos que los miles de personas que mueren en los atentados padecieron de esa forma porque eran más pecadores que nosotros? Por supuesto que no, pues Dios no es un legislador injusto que castiga a quienes pecan. Mejor es preocuparnos por nuestra propia conversión y dejar de juzgar a los demás por lo que les pasa en la vida.
Dejemos de calcular cómo están los demás ante Dios e interesémonos más por nuestra propia conversión. Los acontecimientos dolorosos de la vida no son la clave para ver la relación de Dios con nuestro prójimo. Dios puede permitir una gran cantidad de sufrimientos en una familia para hacerles crecer en la fe y confianza con Él, pero no por eso quiere decir que Dios esté contra ellos.

La higuera estéril designa a todos los hombres que rechazan constantemente dar frutos y por este motivo son amenazados, poniendo el hacha en las raíces de este árbol ingrato. Pero el jardinero intercede, posponiendo la ejecución del hacha y tratando de aplicar un remedio eficaz al árbol enfermo. Este jardinero nos recuerda a todos los santos que oran en la Iglesia por todos aquellos que están fuera de la Iglesia. Y, ¿qué piden ellos? «Señor, déjala este año todavía», es decir, concede un tiempo de gracia, salva a los pecadores, salva a los incrédulos, salva a las almas estériles, salva a los corazones que no producen fruto… «Cavaré a su alrededor y echaré abono, por si da fruto en adelante; y si no da, la cortarás.»

El Señor volverá a recoger frutos. ¿Cuándo? En el momento del Juicio, cuando venga a juzgar a los vivos y a los muertos. ¿Qué hemos de hacer mientras el Señor vuelve? La respuesta la podemos encontrar en la fosa cavada alrededor del árbol, que significa una exhortación a la humildad y a la penitencia. La fosa es cavada bajo tierra y allí se debe echar una buena parte de estiércol. El estiércol es sucio, pero hace fructificar. El estiércol hace referencia al dolor por nuestros pecados. Si somos llamados a hacer penitencia, hagámoslo con inteligencia y sinceridad, teniendo presente nuestra nada.

sábado, 16 de marzo de 2019

LA TRANSFIGURACIÓN. Charla Semanal



LA TRANSFIGURACIÓN

Del santo Evangelio según san Lucas 9, 28-36
En aquel tiempo, Jesús se llevó a Pedro, Juan y Santiago, y subió al monte a orar. Y sucedió que, mientras oraba, el aspecto de su rostro se mudó, y sus vestidos eran de una blancura fulgurante, y he aquí que conversaban con él dos hombres, que eran Moisés y Elías; los cuales aparecían en gloria, y hablaban de su partida, que iba a cumplir en Jerusalén. Pedro y sus compañeros estaban cargados de sueño, pero permanecían despiertos, y vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él. Y sucedió que, al separarse ellos de él, dijo Pedro a Jesús: Maestro, bueno es estarnos aquí. Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías, sin saber lo que decía. Estaba diciendo estas cosas cuando se formó una nube y los cubrió con su sombra; y al entrar en la nube, se llenaron de temor. Y vino una voz desde la nube, que decía: Este es mi Hijo, mi Elegido; escuchadle. Y cuando la voz hubo sonado, se encontró Jesús solo. Ellos callaron y, por aquellos días, no dijeron a nadie nada de lo que habían visto.

Y se transfiguró ante ellos, de modo que su rostro se puso resplandeciente como el sol, y sus vestidos blancos como la luz.
Este importante acontecimiento, en el que por un momento la divinidad y el mundo celestial irrumpen en la vida terrena de Jesús, estuvo envuelto para los discípulos que lo presenciaron, y también para nosotros, en el velo del misterio; no podemos llegar a una plena comprensión de él. Los evangelistas, para expresar lo inefable, se valen de imágenes como «... brillante como el sol... blancos como la luz…, blancura fulgurante…», y añaden que los discípulos se llenaron de temor, aunque las palabras de Pedro: Maestro, bueno es estarnos aquí. Vamos a hacer tres tiendas…, revelan bienaventuranza y complacencia.

La transfiguración cumple la función de confirmar que Jesús es nada más y nada menos que el Hijo de Dios y también nos da información específica respecto a la razón de su venida, es decir, su misión mesiánica, que les revelará después y que no entenderán.
Jesús se transfigura «para quitar del corazón de sus discípulos el escándalo de la cruz», para ayudarles a sobrellevar los momentos oscuros de su Pasión. Cruz y gloria están íntimamente unidos.
Muchas veces en nuestra vida necesitamos momentos previos de gloria, de unión fuerte con Dios, de gracias especiales de reconocimiento de la presencia de Dios en nuestra vida, para luego sobrellevar y tener fuerzas para abrazar la cruz que permite y desea para nosotros.
Los discípulos nunca olvidaron lo que sucedió ese día en el monte. Juan escribió en su evangelio, “Y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.”
De igual manera, nosotros no debemos olvidar los momentos fuertes de gracia cuando la cruz oscurece esos momentos de gloria.

De la nube, que es símbolo y revelación de la presencia de Dios, salió una voz divina que, al igual que en el Jordán, atestiguaba que Jesús es el Hijo amado y único de Dios. La voz del cielo constituye el elemento central de la escena del Tabor, y va dirigida expresamente a los discípulos, para quienes significaba una confirmación divina de la mesianidad de Jesús, afirmada poco antes por Pedro: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo. Y ratificada por el propio Cristo.

Santo Tomás de Aquino comenta que en la Transfiguración «apareció toda la Trinidad: el Padre en la voz, el Hijo en el hombre, el Espíritu en la nube luminosa». Y una plegaria de la liturgia bizantina dice al Señor Jesús: «Tú te transfiguraste en la montaña, y tus discípulos, en la medida en que eran capaces, contemplaron tu Gloria, oh Cristo Dios, a fin de que, cuando te vieran crucificado, comprendieran que tu Pasión era voluntaria, y anunciaran al mundo que Tú eres verdaderamente la irradiación del Padre».

El «Escuchadle» que sale de la nube, significa escuchar al Señor con la disposición sincera de identificarse con Él y esto nos lleva a aceptar el sacrificio,  a poner a Jesús en el centro de nuestra atención: Hemos de oírlo, y dejar que su vida y enseñanzas divinicen nuestra vida ordinaria.
«Señor nuestro, aquí nos tienes, dispuestos a escuchar cuanto quieras decirnos. Háblanos; estamos atentos a tu voz. Que tu conversación, cayendo en nuestra alma, inflame nuestra voluntad para que se lance fervorosamente a obedecerte».
¡Jesús: verte, hablarte! ¡Permanecer así, contemplándote, abismado en la inmensidad de tu hermosura y no cesar nunca, nunca, en esa contemplación! ¡Oh Cristo, quién te viera! ¡Quién te viera para quedar herido de amor a Ti!
Buscaré, Señor, tu rostro. Me ilusiona cerrar los ojos, y pensar que llegará el momento, cuando Dios quiera, en que podré verle, no como en un espejo, y bajo imágenes oscuras... sino cara a cara. Sí, mi corazón está sediento de Dios, del Dios vivo: ¿cuándo veré el rostro de Dios?

viernes, 8 de marzo de 2019

LAS TENTACIONES DE JESUS EN EL DESIERTO


LAS TENTACIONES DE JESUS EN EL DESIERTO

Del santo Evangelio según san Lucas 4, 1-13
En aquel tiempo, Jesús lleno del Espíritu Santo, se volvió del Jordán, y fue conducido por el Espíritu al desierto. Durante cuarenta días, fue tentado por el diablo. No comió nada en aquellos días y, al cabo de ellos, sintió hambre. Entonces el diablo le dijo: Si eres Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan. Jesús le respondió: Esta escrito: No sólo de pan vive el hombre. Llevándole a una altura le mostró en un instante todos los reinos de la tierra; y le dijo el diablo: Te daré todo el poder y la gloria de estos reinos, porque a mí me ha sido entregado, y se lo doy a quien quiero. Si, pues, me adoras, todo será tuyo. Jesús le respondió: Esta escrito: Adorarás al Señor tu Dios y sólo a él darás culto. Le llevó a Jerusalén, y le puso sobre el alero del Templo, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo; porque está escrito: A sus ángeles te encomendará para que te guarden. Y en sus manos te llevarán para que no tropiece tu pie en piedra alguna. Jesús le respondió: Está dicho: No tentarás al Señor tu Dios. Acabada toda tentación, el diablo se alejó de él hasta un tiempo oportuno.

Meditación del Papa Francisco
El evangelista describe la prueba afrontada voluntariamente por Jesús, antes de iniciar su misión mesiánica. Es una prueba de la cual el Señor sale victorioso y que lo prepara a anunciar el Evangelio del Reino de Dios. Él, en aquellos cuarenta días de soledad, se enfrentó a Satanás “cuerpo a cuerpo”, desenmascaró sus tentaciones y lo venció. Y en Él hemos vencido todos, pero a nosotros nos toca proteger en nuestro cotidiano esta victoria.
La Iglesia nos hace recordar tal misterio al comienzo de la Cuaresma, porque ello nos da la perspectiva y el sentido de este tiempo, que es tiempo de lucha --en la Cuaresma se debe luchar-- un tiempo de lucha espiritual contra el espíritu del mal. Y mientras atravesamos el ‘desierto’ cuaresmal, tenemos la mirada dirigida hacia la Pascua, que es la victoria definitiva de Jesús contra el maligno, contra el pecado y contra la muerte. He aquí entonces el significado de este primer domingo de Cuaresma: volver decididamente al camino de Jesús, el camino que conduce a la vida. Mirar a Jesús, qué ha hecho Jesús e ir con Él.
Y este camino de Jesús pasa a través del desierto. El desierto es el lugar en el cual se puede escuchar la voz de Dios y la voz del tentador. En el ruido, en la confusión, esto no se puede hacer; se escuchan sólo las voces superficiales. En cambio, en el desierto, podemos bajar en profundidad, donde se juega verdaderamente nuestro destino, la vida o la muerte.  (Homilía de S.S. Francisco, 22 de febrero de 2015).
Aquí aparecen los elementos más importantes de la cuaresma: el desierto, los cuarenta días, la oración, el ayuno y la lucha contra la tentación.
"Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan" -le dice el demonio a Jesús-. Ante todo, hemos de notar que las tres tentaciones comienzan con la misma premisa: "Si eres Hijo de Dios...". Pero, ¡qué insolente es el demonio! Se atreve no sólo a tentar al Hijo del Dios bendito, sino que, además, pone en duda su condición divina. O, al menos, trata de "provocarlo" y lo reta con gran desfachatez. Así hace siempre Satanás. Su táctica es la mentira insolente, la suspicacia, la insinuación de la duda. Y termina en abierta rebeldía. Así actuó también con Eva en el paraíso, haciéndola dudar de la bondad de Dios y arrastrándola luego a la desobediencia frontal. "Diablo" es un vocablo griego y significa "mentiroso, calumniador". Y "Satán", en hebreo, es el "adversario", el acusador. Por eso nuestro Señor lo llama "padre de la mentira" porque es "mentiroso desde el principio", desde la creación del mundo.

Es obvio que, después de cuarenta días de ayuno, nuestro Señor tuviera hambre. Y el "adversario", sumamente astuto, se aprovecha de esta coyuntura para tentarlo precisamente por aquí. Satanás siempre nos tienta por nuestra parte más débil. Pero ésta no es una tentación de "gula", como muchos comentaristas del Evangelio han explicado. ¿Qué pecado de gula podía haber en nuestro Señor después de tantos días sin comer? En todo caso, sería aprovecharse de una necesidad de Cristo. Además de mentiroso, es un "aprovechado" y un oportunista.
Pero también es terriblemente mal intencionado. La verdadera tentación no es el sólo el hecho de saciar su hambre, sino que lo que pretende Satanás es algo muchísimo más grave: apartar a Cristo de su misión. El Padre había mandado a su Hijo al mundo como Siervo paciente, para redimir a la humanidad a través de la cruz y del sufrimiento. Y el demonio quiere que haga uso de su poder en provecho propio y que se sirva de su mesianismo para su servicio, comodidad y complacencia personal.
Luego, llevándolo al pináculo del templo, le dice: "Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo...pues Dios encargará a sus ángeles que cuiden de ti". Tentación de vanagloria. No se trataba de hacer dudar a Cristo de la asistencia de Dios, sino de ponerlo en una situación tal que obligara a Dios a hacer un milagro. Otra vez, lo mismo: quería que Cristo se sirviera de Dios para servirse a sí mismo, y no al revés. Nuestro Señor nos diría que Él había venido "no para ser servido, sino para servir". Debía salvar al mundo por su condición de "Siervo de Yahvé". Y el demonio quiere que tergiverse totalmente su misión.
Y después, llevándolo a la cima de un monte, le muestra todos los reinos de la tierra y le hace esta obscena proposición: "Te daré el poder y la gloria de todo eso, porque a mí me lo han dado y yo lo doy a quien quiero. Si tú te postras ante mí, todo será tuyo"... qué insolente es el demonio! Además de que no es cierto que el mundo es de él y de presentarse como si fuera suyo, vuelve por tercera vez a insistir en su misma estratagema: apartar a Jesús de la misión redentora que le había encomendado el Padre. Pero no sólo le promete en un abrir y cerrar de ojos todo el poder y la gloria del mundo, quiere cambiar el Reino que él traía -un Reino de cruz, de humildad y de servicio- por un reino de dominio, de poder, de fausto, de esplendor. ¡Lo más radicalmente opuesto a lo que Él había venido! Su predicación estaba en total antagonismo con estos criterios... y el demonio quiere vencerlo precisamente por aquí. Y eso sin contar que su propuesta era un pecado de apostasía, de abierta idolatría, de rebelión contra Dios. ¡Ése es Satanás! Pecó por su soberbia y su rebeldía contra el Creador.
Éstas siguen siendo las tentaciones con las que Satanás quiere hacernos sucumbir también a nosotros. Su plan es siempre el mismo: la mentira, la vanagloria, el camino fácil, los triunfos fulminantes y espectaculares, la comodidad, el uso de nuestras cualidades para nuestra propia gloria y honra, para que los demás nos alaben, se "impresionen" y nos sirvan... ¿No son éstos nuestros puntos más flacos? ¡Y cuántas veces el demonio nos derrota por aquí!
La vida es un camino peligroso, lleno de engaños, de tentaciones, con riesgo constante de elegir mal, de escuchar voces halagadoras, de buscar ofertas de felicidad que son vanas.
Hemos de aprender de Jesús, a dejarnos llevar por el espíritu de Dios, única manera de vencer la tentación. Que la Santísima Virgen nos ayude a ser dóciles y a no confiar en nuestras fuerzas, sino en Él, a través de la oración, el sacrificio y todos los medios que la Iglesia nos ofrece en esta Cuaresma.

viernes, 1 de marzo de 2019

VIVIR LA CARIDAD. SED MAGNÁNIMOS. Charla semanal


Les añadió una parábola: «¿Podrá un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo? No está el discípulo por encima del maestro. Será como el maestro cuando esté perfectamente instruido. ¿Cómo es que miras la brizna que hay en el ojo de tu hermano y no reparas en la viga que hay en tu propio ojo? ¿Cómo puedes decir a tu hermano: `Hermano, deja que saque la brizna que hay en tu ojo', si no ves la viga que hay en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo y entonces podrás ver para sacar la brizna que hay en el ojo de tu hermano.Lc 6, 39-42

Jesús pronuncia estas palabras después de una noche pasada en oración. En un párrafo tan breve, Jesús trata diversos aspectos:
Se dirige a los que guiaban a la comunidad, que se consideraban dueños de la verdad, superiores a los otros. Y les llama guías ciegos.
Continúa después diciendo que ningún discípulo es mayor que el maestro. El maestro, no sólo enseñaba sino que convivía con sus discípulos. Su materia es Él mismo, su testimonio de vida, su manera de vida: eso es lo que Él enseña. El discípulo debe aprender a imitar al maestro. No sólo le contempla, sino que se tiene que comprometer con el destino del maestro, sus tentaciones, su persecución y hasta su muerte. Llega a identificarse con su maestro, como San Pablo, hasta poder llegar a decir: Vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí. Esta es la dimensión mística del seguimiento de Jesús, fruto de la acción del Espíritu.
Y después nos propone el ejemplo de la brizna en el ojo del hermano. Tenemos la debilidad de juzgar a los demás, sin reconocer nuestras propias faltas y la necesidad que tenemos de la misericordia de Dios.
Jesús nos pide una actitud que nos haga capaces de ir al encuentro del otro sin juzgarlo, sin ideas preconcebidas, acogiendo al otro como hermano, con una total apertura. Nos pide mirar al otro como lo mira Dios, que ve el interior de cada uno, que nos contempla con una mirada generosa y compasiva, que no nos desprecia ni condena por nuestras faltas y torpezas.
Dice el Papa Francisco:
El apelativo «hipócritas» que Jesús da varias veces a los doctores de la ley en realidad es dirigido a cualquiera, porque quien juzga lo hace en seguida, mientras que Dios para juzgar se toma su tiempo.
Quien juzga se equivoca, simplemente porque toma un lugar que no es suyo. Pero no solo se equivoca, también se confunde. Está tan obsesionado con lo que quiere juzgar, de esa persona -¡tan tan obsesionado!- que esa idea no le deja dormir. ... Y no se da cuenta de la viga que él tiene. Es un fantasioso. Y quien juzga se convierte en un derrotado, termina mal, porque la misma medida será usada para juzgarle a él. El juez que se equivoca de sitio porque toma el lugar de Dios termina en una derrota. ¿Y cuál es la derrota? La de ser juzgado con la medida con la que él juzga.
El único que juzga es Dios y a los que Dios da la potestad de hacerlo. Jesús, delante del Padre, ¡nunca acusa! Al contrario: ¡defiende! Es el primer Paráclito. Después nos envía el segundo, que es el Espíritu Santo. Él es defensor: está delante del Padre para defendernos de las acusaciones. ¿Y quién es el acusador? En la Biblia se llama «acusador» al demonio, satanás. Jesús nos juzgará, sí: al final de los tiempos, pero mientras tanto intercede, defiende.
En vez de acusar, debemos esforzarnos por vivir la caridad, por ser generosos y magnánimos, yendo más allá de la obligación estricta. Tenemos un amplio campo en la delicadeza y en las atenciones, en el sacrificio y en la afabilidad ingeniosa para dar gusto a los demás en todo. Hay que llegar al detalle y no despreciar las pequeñas ocasiones de sacrificarnos, dando a los demás una muestra de atención, un rostro alegre, una palabra de aliento, una condescendencia en la conversación. Hay que aprovechar esta vida tan pequeña, tan corta, que es un punto en medio de la eternidad, para hacer todo el bien que podamos, pues al final sólo se nos examinará del amor.
Recordemos la carta a los Corintios:
“Aunque yo hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, soy como una campana que resuena o  un platillo estruendoso.
Aunque tuviera el don de profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, aunque tuviera una fe como para mover montañas, si no tengo amor, no soy nada.
Aunque repartiera todos mis bienes y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, de nada me sirve.
El amor es paciente, es servicial, [el amor] no es envidioso ni busca aparentar, no es orgulloso ni actúa con bajeza, no busca su interés, no se irrita, sino que deja atrás las ofensas y las perdona, nunca se alegra de la injusticia, y siempre se alegra de la verdad. Todo lo aguanta, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.
El amor nunca terminará. Las profecías serán eliminadas, el don de lenguas terminará, el conocimiento será eliminado. Porque nuestra ciencia es imperfecta y nuestras profecías limitadas. Cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto será eliminado.
Cuando era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; al hacerme adulto, abandoné las cosas de niño.
Ahora vemos como en un mal espejo, confusamente, después veremos cara a cara. Ahora conozco a medias, después conoceré tan bien como Dios me conoce a mí. Ahora nos quedan tres cosas: la fe, la esperanza, el amor. Pero la más grande de todas es el amor.