EJERCICIOS ESPIRITUALES 18
En este punto de nuestros Ejercicios, tenemos claro que hemos optado
por seguir a Jesucristo: Yo, Contigo. Pero a partir de ahora no basta
este Contigo, sino también Como Tú. Por el camino que Tú me has abierto,
por el mismo camino que Tú has inaugurado.
Hoy vamos a contemplar el Como Tú.
Tomamos el Evangelio de San Mateo 21, donde encontramos primeramente la entrada de Jesús en Jerusalén.
Nos situamos en Betfagé, una aldea muy pequeña junto al monte de los
Olivos, considerada como un barrio a las afueras de Jerusalén. Aquí
empieza la historia de la Pasión. Esta narración la describen los cuatro
evangelistas; esto nos demuestra la importancia que tiene.
Pedir un conocimiento interno del Señor, para más amarle y más
seguirle. Sumarme a la aclamación que hacen de Jesucristo como Rey y
Señor de la historia. Pedir al Señor que toda mi vida sea una alabanza
al Padre.
Contemplamos la entrada en Jerusalén. Es la entrada solemne en la
ciudad donde se va a realizar la entrega total y definitiva en amor y
servicio. Cristo va a consumar con su Vida lo que ha ido anunciando de
mil maneras con su Palabra. Se va a realizar la obra más grande que han
contemplado los hombres. Contemplamos a Jesús que entra manso y humilde,
para que se cumpliera lo dicho por el profeta: “He aquí que tu rey
viene a ti, manso y montado sobre un asno, sobre un pollino hijo de una
bestia de carga”. El que va a entrar en Jerusalén es el Mesías, pero Él
no reclama sus derechos, no manifiesta su poderío. Desde el silencio,
entra en Jerusalén.
En esta entrada aparecen los signos mesiánicos:
Primero,
alfombran la calzada: “Los más de entre la turba desplegaban sus mantos
por el camino”. Esto era lo que hacían al recibir a los reyes antes de
ungirlos. Jesús va a será ahora ungido por Dios por el Espíritu Santo
derramado por el mundo.
Segundo,
los ramos y los olivos: El olivo siempre ha tenido un matiz religioso.
Jesús va a ser ungido como Rey, pero no de este mundo.
Y
tercero, la aclamación: “Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que
viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas! Y cuanto entró en
Jerusalén toda la ciudad se conmovió. Esta conmoción recuerda la que
vivió la ciudad en tiempos de Herodes, cuando llegaron los Magos a
adorar el recién nacido.
Después de la descripción de esta entrada, el evangelista nos narra la
Purificación del Templo: “Entró Jesús en el Templo de Dios y arrojó de
allí a cuantos vendían y compraban en él, y derribó las mesas de los
cambistas, diciéndoles: Mi casa será llamada casa de oración, pero
vosotros la habéis convertido en cueva de ladrones.”
El
culto es la expresión de la relación del hombre con Dios y la expresión
de la mutua fraternidad entre los hombres. En aquel momento se había
empobrecido. Lo habían convertido en un puro rito, que les tranquilizaba
la conciencia, pero no convertía sus corazones. El culto se había
pervertido. Se hacía por fuera sin que pasase nada por dentro. Pero
Jesús no se calla y desenmascara una religión que había esclavizado al
hombre.
Jesús
les echa en cara que hayan pervertido la alianza que habían hecho con
Dios. Trataban de comprarle con machos cabríos, pero en su interior no
había ningún compromiso de conversión.
Esto
siempre es un peligro: hacer las cosas sólo por fuera, pero sin que nos
toquen el interior. Y así nos incapacitamos para que el proceso de
transformación se realice en nuestro interior.
La tercera parte de este relato evangélico es la maldición de la
higuera: es el tercer signo que realiza Jesús en estos últimos momentos
de su vida pública. Los profetas, ya en el Antiguo Testamento, habían
comparado al pueblo infiel con un árbol que no da frutos. El profeta
Ezequiel nos dice: “Como es el palo de la vid entre las maderas de la
selva, leña que yo echo al fuego para que se consuma, así echaré a él
los habitantes de Jerusalén. Volveré contra ellos mi rostro, escaparon
del fuego y el fuego los devorará y sabréis que yo soy Yavhé cuando
volviere contra ellos mi rostro”.
El
gesto de Jesús al maldecir la higuera es claro: la higuera estéril
simboliza al pueblo de Dios que no ha sido fiel a la misión encomendada y
la maldición de Jesús anuncia el abandono en el que van a vivir.
Pero
al mismo tiempo es una invitación a poner la confianza en Jesús. Él es
el Señor, el Hijo de Dios y tiene el poder de purificar el interior del
hombre y a salvar todo lo que está herido o roto. La fe en Jesús irá
transformando nuestra vida.
Este tiempo de Cuaresma es un tiempo fuerte de gracia para vivir esta
transformación. Ayer nos decía el libro del Deuteronomio: “Elige la
vida, y viviréis tú y tu descendencia, amando al Señor, tu Dios,
escuchando su voz, pegándote a Él, pues Él es tu vida”. Estos tres
consejos son de oro: Amar al Señor, escuchar su voz y pegarnos a Él.
Esto es el tiempo de Cuaresma, el tiempo que dedicamos a estos
Ejercicios: seguir estos tres consejos, dejar todo lo superfluo por
estar con Dios. Vivir pegaditos a Él para que pueda hacer su obra en
nosotros.
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