EJERCICIOS ESPIRITUALES 26
Seguimos pidiendo la gracia para alegrarme y gozarme de tanta alegría y gozo de Cristo resucitado.
Hoy conoceremos y recordaremos cómo Cristo se hace presente en el mundo de la duda para iluminarla.
Leemos en Jn 20, 19-29 una aparición que tiene lugar en Jerusalén y la narran los cuatro evangelistas.
En
la primera escena, en la misma tarde del primer día de la semana,
Cristo se aparece a los discípulos estando Tomás ausente. El primer día
de la semana nos manifiesta que es el comienzo de la nueva creación, del
nuevo pueblo que surge de la Pascua. Es el día primero, en los primeros
momentos de esa nueva comunidad que surge y que tanto van a influir
después en su vida, donde se están tomando las primeras decisiones y se
inician los primeros proyectos. Y serán una comunidad, porque Cristo
está presente en medio de ellos.
Estando cerradas las puertas por temor a los judíos, vino Jesús y
puesto en medio de ellos, dijo: La paz sea con vosotros.
Es
más que un simple saludo. Es el don de la Pascua. Es el fruto del
Espíritu de Dios en el creyente. Es la paz que surge del Cordero que ha
sido inmolado.
Y diciendo esto les mostró las manos y el costado. Sus llagas son el símbolo de su amor.
Y volvió a decirles: La paz sea con vosotros. Como me envió mi Padre,
así os envío Yo. Diciendo esto, sopló y les dijo: Recibid el Espíritu
Santo.
Es
el Espíritu el que los recrea de nuevo, el que los capacita para la
misión. El que culmina y lleva a cabo la obra iniciada en nosotros. El
que nos asiste para conducir y ayudar a los hombres al encuentro con el
Padre y crear una fraternidad entre nosotros.
Pero Tomás no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y cuando se lo
contaron, les dijo: Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no
meto mi mano en su costado, no creeré.
Nos
adentramos en el mundo de la duda. Tomás había seguido a Jesús, pero no
se había identificado con Él. No comprendía que la muerte era el camino
de la vida. No aceptó las palabras de sus compañeros y exigía pruebas.
Entonces, pasados ocho días, otra vez estando dentro los discípulos y
Tomás con ellos, Jesús se puso en medio y volvió a decirles: La paz sea
con vosotros.
Jesús
da los primeros pasos ante nuestras dudas y dificultades, ante nuestras
luchas. Se pone en el centro y se acerca a cada uno, allí donde está y
revelarle lo que más necesita en cada situación concreta de nuestra
vida.
Y
por eso se acerca a Tomás, a sus dudas, y le dice: Alarga tu dedo y
mira mis manos y tiende tu mano y métela en mi costado, y no seas
incrédulo sino fiel.
Y entonces Tomás le responde: Señor mío y Dios mío.
Es
la gran afirmación sobre Jesús. Son palabras de adoración y de
servicio, de rendirnos ante lo evidente y lo maravilloso al descubrir a
Cristo en nuestra vida.
Y Jesús proclama: Dichosos los que creen sin haber visto.
Así
se dirige Jesús a todos los que vamos a creer y nos llama dichosos.
Porque la fe es el gran don que puede recibir el hombre. Es el gozo que
recoge San Pedro en su carta: Sin haberle visto le amáis. Aunque no le
veis creéis en Él y os alegráis con un gozo inefable e intenso.
Por eso en la carta a los Romanos se nos dirá: Tengo por cierto que los
padecimientos del tiempo presente no son nada en comparación con la
gloria que ha de manifestarse en nosotros… Pues sabemos que la creación
entera hasta ahora gime y siente dolores de parto, y no sólo ella, sino
también nosotros, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos dentro
de nosotros mismos suspirando por la redención de nuestro cuerpo… El
Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza, porque no sabemos pedir lo
que nos conviene, más el mismo Espíritu aboga por nosotros con gemidos
inenarrables… e intercede por los santos según Dios.
Ahora
bien, sabemos que Dios hace concurrir todas las cosas para el bien de
los que le aman, de los que según sus designios son llamados.
Por
tanto, si Dios está con nosotros, ¿quién contra nosotros? El que no
perdonó a su propio Hijo, antes le entregó por todos nosotros, ¿cómo no
nos ha de dar con Él todas las cosas?
Cristo
Jesús, el que murió, aún más, el que resucitó, el que está a la diestra
de Dios, es quien intercede por nosotros. ¿Quién nos separará del amor
de Cristo?
En todas las cosas vencemos por Aquel que nos amó.
Todo esto lo podemos encontrar en el capítulo 8 de la carta a los
Romanos. Se trata de leerla con el corazón y saborearla. Y encontrar a
este Cristo, que se apareció y se situó en medio de sus discípulos,
ocupando el puesto central, el que le correspondía por derecho y el que
encuentra en el corazón de la historia del mundo. Jesús ha deseado,
traído y creado la paz para todos los hombres de todos los pueblos y de
todos los tiempos.
Señor Jesús, que te apareciste a Tomás para confirmarlo en su fe, no
dejes de renovarnos cada día para que podamos encontrarnos Contigo aun
en medio de nuestras dudas y dificultades.
No hay comentarios:
Publicar un comentario