DIARIO DE SANTA FAUSTINA 23
LA MISERICORDIA DE DIOS – EL INFIERNO
Reza
incesantemente esta coronilla que te he enseñado. Quienquiera que la
rece recibirá gran misericordia a la hora de la muerte. Los sacerdotes
se la recomendarán a los pecadores como la última tabla de salvación.
Hasta el pecador más empedernido, si reza esta coronilla una sola vez,
recibirá la gracia de Mi misericordia infinita. Deseo que el mundo
entero conozca Mi misericordia; deseo conceder gracias inimaginables a
las almas que confían en Mi misericordia.
Dios me ha permitido poner en práctica este consejo suyo con la
enfermedad de mi madre. Cuando la rezaba junto a ella, recordaba las
veces en que os hablé de ello en nuestras meditaciones y entendía que
había llegado el momento de ponerlo en práctica. En esos momentos,
viendo morir a una persona a la que quieres tanto, te agarras a la fe y a
la esperanza para creer y confiar en que sus palabras son infalibles,
que si Él lo ha prometido, así se hará, aunque la dude te asalte y
tengas miedo a no estar haciendo lo suficiente por la persona que
quieres. Hoy, quisiera tener al Santo Cura de Arx, por ejemplo o a Santa
Faustina, para preguntarles si ya mi madre está en el cielo, pero Dios
sigue permitiendo que el velo de la fe nos separe de esa certeza.
Me
consuela y anima la experiencia de Santa Teresita: una compañera la
creía sumida en la vanidad, cuando aseguraba que ella iría directamente
al Cielo por la misericordia de Dios, en la que confiaba plenamente.
Esta misma compañera murió antes que ella y se le apareció para decirle:
Si yo hubiera confiado como tú, ahora ya estaría en el Cielo.
Si conociéramos el don de Dios de su infinita misericordia, si
conociéramos lo mucho que nos ama y lo que desea acercarnos a su Corazón
ardiente para toda la eternidad…Así nos lo expresa Él:
Ves
lo que eres por ti misma, pero no te asustes de eso. Si te revelara
toda la miseria que eres, morirías del horror. Has de saber, sin
embargo, lo que eres. Por ser tú una miseria tan grande, te he revelado
todo el mar de Mi misericordia. Busco y deseo tales almas como la
tuya, pero son pocas; tu gran confianza en Mí, me obliga a concederte
gracias continuamente. Tienes grandes e inexpresables derechos sobre Mi
Corazón, porque eres una hija de plena confianza. No soportarías la
inmensidad de Mi amor, si te lo revelara aquí en la tierra en toda su
plenitud. A menudo levanto un poco el velo para ti, pero debes saber
que es solamente Mi gracia excepcional. Mi amor y Mi misericordia no
conocen límites.
Las
gracias que te concedo no son solamente para ti, sino también para un
gran número de almas…. Y en tu corazón está continuamente Mi morada. A
pesar de la miseria que eres Me uno a ti y te quito tu miseria y te doy
Mi misericordia. En cada alma cumplo la obra de la misericordia, y
cuanto más grande es el pecador, tanto más grande es el derecho que
tiene a Mi misericordia. Quien confía en Mi misericordia no perecerá,
porque todos sus asuntos son Míos y los enemigos se estrellarán a los
pies de Mi escabel.
A continuación os leo una revelación de la Divina Misericordia, que me
hace gracia, en el sentido de que yo me esfuerzo por explicarle a Dios
los problemas de mis hijas, cuando rezo cada día por ellas, como me
imagino que os ocurrirá a vosotros y Él nos dice:
Hija
Mía, no te esfuerces con tal locuacidad. A quienes amas de modo
particular, también Yo los amo de manera especial y por consideración a
ti los colmo de Mis gracias. Me agrada cuando Me hablas de ellos, pero
no lo hagas con esfuerzos excesivos.
Por
último, creo que debemos tener en cuenta estas consideraciones acerca
del infierno, para que no caigamos en la mentalidad del mundo, que
basándose en un falso conocimiento de la misericordia de Dios, se empeña
en vivir al margen de Él, esperando luego una salvación ilusoria:
Hoy
he estado en los abismos del infierno, conducida por un ángel. Es un
lugar de grandes tormentos, ¡qué espantosamente grande es su extensión!
Los tipos de tormentos que he visto: el primer tormento que constituye
el infierno es la pérdida de Dios; el segundo, el continuo
remordimiento de conciencia; el tercero, saber que aquel destino no
cambiará jamás; el cuarto tormento es el fuego que penetrará al alma,
pero no la aniquilará, es un tormento terrible, es un fuego puramente
espiritual, incendiado por la ira divina; el quinto tormento, es la
oscuridad permanente, un horrible y sofocante olor; y a pesar de la
oscuridad, los demonios y las almas condenadas se ven mutuamente y ven
todos el mal de los demás y el suyo; el sexto tormento, es la compañía
continua de Satanás; el séptimo tormento, es una desesperación tremenda,
el odio a Dios, las imprecaciones, las maldiciones, las blasfemias.
Estos son los tormentos que todos los condenados padecen juntos, pero no
es el fin de los tormentos. Hay tormentos particulares para distintas
almas, que son los tormentos de los sentidos: cada alma es atormentada
de modo tremendo e indescriptible con lo que ha pecado. Hay horribles
calabozos, abismos de tormentos donde un tormento es diferente del
otro. Habría muerto a la vista de aquellas terribles torturas si no me
hubiera sostenido la omnipotencia de Dios. Que el pecador sepa: con
el sentido que peca, con ese será atormentado por toda la eternidad.
Lo escribo por orden de Dios para que ningún alma se excuse [diciendo]
que el infierno no existe o que nadie estuvo allí ni sabe cómo es.
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