domingo, 31 de diciembre de 2017

JESÚS Y FAUSTINA UNIDOS EN LA PASIÓN. Diario de Santa Faustina 13



DIARIO DE SANTA FAUSTINA 13
JESÚS Y FAUSTINA UNIDOS EN LA PASIÓN

En los últimos días de carnaval, mientras celebraba la Hora Santa, vi al Señor Jesús sufriendo la flagelación.  ¡Oh, que suplicio inimaginable!  ¡Cuán terriblemente sufrió Jesús durante la flagelación!  Oh pobres pecadores, ¿cómo se encontrarán el día del juicio, con este Jesús a quien ahora están torturando tanto?  Su Sangre fluyó sobre el suelo y en algunos puntos la carne empezó a separarse.  Y vi en la espalda algunos de sus huesos descarnados… Jesús emitía un gemido silencioso y un suspiro.

Después de la Santa Comunión oí la voz:  Hija Mía, mira hacia el abismo de Mi misericordia y rinde honor y gloria a esta misericordia Mía, y hazlo de este modo: Reúne a todos los pecadores del mundo entero y sumérgelos en el abismo de Mi misericordia.  Deseo darme a las almas, deseo las almas, hija Mía.  El día de Mi Fiesta, la Fiesta de la Misericordia – recorrerás el mundo entero y traerás a las almas desfallecidas a la fuente de Mi misericordia.  Yo las sanaré y las fortificaré.

Oh Jesús mío, ahora procuraré el honor y la gloria de Tu Nombre,  luchando hasta el día en que Tu Mismo me digas: Basta.  A cada alma que me has confiado, oh Jesús, procuraré ayudarla con la oración y el sacrificio, para que Tu gracia pueda obrar en ella.  Oh gran Amante de las almas, oh Jesús mío, Te agradezco por esta gran confianza, ya que Te has dignado confiar estas almas a nuestro cuidado.  Oh días grises de trabajo, para mí no son tan grises en absoluto, porque cada momento me trae nuevas gracias y la oportunidad de hacer el bien.

Jesús me dijo que yo le agradaría más meditando Su dolorosa Pasión, y a través de esta meditación mucha luz fluye sobre mi alma.  Quien quiera aprender la verdadera humildad, medite la Pasión de Jesús.  Cuando medito la Pasión de Jesús, se me aclaran muchas cosas que antes no llegaba a comprender.  Yo quiero parecerme a Ti, oh Jesús, a Ti crucificado, maltratado, humillado.  Oh Jesús, imprime en mi alma y en mi corazón Tu humildad.  Te amo, Jesús, con locura.  Te [amo] anonadado.  Dios Eterno e Inmenso, ¿qué ha hecho de Ti el amor...?

Empecé la Hora Santa con gran dificultad.  Algún anhelo comenzó a desgarrar mi corazón.  Mi mente quedó ofuscada de manera que no lograba entender las formas simples de las plegarias.  Y así pasó una hora de oración o más bien de lucha.  Decidí orar otra hora, pero los sufrimientos interiores aumentaron.  Una gran aridez y un gran disgusto.  Decidí orar durante la tercera hora.  En esa tercera hora de plegaria que decidí hacer arrodillada sin ningún apoyo, mi cuerpo empezó a reclamar un descanso.  Sin embargo yo no cedí nada.  Extendí las manos en forma de cruz y sin pronunciar una palabra, seguí así con un acto de voluntad.  Un momento después me quité el anillo del dedo y pedí a Jesús que mirara ese anillo que es el símbolo de nuestra unión eterna y ofrecí al Señor Jesús los sentimientos del día de los votos perpetuos.  Un momento después sentí  que una ola de amor empezaba a inundar mi corazón.  Un repentino recogimiento del espíritu, el silencio de los sentidos, la presencia de Dios penetró mi alma.  Sé únicamente que estamos Jesús y yo.  Lo vi, bajo la misma apariencia que tenía cuando lo vi en el primer momento después de los votos perpetuos, cuando también hacía la Hora Santa.  Jesús se presentó delante de mí inesperadamente, despojado de las vestiduras, cubierto de llagas en todo el cuerpo, con los ojos llenos de sangre y de lágrimas, la cara desfigurada, cubierta de salivazos.  De repente el Señor me dijo: La esposa debe asemejarse a su Esposo.  Entendí estas palabras en profundidad.  Aquí no hay lugar para ninguna duda.  Mi semejanza a Jesús debe realizarse a través del sufrimiento y la humildad.  Mira lo que ha hecho Conmigo el amor por las almas humanas, hija Mía; en tu corazón encuentro todo lo que Me niega el número tan grande de almas.  Tu corazón es un descanso para Mí.
Sin humildad no podemos agradar a Dios.  Ejercítate en el tercer grado de la humildad, es decir no solamente no recurras a explicaciones y justificaciones cuando te reprochen algo, sino que alégrate de la humillación.
Prepara tu alma a grandes sufrimientos.  Encontrarás desaprobaciones y persecuciones.  Te van a mirar como a una histérica, una extravagante, pero Dios no escatimará Su gracia.  Las verdaderas obras de Dios siempre enfrentan dificultades y se caracterizan por el sufrimiento.  Si Dios quiere realizar algo, tarde o temprano, lo realizará, lo realizará a pesar de las dificultades y tú, mientras tanto, ármate de gran paciencia.

Desde el momento en que empecé a amar el sufrimiento, este mismo dejó de ser sufrimiento para mí.  El sufrimiento es el alimento continuo de mi alma.

A los pies del Señor, Oh Jesús escondido, Amor eterno, Vida nuestra, Divino Insensato que Te has olvidado de Ti Mismo y nos ves solamente a nosotros.  Aún antes de crear el cielo y la tierra, nos llevabas en Tu Corazón.  Oh Amor, oh abismo de Tu humillación, oh misterio de felicidad, ¿por qué es tan pequeño el número de los que Te conocen?  ¿Por qué no encuentras reciprocidad?  Oh Amor Divino, ¿por qué ocultas Tu belleza?  Oh Inconcebible e Infinito, cuanto más Te conozco Te comprendo menos; pero como no alcanzo a comprenderte, comprendo más Tu grandeza.  No envidio el fuego a los serafines, porque en mi corazón tengo depositado un don mayor.  Ellos Te admiran en éxtasis, pero Tu Sangre se une a la mía.  El amor, es el cielo que nos está dado ya aquí en la tierra.  Oh, ¿por qué Te escondes detrás de la fe?  El amor rasga el velo.  No hay velo delante de los ojos de mi alma, porque Tú Mismo me has atraído desde la eternidad al seno de un amor misterioso.  Oh indivisible Trinidad, único Dios, a Ti honor y gloria por todos los siglos.

viernes, 22 de diciembre de 2017

LA MISERICORDIA. Diario de Santa Faustina 12

DIARIO DE SANTA FAUSTINA 12
LA MISERICORDIA
                   Muchas veces nos preguntamos cómo vivir en la práctica, en nuestra vida diaria la misericordia. Creo que estas jaculatorias de Santa Faustina nos pueden ayudar:

Cuantas veces respira mi pecho, cuantas veces late mi corazón, cuantas veces pulsa la sangre en mi cuerpo, esa cantidad por mil, es el número de veces que deseo glorificar Tu misericordia, oh Santísima Trinidad.

Deseo transformarme toda en Tu misericordia y ser un vivo reflejo de Ti, oh Señor.  Que este más grande atributo de Dios, es decir Su insondable misericordia, pase a través de mi corazón al prójimo.

Ayúdame, oh Señor, a que mis ojos sean misericordiosos, para que yo jamás recele o juzgue según las apariencias, sino que busque lo bello en el alma de mi prójimo y acuda a ayudarle.

Ayúdame a que mis oídos sean misericordiosos para que tome en cuenta las necesidades de mi prójimo y no sea indiferente a sus penas y gemidos.

Ayúdame, oh Señor, a que mi lengua sea misericordiosa para que jamás hable negativamente de mis prójimos, sino que tenga una palabra de consuelo y perdón para todos.

Ayúdame, oh Señor, a que mis manos sean misericordiosas y llenas de buenas obras para que sepa hacer sólo el bien a mi prójimo y cargue sobre mí las tareas más difíciles y más penosas.

Ayúdame a que mis pies sean misericordiosos para que siempre me apresure a socorrer a mi prójimo, dominando mi propia fatiga y mi cansancio.  Mi reposo verdadero está en el servicio a mi prójimo.

Ayúdame, oh Señor, a que mi corazón sea misericordioso para que yo sienta todos los sufrimientos de mi prójimo.  A nadie le rehusaré mi corazón.  Me entregaré incluso a aquellos que sé que abusarán de mi bondad.  Y yo misma me encerraré en el misericordiosísimo Corazón de Jesús.  Soportaré mis propios sufrimientos en silencio.  Que tu misericordia, oh Señor mío, repose dentro de mí.

Tú Mismo me mandas ejercitar los tres grados de la misericordia.  El primero: la obra de misericordia, de cualquier tipo que sea.  El segundo: la palabra de misericordia; si no puedo llevar a cabo una obra de misericordia, ayudaré con mis palabras.  El tercero: la oración.  Si no puedo mostrar misericordia por medio de obras o palabras, siempre puedo mostrarla por medio de la oración.  Mi oración llega hasta donde físicamente no puedo llegar.

Oh Jesús mío, transfórmame en Ti, porque Tú puedes hacerlo todo.


Durante el Adviento se despertó en mi alma un vivo deseo de Dios.  Mi espíritu anhelaba a Dios con toda la fuerza de su ser.  En aquel tiempo el Señor me dio mucha luz para que conociera Sus atributos.

El primer atributo que el Señor me dio a conocer, fue Su Santidad.  Esta Santidad es tan grande que delante de Él tiemblan todas las Potencias y todas las Fuerzas.  Los espíritus puros encubren sus rostros y se sumergen en adoración permanente, y la única expresión de su adoración sin límites es Santo, Santo, Santo… La Santidad de Dios es derramada sobre la Iglesia de Dios y sobre cada alma que vive en ella.

El segundo atributo que el Señor me dio a conocer, fue Su Justicia.  Su Justicia es tan grande y penetrante que llega hasta el fondo de la esencia de las cosas y delante de Él todo se presenta en desnuda verdad, y nada podría continuar subsistiendo.

El tercer atributo fue el Amor y la Misericordia.  Y entendí que éste es el mayor atributo.  El amor une la criatura al Creador.  El amor más grande y el abismo de la misericordia los reconozco en la Encarnación del Verbo. Me impresionó profundamente este misterio, este gran humillarse de Dios, este inconcebible anodadamiento suyo. Nosotros nunca comprenderemos este gran humillarse de Dios.

          El premio a tanta entrega de Santa Faustina es la Misericordia misma, que le dice así:
Hija Mía, habla a los sacerdotes de esta inconcebible misericordia Mía.  Me queman las llamas de la misericordia, las quiero derramar sobre las almas, [y] las almas no quieren creer en Mi bondad.

Deseo que conozcas más profundamente el amor que arde en Mi Corazón por las almas y tu comprenderás esto cuando medites Mi Pasión.  Apela a Mi misericordia para los pecadores, deseo su salvación.  Cuando reces esta oración con corazón contrito y con fe por algún pecador, le concederé la gracia de la conversión.  Esta oración es la siguiente:

Oh Sangre y Agua que brotaste del Corazón de Jesús como una Fuente de Misericordia para nosotros, en Ti confío.

sábado, 16 de diciembre de 2017

LA VIDA INTERIOR. DIARIO DE SANTA FAUSTINA 11

DIARIO DE SANTA FAUSTINA 11
LA VIDA INTERIOR
         A través de la oración, el alma se arma para enfrentar cualquier batalla. En cualquier condición en que se encuentre un alma, debe orar. Tiene que rezar el alma pura y bella, porque de lo contrario perdería su belleza; tiene que implorar el alma que tiende a la pureza, porque de lo contrario no la alcanzaría; tiene que suplicar el alma recién convertida, porque de lo contrario caería nuevamente; tiene que orar el alma pecadora (...) para poder levantarse. Y no hay alma que no tenga el deber de orar, porque toda gracia fluye por medio de la oración.
El alma debe saber que para orar y perseverar en la oración, tiene que armarse de paciencia y con  esfuerzo superar las dificultades exteriores e interiores.  Las dificultades interiores: el desaliento, la aridez, la pereza, las tentaciones; las exteriores: la necesidad de respetar los momentos destinados a la oración.  Yo misma experimenté que si no rezaba la oración en el momento establecido, después tampoco la rezaba, porque no me lo permitían los deberes.
Cuando el Señor Mismo quiere estar al lado de un alma y guiarla, aleja todo lo que es exterior.  Cuando me enfermé y fui trasladada a la enfermería, tuve muchos disgustos por este motivo. Éramos dos las internadas en la enfermería.  A mi compañera venían a visitarla otras hermanas, a mi nadie me visitaba.  Las noches de invierno eran largas, la otra Hermana tenía luz, los auriculares de la radio y yo, ni siquiera podía preparar las meditaciones por falta de luz.
Así pasaron casi dos semanas. Una noche me quejaba al Señor de tener muchos tormentos, de no poder ni siquiera preparar las meditaciones por no tener luz y me dijo el Señor que vendría todas las noches y me dictaría los temas para la meditación del día siguiente.  Los temas se referían siempre a Su dolorosa Pasión.  Me decía:  Contempla Mi tormento delante de Pilato.  Y así, punto por punto, durante toda la semana contemplé Su dolorosa Pasión.  Desde aquel momento una gran alegría entró en mi alma y ya no deseaba ni visitas, ni luz.  Me bastaba Jesús.  Las Superioras, cuidaban muchísimo a las enfermas, sin embargo, el Señor había dispuesto las cosas de tal manera que me sentía abandonada. Más de una vez sufría tantas y tan distintas persecuciones y tormentos, que la misma Madre me llegó a decir: En su camino, hermana, los sufrimientos brotan directamente de debajo de la tierra.  Me dijo: Yo la miro, hermana, como si estuviera crucificada, pero he observado que Jesús de algún modo entra en esto.  Sea fiel al Señor, hermana.
               Una vez deseaba mucho acercarme a la Santa Comunión, pero tenía cierta duda y no me acerqué.  Sufrí terriblemente a causa de ello.  Me parecía que el corazón se me reventaría del dolor.  Cuando me dediqué a mis tareas, con el corazón lleno de amargura, de repente Jesús, se puso a mi lado y me dijo:  Hija Mía, no dejes la Santa Comunión, a no ser que sepas bien de haber caído gravemente, fuera de esto no te detengan ningunas dudas en unirte a Mí en Mi misterio de amor.  Tus pequeños defectos desaparecerán en Mi amor como una pajita arrojada a un gran fuego.  Debes saber que Me entristeces mucho cuando no Me recibes en la Santa Comunión.
         El día de la cruzada, que es el quinto día de cada mes, cayó en primer viernes.  Era mi día para estar de guardia delante de Jesús.  En este día mío, mi tarea era compensar al Señor por todos los insultos y faltas de respeto y rogar para que en este día no se cometiera ningún sacrilegio.  En aquel día mi espíritu estaba inflamado de un amor singular hacia la Eucaristía.  Me parecía que estaba transformada en el ardor.  Cuando, para tomar la Santa Comunión, me acerqué al sacerdote que me daba a Jesús, otra Hostia se le pegó a la manga y yo no sabía cuál tomar.  Cuando estaba deliberando así un momento, el sacerdote impaciente, hizo una señal con la mano para que la tomara.  Cuando tomé la Hostia que me entregaba, la otra me cayó en las manos.  El sacerdote fue al final del comulgatorio para distribuir la Santa Comunión y yo tuve al Señor Jesús en las manos durante todo ese tiempo.  Cuando el sacerdote se acercó otra vez, le di la Hostia para que la pusiera en el cáliz, porque en el primer momento, al haber recibido a Jesús, no pude decir que la otra se le había caído. Cuando tuve la Hostia en las manos, sentí tanta fortaleza de su amor que durante el día entero no pude comer nada, ni recobrar el conocimiento.  De la Hostia oí estas palabras: Deseaba descansar en tus manos, no solamente en tu corazón, y de repente en aquel momento vi al Niño Jesús.  Pero al acercarse el sacerdote, otra vez vi la Hostia.
Oh María, Virgen Inmaculada, Puro cristal para mi corazón,
Tú eres mi fuerza, oh ancla poderosa, Tú eres el escudo y la defensa para el corazón débil.
Oh María, Tú eres pura e incomparable, Virgen y Madre a la vez.
Tú eres bella como el sol, sin mancha alguna, Nada se puede comparar con la imagen de Tu alma.
Tu belleza encantó el ojo del tres veces Santo, Y bajó del cielo, abandonando el trono de la sede eterna, Y tomó el cuerpo y la sangre de Tu Corazón durante nueve meses, escondiéndose en el Corazón de la Virgen. Oh Madre, Virgen, nadie comprenderá, Que el inmenso Dios se hace hombre, Sólo por amor y por Su insondable misericordia. A través de Ti, oh Madre, viviremos con Él eternamente. Oh María, Virgen Madre y Puerta Celestial, a través de Ti nos ha llegado la salvación. Todas las gracias brotan para nosotros a través de Tus manos. Y me santificará solamente un fiel seguimiento de Ti. Oh María, Virgen, la Azucena más bella, Tu corazón fue el primer tabernáculo para Jesús en la tierra, Y eso porque Tu humildad fue la más profunda ,Y por eso fuiste elevada por encima de los coros de los ángeles y de los santos. Oh María, dulce Madre mía, Te entrego el alma, el cuerpo y mi pobre corazón, Sé [tú] la custodia de mi vida, Y especialmente en la hora de la muerte, En el último combate.   Amén  

viernes, 1 de diciembre de 2017

EL ALMA EN UNIÓN CON DIOS. Diario de Santa Faustina 10

EL ALMA EN UNIÓN CON DIOS
DIARIO DE SANTA FAUSTINA 10

         La lengua es un órgano pequeño, pero hace cosas grandes. Una (religiosa) persona que no es callada, nunca llegará a la santidad. No se haga ilusiones; a no ser que el Espíritu de Dios hable por ella, que en tal caso no debe callar. Pero para poder oír la voz de Dios, hay que tener serenidad en el alma y observar el silencio, no un silencio triste, sino un silencio en el alma, es decir, el recogimiento en Dios. Se pueden decir muchas cosas sin interrumpir el silencio, y al contrario, se puede hablar poco y romper continuamente el silencio. Qué daños irreparables causa el no guardar el silencio. Se hace mucho daño al prójimo, pero sobre todo a la propia alma.
Dios no se da a un alma parlanchina que como un zángano en la colmena, zumba mucho, pero no produce miel. El alma parlanchina está vacía en su interior. No hay en ella ni virtudes fundamentales, ni intimidad con Dios. Ni hablar de una vida más profunda, ni de una paz dulce, ni del silencio en el que mora Dios. El alma, sin gustar la dulzura del silencio interior, es un espíritu inquieto y perturba el silencio de los demás. Vi a muchas almas en los abismos infernales por no haber observado el silencio. Eran almas consagradas.
El alma que reflexiona, recibe mucha luz. El alma disipada se expone a sí misma a la caída y que no se sorprenda si cae. Para que el Espíritu divino pueda obrar en el alma, se necesita silencio y recogimiento.
Oh Jesús Misericordia, tiemblo al pensar que debo rendir cuenta de la lengua. En la lengua está la vida, pero también la muerte. A veces con la lengua matamos. No entiendo las conciencias que entienden esto como una cosa pequeña.

         Ahora pasa Santa Faustina de este tema a hablar de la vida del alma con Dios.
Cuando el alma ha sido purificada y el Señor está en relación de intimidad con ella, ahora concentra toda su fuerza en tender hacia Dios. Pero ella, por sí misma, no puede hacer nada. Dios lo arregla todo. Ella lo sabe. Vive todavía en el destierro y comprende que puede haber días nublados y lluviosos, pero debe mirar todo con una actitud distinta. No se refugia en una paz engañosa, sino que se dispone a la lucha. Todo lo grande y santo la concierne.
Al salir de los tormentos por los que ha pasado, es profundamente humilde. La pureza de su alma es grande. Sabe lo que le conviene hacer en cada momento y lo que le conviene abandonar. Siente el más delicado toque de la gracia y es muy fiel a Dios. Reconoce a Dios desde lejos y goza de Él incesantemente. En muy poco tiempo reconoce a Dios en las almas de otras personas y en todo su alrededor.
Dios, como Espíritu puro que es, introduce al alma en la vida puramente espiritual, la hace capaz de una estrecha convivencia con Él. Ella está en comunión con el Señor en un descanso de amor. Habla con el Señor sin usar los sentidos. Dios la llena con su luz. Su mente, iluminada, ve claramente y distingue los grados de la vida espiritual. Reconoce que antes se unía a Dios de un modo imperfecto, cuando su espiritualidad estaba unida a los sentidos. Existe una unión con el Señor superior y más perfecta, que es la intelectual. Aquí el alma se ve más protegida de las ilusiones, la espiritualidad es más profunda y más pura. Los sentidos se apagan y están como muertos. El alma está sumergida en la divinidad.
Tiene muchas visiones sensibles y espirituales, oye muchas palabras sobrenaturales; pero a pesar de estas gracias, no se basta a sí misma. Precisamente Dios la visita con estas gracias porque está expuesta a muchos peligros y puede fácilmente caer en la ilusión.
A un alma que está unida a Dios, es necesario prepararla para grandes y encarnizados combates.
Después de  estas purificaciones y pruebas, Dios la trata de modo especial.
         El amor puro es capaz de grades empresas y no lo destruyen ni las dificultades ni las contrariedades. Si el amor es fuerte, es perseverante en la vida cotidiana, gris y monótona. Sabe que para agradar a Dios, una cosa es necesaria, es decir, hacer las cosas más pequeñas con gran amor y siempre amor.
El amor puro no se equivoca, tiene singularmente mucha luz y no hará nada que no agrade a Dios. Es ingenioso en hacer lo que es más agradable a Dios; es feliz cuando puede anonadarse y arder como un sacrificio puro. Cuanto más se entrega, tanto más es feliz. El alma parece que no camina, sino que corre y empieza a volar hacia el ardor mismo del sol y se entrega completamente a la influencia de la gracia. Se ahoga en Él como en su único tesoro. Desaparece el abismo entre el Señor y el alma, el Creador y la criatura. El alma está en casi continuo éxtasis. La presencia de Dios no la abandona ni por un momento. Y el alma permanece en una continua unión amorosa con el Señor, que sin embargo, no le impide cumplir con sus deberes.
Dios la atrae hacia Sí con tanta fuerza y fortaleza, que en algunos momentos no se da cuenta de estar en la tierra.
El alma conoce que el Señor cuenta con ella y este conocimiento le da más fuerza. Confía en Dios y gracias a esta confianza llega allí adonde Dios la llama. Las dificultades no la espantan, son para ella como el pan de cada día. Durante el tiempo de paz, el alma hace esfuerzos, al igual que en tiempo de lucha. Tiene que ejercitarse mucho, porque de lo contrario ni hablar de la victoria.

Qué mísera es el alma que malgasta las gracias que Dios le da, que se escapa de Dios cuando Él la persigue. De Dios se reciben  las gracias cuando menos se las espera. En esta intimidad con Dios, Jesús da a conocer lo que no le agrada del alma y más de una vez  amonesta por cosas que a nosotros nos parecen insignificantes, pero que en realidad tienen gran importancia. Él adiestra como un Maestro, educa Él mismo.