sábado, 14 de octubre de 2017

MEDITACIÓN SOBRE EL DIARIO DE SANTA FAUSTINA 3



DIARIO DE SANTA FAUSTINA 3

         Una vez estaba yo reflexionando sobre la Santísima Trinidad, sobre la esencia divina. Quería penetrar y conocer quién era este Dios. En un instante, mi espíritu fue llevado como al otro mundo, vi un resplandor inaccesible y en él como tres fuentes de caridad que no llegaba a comprender. De este resplandor salían palabras en forma de rayos y rodeaban el cielo y la tierra. De repente, del mar del resplandor salió nuestro amado Salvador, de una belleza inconcebible, con las llagas resplandecientes. Y se oyó la voz: “Quién es Dios en su esencia, nadie lo sabrá, ni una mente angélica, ni humana. Trata de conocer a Dios a través de meditar sus atributos.” Después Jesús trazó con la mano la señal de la cruz y desapareció.
         En otra ocasión, fui llamada al juicio de Dios. Me presenté delante del Señor, a solas. Jesús se veía como durante la Pasión. Después de un momento, estas heridas desaparecieron y quedaron sólo cinco: en las manos, en los pies y en el costado. Inmediatamente vi todo el estado de mi alma tal y como Dios la ve. Vi claramente todo lo que no agrada a Dios. No sabía que hay que rendir cuentas ante el Señor, incluso de las faltas más pequeñas. ¡Qué momento! ¿Quién podrá describirlo? Presentarse delante del tres veces Santo. Jesús me preguntó: ¿Quién eres? Contesté: Soy tu sierva, Señor. “Tienes la deuda de un día de fuego en el Purgatorio”. Quise arrojarme inmediatamente a las llamas del fuego del Purgatorio, pero Jesús me detuvo y me dijo: “¿Qué prefieres, sufrir ahora durante un día o durante un breve tiempo en la tierra?” Contesté: Jesús, quiero sufrir en el Purgatorio y quiero sufrir en la tierra los más grandes tormentos, aunque sea hasta el fin del mundo. Jesús dijo: “Es suficiente una cosa. Bajarás a la tierra y sufrirás mucho, pero durante poco tiempo y cumplirás mi Voluntad y mis deseos. Un fiel siervo mío te ayudará a cumplirla. Ahora, pon la cabeza sobre mi pecho, sobre mi Corazón y de Él toma fuerza y fortaleza para todos los sufrimientos, porque no encontrarás alivio, ni ayuda, ni consuelo en ninguna otra parte. Debes saber, que vas a sufrir mucho, mucho, pero que esto no te asuste. Yo estoy contigo.”
Poco después de este suceso, enfermé. Las dolencias físicas fueron para mí una escuela de paciencia. Sólo Jesús sabe cuántos esfuerzos de voluntad tuve que hacer para cumplir los deberes.
Jesús, cuando quiere purificar un alma, utiliza los instrumentos que Él quiere. Mi alma se siente completamente abandonada por las criaturas. A veces, la intención más pura es interpretada mal por las hermanas. Este sufrimiento es muy doloroso, pero Dios lo permite y hay que aceptarlo, ya que a través de ello nos hacemos más semejantes a Jesús.
Yo les informaba de todo a mis Superioras y ellas no creían en mis palabras.
Sin embargo, la gracia de Dios me perseguía a cada paso, y cuando menos lo esperaba, Dios me hablaba.
         Un día, Jesús me dijo que iba a castigar una ciudad, la más bonita de mi patria, con un castigo semejante al de Sodoma y Gomorra. Vi la gran ira de Dios y un escalofrío traspasó mi corazón. Rogué en silencio. Un momento después, Jesús me dijo: “Niña mía, durante el sacrificio, únete estrechamente Conmigo y ofrece al Padre Celestial mi Sangre y mis Llagas como expiación de los pecados de esta ciudad. Repítelo ininterrumpidamente durante toda la Santa Misa. Hazlo durante siete días”. Al séptimo día vi a Jesús en una nube clara y me puse a pedir que Jesús mirara a aquella ciudad y todo nuestro país. Jesús me miró con bondad y me dijo: “Por ti bendigo al país entero”. Y con la mano hizo una gran señal de la cruz encima de nuestra patria.
         Cuando renové mis votos, el Señor Jesús se puso a mi lado, vestido con una túnica blanca, ceñido con un cinturón de oro y me dijo: “Te concedo el amor eterno, para que tu pureza sea intacta y para confirmar que nunca experimentarás tentaciones impuras”. Jesús se quitó el cinturón de oro y ciñó con él mis caderas. Desde entonces no experimento ninguna turbación contraria a la virtud, ni en el corazón ni en la mente. Después comprendí que era una de las gracias más grandes que la Santísima Virgen María obtuvo para mí, ya que durante muchos años le había suplicado recibirla. A partir de aquel momento tengo mayor devoción a la Madre de Dios. Ella me ha enseñado a amar interiormente a Dios y a cumplir su santa voluntad en todo. Por medio de María, Dios ha descendido a la tierra y a mi corazón.

         Enseñanzas para nosotros en el día de hoy:
-         Si queremos conocer a Dios, tenemos que meditar en sus atributos, pues aunque no podamos llegar a su esencia, sí podemos conocerle y amarle.
-         Cuando sintamos el Purgatorio que Dios permite en este mundo para cada uno de nosotros, recostarnos sobre el pecho de Jesús y sacar de su Corazón las fuerzas, el alivio y el consuelo ante todas las pruebas.
-         Jesús, cuando quiere purificar a un alma, utiliza los instrumentos que Él quiere. Muchas veces en nuestra vida no entendemos las cosas que nos pasan, pero tenemos que confiar en Él, que todo lo permite para nuestra purificación, para nuestro bien.
-         Importancia de la vivencia de la Eucaristía, en unión al sacrificio de Cristo, para alcanzar las gracias que las almas necesitan para su salvación
-         María, la gran aliada para alcanzarnos de Dios todas las gracias que necesitamos. Unirnos mucho a Ella y confiar en su protección y en su intercesión. Pedirle todo cuanto necesitemos con una total confianza.

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