DIARIO DE SANTA FAUSTINA 24
LA UNION PROFUNDA CON DIOS - EL CIELO
Hija
Mía, si por medio de ti exijo de los hombres el culto a Mi
misericordia, tú debes ser la primera en distinguirte por la confianza
en Mi misericordia. Exijo de ti obras de misericordia que deben surgir
del amor hacia Mi. Debes mostrar misericordia al prójimo siempre y en
todas partes. No puedes dejar de hacerlo ni excusarte ni justificarte.
Te
doy tres formas de ejercer misericordia al prójimo: la primera – la
acción, la segunda – la palabra, la tercera – la oración. En estas tres
formas está contenida la plenitud de la misericordia y es el testimonio
irrefutable del amor hacia Mí. De este modo el alma alaba y adora Mi
misericordia. Sí, el primer domingo después de Pascua es la Fiesta de
la Misericordia, pero también debe estar presente la acción y pido se
rinda culto a Mi misericordia con la solemne celebración de esta Fiesta y
con el culto a la imagen que ha sido pintada. A través de esta imagen
concederé muchas gracias a las almas; ella ha de recordar a los hombres
las exigencias de Mi misericordia, porque la fe sin obras, por fuerte
que sea, es inútil.
Actualmente mi relación con el Señor es plenamente espiritual; mi alma
está tocada por Dios y se sumerge entera en Él, hasta olvidarse de si
misma. Embebida de Dios, totalmente, se hunde en su belleza, se hunde
toda en Él. No sé describirlo, porque escribiendo uso los sentidos y
allí, en aquella unión, los sentidos no funcionan; hay una fusión de
Dios y del alma, hay una vida tan grande en Dios a la que el alma es
admitida, que es imposible expresarla con palabras. Cuando el alma
vuelve a la vida normal, entonces ve que esta vida es una oscuridad, una
niebla, una soñolienta confusión, unas fajas que envuelven a un niño
pequeño. En tales momentos el alma recibe únicamente de Dios, porque
ella por si misma no hace nada, no hace el menor esfuerzo, Dios hace
todo en ella. Pero cuando el alma vuelve al estado normal, ve que no
está en su poder permanecer más en esta unión. Aquellos momentos son
breves, duraderos [en su efecto], el alma no puede permanecer mucho
tiempo en tal estado, porque por fuerza se liberaría para siempre de los
vínculos del cuerpo, a pesar de ser sostenida milagrosamente por Dios.
Dios da a conocer claramente al alma cuánto la ama como si sólo ella
fuera el objeto de su complacencia. El alma lo conoce de modo claro y
casi sin velos, se lanza a todo correr hacia Dios, pero se siente como
una niña pequeña. Sabe que esto no está en su poder, por lo tanto, Dios
se humilla hacia ella y la une consigo de manera…, aquí debo callarme
porque lo que alma experimenta no sé describirlo.
La
gran luz con la que es iluminado el intelecto, da a conocer la grandeza
de Dios, no para que conociera en Él los distintos atributos como
antes, no, ahora es de otro modo: en un solo momento conozco toda la
esencia de Dios.
En
el mismo instante el alma se hunde entera en Él y siente una felicidad
tan grande como los elegidos en el cielo. Aunque los elegidos en el
cielo ven a Dios cara a cara y son totalmente felices de modo absoluto,
sin embargo su conocimiento de Dios no es igual; Dios me lo ha dado a
conocer. El conocimiento más profundo empieza aquí en la tierra, según
la gracia, pero en gran parte depende de nuestra fidelidad a la gracia.
Sin embargo, el alma que experimenta esta inefable gracia de la unión,
no puede decir que ve a Dios cara a cara, ya que aquí hay un delgadísimo
velo de la fe; pero tan delgado que el alma puede decir que ve a Dios y
habla con Él. Ella es “divinizada”, Dios da a conocer al alma cuánto
la ama y el alma ve que las almas mejores y más santas que ella no han
recibido esta gracia. Por eso la envuelve el sagrado estupor, y la
mantiene en una profunda humildad, y se hunde en su nada y en ese
sagrado estupor. Cuanto más se humilla, tanto más estrechamente Dios se
une a ella y se humilla hacia ella. En aquel momento el alma está como
escondida, sus sentidos inactivos, en un momento conoce a Dios y se
sumerge en Él. Conoce toda la profundidad del Insondable y cuanto más
profundo es el conocimiento, tanto más ardientemente el alma lo anhela.
Hoy,
en espíritu, estuve en el cielo y vi estas inconcebibles bellezas y la
felicidad que nos esperan después de la muerte. Vi cómo todas las
criaturas dan incesantemente honor y gloria a Dios; vi lo grande que es
la felicidad en Dios que se derrama sobre todas las criaturas,
haciéndolas felices; y todo honor y gloria que las hizo felices vuelve a
la Fuente y ellas entran en la profundidad de Dios, contemplan la vida
interior de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, que nunca entenderán ni
penetrarán.
Esta
fuente de felicidad es invariable en su esencia, pero siempre nueva,
brotando para hacer felices a todas las criaturas. Ahora comprendo a
San Pablo que dijo: Lo que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el corazón del hombre pudo soñar, todo eso es lo que Dios ha preparado para los que le aman.
Y
Dios me dio a conocer una sola y única cosa que a sus ojos tiene el
valor infinito, y éste es el amor de Dios, amor, amor y una vez más
amor, y con un acto de amor puro de Dios nada puede compararse. Oh, qué
inefables favores Dios concede al alma que lo ama sinceramente. Oh,
felices las almas que ya aquí en la tierra gozan de sus particulares
favores, y éstas son las almas pequeñas y humildes.
Esta
gran Majestad de Dios que conocí más profundamente, que los espíritus
celestes adoran según el grado de la gracia y la jerarquía en que se
dividen; al ver esta potencia y esta grandeza de Dios, mi alma no fue
conmovida por espanto ni por temor, no, no absolutamente no. Mi alma
fue llenada de paz y amor, y cuanto más conozco a Dios tanto más me
alegro de que Él sea así. Y gozo inmensamente de su grandeza y me
alegro de ser tan pequeña, porque por ser yo tan pequeña, me lleva en
sus brazos y me tiene junto a su Corazón.
Oh
Dios mío, que lástima me dan los hombres que no creen en la vida
eterna; cuánto ruego por ellos para que los envuelva el rayo de la
misericordia y para que Dios los abrace a su seno paterno. Oh amor, oh
rey.
El
amor no conoce temor, pasa por todos los coros angélicos que hacen
guardia delante de su trono. No tiene miedo de nadie; alcanza a Dios y
se sumerge en Él como en su único tesoro. El querubín con la espada de
fuego que vigila el paraíso, no tiene poder sobre él. Oh, puro amor de
Dios, qué inmenso e incomparable eres. Oh, si las almas conocieran Tu
fuerza.
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