DIARIO DE SANTA FAUSTINA 12
LA MISERICORDIA
Muchas veces nos preguntamos cómo vivir en la práctica, en nuestra vida
diaria la misericordia. Creo que estas jaculatorias de Santa Faustina
nos pueden ayudar:
Cuantas veces respira mi pecho, cuantas veces late mi corazón, cuantas
veces pulsa la sangre en mi cuerpo, esa cantidad por mil, es el número
de veces que deseo glorificar Tu misericordia, oh Santísima Trinidad.
Deseo
transformarme toda en Tu misericordia y ser un vivo reflejo de Ti, oh
Señor. Que este más grande atributo de Dios, es decir Su insondable
misericordia, pase a través de mi corazón al prójimo.
Ayúdame,
oh Señor, a que mis ojos sean misericordiosos, para que yo jamás recele
o juzgue según las apariencias, sino que busque lo bello en el alma de
mi prójimo y acuda a ayudarle.
Ayúdame
a que mis oídos sean misericordiosos para que tome en cuenta las
necesidades de mi prójimo y no sea indiferente a sus penas y gemidos.
Ayúdame,
oh Señor, a que mi lengua sea misericordiosa para que jamás hable
negativamente de mis prójimos, sino que tenga una palabra de consuelo y
perdón para todos.
Ayúdame,
oh Señor, a que mis manos sean misericordiosas y llenas de buenas obras
para que sepa hacer sólo el bien a mi prójimo y cargue sobre mí las
tareas más difíciles y más penosas.
Ayúdame
a que mis pies sean misericordiosos para que siempre me apresure a
socorrer a mi prójimo, dominando mi propia fatiga y mi cansancio. Mi
reposo verdadero está en el servicio a mi prójimo.
Ayúdame,
oh Señor, a que mi corazón sea misericordioso para que yo sienta todos
los sufrimientos de mi prójimo. A nadie le rehusaré mi corazón. Me
entregaré incluso a aquellos que sé que abusarán de mi bondad. Y yo
misma me encerraré en el misericordiosísimo Corazón de Jesús. Soportaré
mis propios sufrimientos en silencio. Que tu misericordia, oh Señor
mío, repose dentro de mí.
Tú Mismo me mandas ejercitar los tres grados de la misericordia. El
primero: la obra de misericordia, de cualquier tipo que sea. El
segundo: la palabra de misericordia; si no puedo llevar a cabo una obra
de misericordia, ayudaré con mis palabras. El tercero: la oración. Si
no puedo mostrar misericordia por medio de obras o palabras, siempre
puedo mostrarla por medio de la oración. Mi oración llega hasta donde
físicamente no puedo llegar.
Oh Jesús mío, transfórmame en Ti, porque Tú puedes hacerlo todo.
Durante
el Adviento se despertó en mi alma un vivo deseo de Dios. Mi espíritu
anhelaba a Dios con toda la fuerza de su ser. En aquel tiempo el Señor
me dio mucha luz para que conociera Sus atributos.
El
primer atributo que el Señor me dio a conocer, fue Su Santidad. Esta
Santidad es tan grande que delante de Él tiemblan todas las Potencias y
todas las Fuerzas. Los espíritus puros encubren sus rostros y se
sumergen en adoración permanente, y la única expresión de su adoración
sin límites es Santo, Santo, Santo… La Santidad de Dios es derramada
sobre la Iglesia de Dios y sobre cada alma que vive en ella.
El
segundo atributo que el Señor me dio a conocer, fue Su Justicia. Su
Justicia es tan grande y penetrante que llega hasta el fondo de la
esencia de las cosas y delante de Él todo se presenta en desnuda verdad,
y nada podría continuar subsistiendo.
El
tercer atributo fue el Amor y la Misericordia. Y entendí que éste es
el mayor atributo. El amor une la criatura al Creador. El amor más
grande y el abismo de la misericordia los reconozco en la Encarnación
del Verbo. Me impresionó profundamente este misterio, este gran
humillarse de Dios, este inconcebible anodadamiento suyo. Nosotros nunca
comprenderemos este gran humillarse de Dios.
El premio a tanta entrega de Santa Faustina es la Misericordia misma, que le dice así:
Hija
Mía, habla a los sacerdotes de esta inconcebible misericordia Mía. Me
queman las llamas de la misericordia, las quiero derramar sobre las
almas, [y] las almas no quieren creer en Mi bondad.
Deseo
que conozcas más profundamente el amor que arde en Mi Corazón por las
almas y tu comprenderás esto cuando medites Mi Pasión. Apela a Mi
misericordia para los pecadores, deseo su salvación. Cuando reces esta
oración con corazón contrito y con fe por algún pecador, le concederé la
gracia de la conversión. Esta oración es la siguiente:
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