El otro día contemplábamos el proceso judío de Jesús y hoy vamos a contemplar el proceso romano. Lo hacemos en Jn 18,28 hasta Jn 19,16.
El juicio se realiza en el palacio de Pilato, construido por Herodes el
Grande el año 30 a.C. en la parte alta de la ciudad, cerca del Templo.
Aunque Pilato tenía su residencia habitual en Cesarea Marítima, cuando
venía a Jerusalén, utilizaba este palacio.
La sentencia de muerte correspondía sólo al Procurador Romano, por eso le llevan a Jesús a primera hora de la mañana.
Dice
el Evangelio: “Desde casa de Caifás llevan a Jesús al Pretorio. Era muy
de mañana.” Y le dicen a Pilato: “Es que nosotros no estamos
autorizados para dar muerte a nadie”. Pilato, para ganar tiempo y
contentar al Sanedrín, manda flagelar a Jesús antes de dar la sentencia
definitiva, pensando que el pueblo, al verle flagelado, se iba a
compadecer. Se usaba el fragelum, que tenía por objeto dar un máximo de
36 golpes. El reo permanecía atado a la columna por las muñecas, de tal
modo que quedaba la espalda expuesta al castigo. Esta tortura formaba
parte de la pena de morir crucificado.
En el Pretorio, el relato del Evangelio de Juan se desarrolla en tres
ambientes: El exterior, donde estaban los jefes y el pueblo y donde, en
el patio había una tribuna, en el lugar llamado Litóstrotos, en hebreo
Gabbatá. Esta tribuna era la sede del poder judicial del pretor.
Una sala interior donde Jesús fue interrogado.
Y
un patio interior donde Jesús fue flagelado y donde los soldados
hicieron de Él una parodia burlesca y cruel, colocándole una corona que
habían entretejido con espinas y vistiéndole con un manto de púrpura y
dándole bofetadas.
Petición: Dolor con Cristo doloroso. Pedir al Señor permanecer fiel a pesar de las dificultades.
Pasemos ahora a contemplar cada una de las escenas:
En
el exterior, estaban los sumos sacerdotes, los ancianos y el pueblo.
Allí se establece un diálogo entre el poder civil y el religioso. Pilato
quiere mantener su puesto. La gente es una masa manipulada, ciega y
cruel, que no piensa y está deseosa de espectáculo y sangre. Y los jefes
judíos, rebosantes de odio, que buscan ejecutar a Jesús y no pararán
hasta que lo consigan. “Pilato salió fuera, hacia ellos y les dijo: ¿Qué
acusación traéis contra este hombre?”
En el interior está Jesús, donde está siendo interrogado. ”¿Eres Tú el
rey de los judíos?“ Y Jesús contesta: “Mi reino no es de este mundo. Si
mi reino fuera de este mundo, mis guardias habrían luchado para que no
fuera yo entregado a los judíos”. Manifiesta un orden nuevo en la
justicia, en el amor y en la paz.
También fuera hay una canalla, Barrabás, preferido a Jesús. “¿Queréis
pues que os suelte al rey de los judíos?. Ellos gritaron nuevamente: A
éste no, sino a Barrabás”. La Buena Nueva personalizada en Cristo, la
esperanza de los hombres…, es rechazada, prefiriendo a un malhechor.
Allí están presentes: Jesús, quien entrega su vida, el que ha pasado
haciendo el bien, el que ha venido a servir. Y Barrabás, un salteador,
un delincuente, un ladrón.
Dentro, se ejecuta la flagelación. “Entonces Pilato tomó a Jesús y
mandó que lo azotaran”. Los evangelios narran el hecho sin describir la
escena. Contemplar y admirar. Todo esto es por mí. Porque me ama. Dice
La Puente: “Quedó desnudo aquel cuerpo virginal y el arca del
Testamento, descubierta a los ojos de los hombres profanos y, puesto a
la vergüenza aquel hombre, padeciendo la confusión de la desnudez, que
había merecido nuestra culpa”.
Fuera, muestra Pilato a Jesús: “Mirad, os lo traigo fuera, para que
sepáis que no encuentro en él ningún delito”. Y salió llevando la corona
de espinas y el manto de púrpura que le habían colocado los soldados.
“Aquí tenéis al Hombre”. Es el siervo que había profetizado Isaías, el
Rey del Universo. El Hijo del Hombre. Miradle.
Y dentro, Pilato oye de Jesús que se declara Hijo de Dios y se llena de
miedo y pide a Jesús explicaciones. ”¿De dónde eres tú? Pero Jesús no
le dio respuesta alguna. Contemplar nuevamente su silencio, tan
elocuente para nosotros, para los que sabemos escucharle aunque no diga
palabra alguna.
Entonces
Pilato lo saca fuera y lo presenta: “Aquí tenéis a vuestro rey”. Y se
lleva a cabo la verdadera realeza de Cristo, que desde su humillación,
está siendo juez de la Humanidad.
Y por fin se lo entregó para ser crucificado.
Dice un autor: “No podemos acercarnos a contemplar la Pasión del Señor
sin ofrecernos a Él, que sufrió de una manera que jamás podremos
comprender; ni sin intentar ofrecerle, con toda la delicadeza de nuestro
corazón, un poco de amor gratuito, un poco de valor en la oración, un
poco más de generosidad en el deseo y aceptación del sufrimiento y de la
cruz”.
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