domingo, 28 de enero de 2018

EXPERIENCIA DE LA MUERTE. DIARIO DE SANNTA FAUSTINA 16


DIARIO DE SANTA FAUSTINA 16
EXPERIENCIA DE LA MUERTE

A veces, después de la Santa Comunión, siento la presencia de Dios de un modo particular, sensible.  Siento que Dios está en mi corazón.  Y el hecho de sentir a Dios en el alma, no me impide en absoluto cumplir mis tareas; aún cuando realizo los más importantes asuntos que requieren atención, no pierdo la presencia de Dios en el alma y quedo estrechamente unida a Él.  Con Él voy al trabajo, con Él voy al recreo, con Él sufro, con Él gozo, vivo en Él y Él en mí.  No estoy nunca sola, ya que Él es mi compañero permanente.  Siento su presencia en cada momento.  Nuestra familiaridad es estrecha a causa de la unión de la sangre y de la vida.
La adoración nocturna del jueves la hice por la conversión de los pecadores empedernidos y especialmente por los que han perdido la esperanza en la Divina Misericordia.  Meditaba sobre lo mucho que Dios sufrió y lo grande que es el amor que nos mostró, y nosotros no creemos que Dios nos ama tanto.  Oh Jesús, ¿quién lo comprenderá?  ¡Qué dolor para nuestro Salvador!  Y ¿Cómo puede convencernos de su amor si su muerte no llega a convencernos?  Invité a todo el cielo a que se uniera a mí para compensar al Señor la ingratitud de ciertas almas.
Jesús me enseñó cuánto le agrada la plegaria reparadora; me dijo:  La plegaria de un alma humilde y amante aplaca la ira de Mi Padre y atrae un mar de bendiciones.  Después de la adoración, a medio camino hacia mi celda, fui cercada por una gran jauría de perros negros, enormes, que saltaban y aullaban con la intención de desgarrarme en pedazos.  Me di cuenta de que no eran perros sino demonios.  Uno de ellos dijo con rabia:  Como esta noche nos has arrebatado muchas almas, nosotros te desgarraremos en pedazos.  Contesté: Si tal es la voluntad de Dios misericordiosísimo, desgarradme  en pedazos, porque me lo he merecido justamente siendo la más miserable entre los pecadores y Dios es siempre santo, justo e infinitamente misericordioso.  A estas palabras, los demonios todos juntos contestaron: Huyamos, porque no está sola, sino que el Todopoderoso está con ella.  Y desaparecieron del camino como polvo, como rumor, mientras yo tranquila, terminando el Te Deum, iba a la celda contemplando la infinita e insondable misericordia Divina.
De repente sufrí un desmayo con un gran sufrimiento preagónico.  No era la muerte, es decir el pasaje a la verdadera vida, sino una muestra de los sufrimientos de la misma muerte.  La muerte es espantosa a pesar de darnos la vida eterna.  De repente me sentí mal, la falta de respiración, la oscuridad delante de los ojos, la sensación del debilitamiento de los miembros…, este sofocamiento es atroz y un instante así es infinitamente largo… A pesar de la confianza, viene también un extraño miedo.  Deseé recibir los últimos Sacramentos.  Sin embargo la Confesión me resultó muy difícil a pesar del deseo de recibirla.  Uno no sabe lo que dice; comienza a decir una cosa, deja la otra sin terminar...  Oh, que Dios preserve a cada alma de aplazar la confesión a la última hora!.  Conocí el gran poder de las palabras del sacerdote que descienden sobre el alma del enfermo.  Cuando pregunté al Padre espiritual si estaba preparada para presentarme delante de Dios y si podía estar tranquila, recibí la respuesta: Puedes estar completamente tranquila, no solamente ahora, sino después de cada confesión semanal.  La gracia de Dios que acompaña estas palabras del sacerdote es grande.  El alma siente la fortaleza y el arrojo para la lucha.
Mis sufrimientos los uní a los sufrimientos de Jesús y los ofrecí por mí y por la conversión de las almas que no confían en la bondad de Dios.  De repente mi celda se llenó de figuras negras, llenas de furia y de odio hacia mí.  Una de ellas dijo: Maldita tú y Aquel que está en ti, porque ya empiezas a atormentarnos en el infierno.  En cuanto pronuncié: Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, en seguida esas figuras desaparecieron ruidosamente.
Entonces dije a Jesús:  Jesús, pensé que me ibas a llevar.  Y Él me contestó:  Aun no se ha cumplido plenamente Mi voluntad en ti; te quedaras todavía en la tierra, pero no mucho tiempo.  Me agrada mucho tu confianza, pero el amor ha de ser más ardiente.  El amor puro da fuerza al alma en la agonía misma.  Cuando agonizaba en la cruz, no pensaba en Mí, sino en los pobres pecadores y rogaba al Padre por ellos.  Quiero que también tus últimos momentos sean completamente semejantes a los Míos en la cruz.  Hay un solo precio con el cual se compran las almas, y éste es el sufrimiento unido a Mi sufrimiento en la cruz.  El amor puro comprende estas palabras, el amor carnal no las comprenderá nunca.
El sufrimiento es el tesoro más grande que hay en la tierra, purifica al alma. El amor verdadero se mide con el termómetro del sufrimiento.
Oh Jesús, Te doy las gracias por las pequeñas cruces cotidianas, por las contrariedades con las que tropiezan mis propósitos, por el peso de la vida comunitaria, por la mala interpretación de mis intenciones, por las humillaciones por parte de los demás, por el comportamiento áspero frente a mí, por las sospechas injustas, por mi salud débil y por el agotamiento de las fuerzas,  por el anonadamiento de mi propio yo, por la falta de reconocimiento en todo, por los impedimentos hechos a todos mis planes.
Te doy las gracias, Jesús, por los sufrimientos interiores, por la aridez del espíritu, por los miedos, los temores y las dudas, por las tinieblas y la densa oscuridad interior, por las tentaciones y las distintas pruebas, por las angustias que son difíciles de expresar y especialmente por aquellas en las que nadie nos comprende, por la hora de la muerte, por el duro combate durante ella, por toda la amargura que pueda sufrir.
Te agradezco, Jesús, porque has bebido el cáliz de la amargura antes de dármelo endulzado.  Heme aquí que he acercado los labios a este cáliz de Tu santa voluntad; hágase de mi según Tu voluntad, que se haga de mi lo que Tu sabiduría estableció desde la eternidad.   En ti, oh Señor, todo lo que da Tu Corazón paternal es bueno; no pongo las consolaciones por encima de las amarguras, ni las amarguras por encima de las consolaciones, sino que Te lo agradezco todo, oh Jesús.  Mi deleite consiste en contemplarte, oh Dios Inconcebible. Conozco bien la morada de mi Esposo.  Siento que en mí no hay ni una gota de sangre que no arda de amor hacia Ti.

sábado, 20 de enero de 2018

MISERICORDIA Y SUFRIMIENTO. DIARIO DE SANTA FAUSTINA 15


DIARIO DE SANTA FAUSTINA 15
MISERICORDIA Y SUFRIMIENTO

Oh Amor Eterno, deseo que Te conozcan todas las almas que has creado.  Desearía hacerme sacerdote, para hablar incesantemente de Tu misericordia a las almas pecadoras hundidas en la desesperación.  Desearía ser misionero y llevar la luz de la fe a los países salvajes y darte a conocer a las almas y morir en el martirio, sacrificada por ellas como Tú has muerto por mí y por ellas.  Oh Jesús, sé perfectamente que puedo ser sacerdote, misionero y predicador, puedo morir en el martirio anonadándome totalmente y negándome a mí misma por el amor hacia Ti, Jesús, y hacia las almas inmortales.  Un gran amor sabe transformar las cosas pequeñas en cosas grandes y solamente el amor da valor a nuestras acciones; y cuánto más puro se hace nuestro amor, tanto menos tendrá por destruir en nosotros el fuego del sufrimiento, y el sufrimiento dejará de serlo para nosotros.  Se convertirá en un gozo.  Con la gracia de Dios he recibido ahora esta disposición del corazón, de que nunca estoy tan feliz como cuando sufro por Jesús, al que amo con cada latido del corazón.
Cuando sufrimos mucho, tenemos una gran oportunidad de demostrarle a Dios que lo amamos, mientras que cuando sufrimos poco, tenemos poca posibilidad de demostrar a Dios nuestro amor y cuando no sufrimos nada, entonces nuestro amor no es grande ni puro.  Con la gracia de Dios podemos llegar al punto en que el sufrimiento se transformará para nosotros en gozo, puesto que el amor sabe hacer tales cosas en las almas puras.

El Jueves Santo, Jesús me dijo:  Deseo que te ofrezcas como víctima por los pecadores y, especialmente, por las almas que han perdido la esperanza en la Divina Misericordia.

Acto de ofrecimiento:
Ante el cielo y la tierra, ante todos los coros de los ángeles, ante la Santísima Virgen María, ante todas las Potencias Celestes declaro a Dios, Uno y Trino, que hoy en unión con Jesucristo, Redentor de las almas, me ofrezco voluntariamente como víctima por la conversión de los pecadores y especialmente por las almas que han perdido la esperanza en la Divina Misericordia.  Este ofrecimiento consiste en que acepto con total sumisión la Voluntad de Dios, todos los sufrimientos y temores, y los miedos que llenan a los pecadores y a cambio les cedo todas las consolaciones que tengo en el alma, que provienen de mi comunión con Dios.  En una palabra, les ofrezco todo: las Santas Misas, las Santas Comuniones, las penitencias, las mortificaciones, las plegarias.  No temo los golpes, los golpes de la Justicia de Dios, porque estoy unida a Jesús.  Oh Dios mío, con esto deseo compensarte por las almas que no confían en Tu bondad.  Contra toda esperanza confío en el mar de Tu misericordia.  Oh Señor y Dios mío, no pronuncio este acto de ofrecimiento basándome en mis propias fuerzas, sino en el poder que deriva de los méritos de Jesucristo.  Este acto de ofrecimiento lo repetiré todos los días con la siguiente plegaria que Tú Mismo me enseñaste, oh Jesús: Oh Sangre y Agua que brotaste del Corazón de Jesús, como Fuente de Misericordia para nosotros, en Ti confío.

La Divina Misericordia le respondió: Te doy una pequeña parte en la Redención del género humano.  Tú eres el alivio en el momento de Mi Agonía.
Y hablándole del cuadro le explicó: Los dos rayos significan la Sangre y el Agua.  El rayo pálido simboliza el Agua que justifica a las almas.  El rayo rojo simboliza la Sangre que es la vida de las almas.
Ambos rayos brotaron de las entrañas más profundas de Mi misericordia cuando Mi Corazón agonizante fue abierto en la cruz por la lanza.
Estos rayos protegen a las almas de la indignación de Mi Padre.  Bienaventurado quien viva a la sombra de ellos, porque no le alcanzará la justa mano de Dios.  Deseo que el primer domingo después de la Pascua de Resurrección sea la Fiesta de la Misericordia.

Pide a Mi siervo fiel que en aquel día hable al mundo entero de esta gran misericordia Mía; que quien se acerque ese día a la Fuente de Vida, recibirá el perdón total de las culpas y de las penas.
La humanidad no conseguirá la paz hasta que no se dirija con confianza a Mi misericordia.
Oh, cuánto Me hiere la desconfianza del alma. Hay almas que reconocen que soy santo y justo, pero no creen que Yo soy la Misericordia, no confían en Mi bondad.  También los demonios admiran Mi justicia, pero no creen en Mi bondad.
Mi Corazón se alegra de este título de misericordia.
Proclama que la misericordia es el atributo más grande de Dios.  Todas las obras de Mis manos están coronadas por la misericordia.

Una vez, cuando estaba en el taller de aquel pintor que pintaba esta imagen, vi que no era tan bella como es Jesús.  Me afligí mucho por eso, sin embargo lo oculté profundamente en mi corazón.  Cuando salimos del taller del pintor, la Madre Superiora  se quedó en la ciudad para solucionar diferentes asuntos y yo volví sola a casa.  En seguida fui a la capilla y lloré muchísimo.  ¿Quién te pintará tan bello como Tú eres?  Como respuesta oí estas palabras: No en la belleza del color, ni en la del pincel está la grandeza de esta imagen, sino en Mi gracia

Una vez me visitó la Virgen Santísima.  Estaba triste con los ojos clavados en el suelo; me dio a entender que tenía algo que decirme, pero por otra parte me daba a conocer como que no quisiera decírmelo.  Al darme cuenta de ello, empecé a pedir a la Virgen que me lo dijera y que volviera la mirada hacia mí.  En un momento María me miró sonriendo cordialmente y dijo: Vas a padecer ciertos sufrimientos a causa de una enfermedad y de los médicos, además padecerás muchos sufrimientos por esta imagen, pero no tengas miedo de nada.  Al día siguiente me puse enferma y sufrí mucho, tal y como me lo había dicho la Virgen, pero mi alma está preparada para los sufrimientos.  El sufrimiento es el compañero permanente de mi vida.

lunes, 15 de enero de 2018

EL AMOR A DIOS Y EL AMOR DE DIOS. DIARIO DE SANTA FAUSTINA 14

DIARIO DE SANTA FAUSTINA 14
EL AMOR A DIOS Y EL AMOR DE DIOS

            Dios me dio a conocer en qué consiste el verdadero amor y me concedió la luz para entender cómo demostrárselo en la práctica.  El verdadero amor a Dios consiste en cumplir la voluntad de Dios.  Para demostrar a Dios el amor en la práctica, es necesario que todas nuestras acciones, aun las más pequeñas, deriven del amor hacia Dios.  Y me dijo el Señor: Niña Mía, más que nada Me agradas a través del sufrimiento.  En tus sufrimientos físicos, y también morales, hija Mía, no busques compasión de las criaturas.  Deseo que la fragancia de tus sufrimientos sea pura, sin ninguna mezcla.  Exijo que te distancies no solamente de las criaturas, sino también de ti misma.  Hija Mía, quiero deleitarme con el amor de tu corazón: amor puro, virginal, intacto, sin ninguna sombra. Cuanto más ames el sufrimiento, tanto más puro será tu amor hacia Mí.
Mi Corazón ha sido conmovido por una gran compasión hacia ti, hija Mía queridísima, cuando te he visto hecha pedazos por el gran dolor que sufrías mientras deplorabas tus pecados.  Yo veo tu amor tan puro y sincero que te doy la prioridad entre las vírgenes, tú eres el honor y la gloria de Mi Pasión.  Veo cada humillación de tu alma y nada se escapa a Mi atención; elevo a los humildes hasta Mi trono, porque así es Mi voluntad.
Compórtate como un mendigo que cuando recibe una limosna grande no la rehúsa, sino que más bien la agradece con más cordialidad; así tú también, si te concedo unas gracias más grandes, no las rehúses diciendo que eres indigna.  Yo lo sé; pero tú más bien alégrate y goza, y toma tantos tesoros de Mi Corazón cuantos puedas llevar, ya que haciéndolo así Me agradas más.  Te diré algo más: no tomes estas gracias solamente para ti, sino también para el prójimo, es decir invita a las almas con las cuales estás en contacto a confiar en Mi misericordia infinita. Cuánto amo a las almas que se Me han confiado totalmente, haré todo por ellas.
          Una vez vine a mi celda y estaba tan cansada que antes de comenzar a desvestirme tuve que descansar un momento, y cuando estaba desvestida, una de las hermanas me pidió que le trajera un vaso de agua caliente.  A pesar del cansancio, me vestí rápidamente y le traje el agua que deseaba, aunque de la cocina a la celda había un buen trecho de camino y el barro llegaba a los tobillos.  Al entrar en mi celda vi un copón con el Santísimo Sacramento y oí esta voz: Toma este copón y llévalo al tabernáculo.   En un primer momento vacilé, pero me acerqué y cuando toqué el copón, oí estas palabras: Con el mismo amor con que te acercas a Mí, acércate a cada una de las hermanas y todo lo que haces por ellas Me lo haces a Mí. 
            Siento muy bien que mi misión no terminará con mi muerte, sino que empezará.  Oh almas que dudan, les descorreré las cortinas del cielo para convencerlas de la bondad de Dios, para que ya no hirieran más el Dulcísimo Corazón de Jesús con desconfianza.  Dios es Amor y Misericordia.
Oh Dios único en la Santísima Trinidad, deseo amarte como hasta ahora ningún alma humana Te ha amado; y aunque soy particularmente mísera y pequeña, no obstante arrojo muy profundamente el ancla de mi confianza en el abismo de Tu misericordia, oh Dios y Creador mío.  A pesar de mi gran miseria no tengo miedo de nada, sino que espero cantar eternamente el himno de la gloria.  Que no dude alma ninguna mientras viva, aunque sea la más miserable, cada una puede ser una gran santa, porque es grande el poder de la gracia de Dios.  De nosotros depende solamente no oponernos a la actuación de Dios.
No hago ningún razonamiento en la vida interior, no analizo ninguno de los caminos por los que me lleva el Espíritu Divino; me basta con saber que soy amada y que yo amo.  El amor puro me permite conocer a Dios y comprender muchos misterios.

Oh Jesús, ojalá pudiera transformarme en una neblina delante de Ti para cubrir la tierra, con el fin de que Tu santa mirada no viera los terribles crímenes. Cuando miro el mundo y su indiferencia hacia Ti, siempre me vienen lágrimas a los ojos, pero cuando miro un alma consagrada que es tibia, entonces mi corazón sangra.
          Una vez, cuando hacía la adoración por nuestra patria, un dolor estrechó mi alma y empecé a orar del modo siguiente:  Jesús Misericordiosísimo, Te pido por la intercesión de Tus Santos y, especialmente, por la intercesión de Tu Amadísima Madre que Te crió desde la niñez, que bendigas a mi patria.  Jesús, no mires nuestros pecados, sino las lágrimas de los niños pequeños, el hambre y el frío que sufren.  Jesús, en nombre de estos inocentes, concédeme la gracia que Te pido para mi patria.  En aquel instante vi al Señor Jesús con los ojos llenos de lágrimas y me dijo: Ves, hija Mía, cuánta compasión les tengo!; debes saber que son ellos los que sostienen el mundo.
En cierta ocasión conocí a una persona que pensaba cometer un pecado grave.  Pedí al Señor que me enviara los peores tormentos, para que aquella alma fuera preservada. De repente sentí en la cabeza el atroz dolor de la corona de espinas.  Eso no duró bastante tiempo, pero sirvió para que aquella persona permaneciera en la gracia de Dios.  Oh Jesús, que fácil es santificarse; es necesario solamente un poco de buena voluntad.  Si Jesús descubre en el alma ese poquito de buena voluntad, entonces se apresura a entregarse al alma y nada puede detenerlo, ni los errores, ni las caídas, nada en absoluto.  Jesús tiene prisa por ayudar a esa alma, y si el alma es fiel a esta gracia de Dios, entonces en muy poco tiempo puede llegar a la máxima santidad a la que una criatura puede llegar aquí en la tierra.  Dios es muy generoso y no rehúsa a nadie su gracia, da más de lo que nosotros le pedimos.  La fidelidad en el cumplimiento de las inspiraciones del Espíritu Santo es el camino más corto.