Consagración personal al Corazón de Jesús
Por Florentino Alcañiz, S.J.
Descansa
un poquito, alma cristiana, del tráfico de la vida y escucha las
amorosas palabras del Corazón de Jesús, de ese Dios de amor y
misericordia, que tanto anhela tu bien.
Dime,
hijo mío, ¿eres feliz? ¿Estás contento? ¿Tu corazón tiene paz? ¿Goza de
aquella tranquilidad en lo hondo, parecida a la quietud de la arena que
descansa en el fondo de los mares muy profundos?
Tal
vez eres tú de esas almas desgraciadas que lloran por encontrarse
caídas a cada paso en la culpa, pero que a manera de palomas que
tuviesen las alas apelmazadas de cieno, parece que no pueden acabar de
levantarse.
Tal
vez eres de esas otras que caminan arrastrándose por la senda pendiente
y estrecha de la virtud, con la fría languidez de esa tisis del
espíritu que se llama tibieza.
Tal
vez, en fin, seas de aquellas, ni pecadoras ni tibias, pero en cuya
mirada triste se ve retratado el desaliento: almas que, o bien a la
manera de águilas con los vuelos recortados, se pasan toda la vida en
lanzarse a los espacios y caer mil veces en tierra desalentadas, o bien,
al modo de caminantes que marchasen por un arenal inmenso, se desaniman
y hastían de andar y andar tantos años y tan poco adelantar. iCuánta
compasión me causan todas estas pobrecitas almas! iY son tantas…!
Sin
embargo, oye las consoladoras ideas que he comunicado yo a mis
confidentes íntimos, para que fuesen como acueductos de plata o como
cables eléctricos, por medio de los cuales se transmitiesen al mundo las
luces y los ardores de mi Corazón amante.
«Los
tesoros de bendiciones y de gracias que este Sagrado Corazón encierra,
son infinitos; yo no sé que haya ningún ejercicio de devoción en la vida
espiritual, que sea más a propósito para levantar un alma en poco
tiempo a la perfección más alta, y para hacerle gustar las verdaderas
dulzuras que se encuentran en el servicio de Jesucristo». Sta.
Margarita. Vida y Obras
«Yo
no sé, mi querida madre, si comprenderá Vd. lo que es la devoción al
Corazón de Ntro. Señor Jesucristo de que le hablo, la cual produce un
gran fruto y cambio en todos aquellos que se consagran a ella y se
entregan con fervor».
«Cuanto
a las personas seglares, ellas hallarán por medio de esta amable
devoción todos los socorros necesarios a su estado; esto es: la paz en
sus familias, el alivio en sus trabajos, las bendiciones del cielo en
todas sus empresas, el consuelo en sus miserias; y en este Sagrado
Corazón encontrarán su lugar de refugio durante la vida y principalmente
a la hora de la muerte. ¡Oh, qué dulce es morir después de haber tenido
una tierna y constante devoción al Corazón de Jesús!»
«Sobre
todo, haga Vd. por que la abracen las personas religiosas, porque
sacarán de ella tantos auxilios, que no será necesario otro remedio para
restablecer el fervor primitivo y la más exacta regularidad en las
Comunidades menos observantes, y llevar a las que viven en más perfecta
observancia, al colmo de la perfección».
Un viernes, después de la sagrada Comunión, dijo Él a su indigna esclava si mal no recuerdo, estas palabras:
«Yo
te prometo, en el exceso de la misericordia de mi Corazón, que mi amor
todopoderoso concederá a cuantos comulgaren nueve primeros viernes de
mes seguidos, la gracia de la penitencia final, o sea, que no morirán en
desgracia mía, ni sin recibir los sacramentos, y que mi Corazón se
constituirá en seguro asilo de ellos en aquel postrer momento»
«Nuestro
glorioso protector, San Miguel, acompañado de innumerable multitud de
espíritus angélicos, me certificó de nuevo estar él encargado de la
causa del Corazón de Jesús, como de uno de los mayores negocios de la
gloria de Dios y utilidad de
la
Iglesia, que en toda la sucesión de los siglos se han tratado desde que
el mundo es mundo... Este misterio escondido a los siglos, este
sacramento manifiesto nuevamente al mundo, este designio formado en la
mente divina a favor de los hombres y descubierto ahora en la Iglesia,
es uno de los que por decirlo así se llevan las atenciones de un Dios
cuidadoso de nuestro bien y de la gloria del Salvador».
«Parecióme
ver (interiormente) que esta luz, el Corazón de Jesús, este sol
adorable derramaba sus rayos sobre la tierra, primero en un espacio
reducido, y que luego se extendía hasta iluminar el mundo entero. Y me
dijo: con el resplandor de esa luz, los pueblos y las naciones serán
iluminados y con su ardor recaldeados.»
Dime,
ahora, con toda sinceridad, hijo mío, si después de leer estas ideas,
¿no comienzas casi casi a persuadirte de que la devoción al Corazón de
Jesús es algo grande en el mundo? Sí, hijo mío; si lo dudas, estudia con
atención este asunto y te convencerás por ti mismo; esta convicción
personal desearía Yo en todos mis fieles, sobre todo en mis sacerdotes y
en mis religiosos; no creer porque se ha oído, sino conocer porque se
ha visto; de esta manera se forman los convencidos, que son los que
hacen algo en la tierra.
iOh!, si lograse que tú fueses uno de esos convencidos de mi corazón.
Yacen
mis alhajas más preciosas allá en el fondo del cofre, porque todavía
quedan muchos que no han caído enteramente en la cuenta. Esta devoción
divina es un grueso filón de oro que atraviesa todo el campo de la
Iglesia; generalmente se explotan las capas más exteriores que se hallan
a flor de tierra, y por eso todo el mundo las descubre, y con muy poco
trabajo pueden aprovecharse de ellas; ¿quién no conoce, por ejemplo, la
Comunión de los primeros viernes de mes y la Consagración de las
familias?¿Quién no asiste de cuando en cuando a alguna fiesta en mi
honor? ¿Quién no tiene su nombre escrito en la lista de alguna
Congregación y cumple con una u otra de sus prácticas más fáciles? Todos
estos son viajeros que, al pasar por el filón, se detienen un momento,
remueven algo la arena, hallan algunas pepitas de oro y continúan su
camino. Mas son pocos, hijo mío, los que se lanzan a ahondar de lleno en
la mina, los que pudieran llamarse mineros de profesión.
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