viernes, 17 de marzo de 2017

La oración en el Huerto de los olivos. Charla semanal

Continuamos contemplando a Cristo en su Pasión. Esta vez emprendemos el camino desde el Cenáculo al Huerto de los Olivos. Lo encontramos en Mt 26,36-46
         Después de haber concluido la Cena, salen hacia el Monte de los Olivos, alrededor de la media noche. Es una noche larga, triste y oscura. Salen de Jerusalén y bajan hasta el torrente Cedrón, también conocido como arroyo Negro y suben hacia el Huerto de Getsemaní, donde Jesús solía retirarse con los suyos.
         Pedimos dolor con Cristo doloroso, quebranto con Cristo quebrantado, lágrimas, pena, sentimiento y compasión, porque por mis pecados va el Señor a la Pasión; todo esto, Cristo lo hace por mí.
         Contemplamos la oscuridad de la noche. La oscuridad siempre está asociada a miedo, incertidumbre, momento que el demonio siempre aprovecha para la tentación.
         “Triste está mi alma hasta la muerte”. Esta escena de Getsemaní es el reverso de la Transfiguración. Allí se reveló lo que era el final de una vida; aquí se manifiesta el camino que conduce hacia ese final. Y aparece en esta escena el aspecto profundamente humano de Jesús. Siente soledad, miedo y angustia en su propia alma ante la Pasión. Aprende nuestro lenguaje de sufrimiento, sufriendo Él el primero. Tiene las sensaciones propias de cualquier hombre.
         Dice el Evangelio: “Comenzó a entristecerse y angustiarse”.
         El mayor punto de sufrimiento del hombre es sentir la tristeza del alma.
         Siente miedo, temor ante lo que aún no ha llegado, pero que va a suceder. Siente hastío, repugnancia hacia todo aquello que le viene. “Padre mío, si es posible, pase de Mí este Cáliz”
         Sintió la ausencia de Dios, la noche oscura de la fe. Cristo se sintió solo. Sus discípulos, o le abandonan o no le entienden. Pero Él sabe que el Padre es el único que le sostiene. Cristo no tiene ninguna contradicción interior, aunque pide que pase de Él el Cáliz. Por eso inmediatamente dice: “Sin embargo, no se haga como Yo quiero, sino como quieres Tú”, “Hágase Tu Voluntad”. Él experimenta la sensibilidad humana del abandono, pero secunda en todo a su Padre. Acepta libremente todo lo que le viene para cumplir su misión. Busca activamente cumplir en todo la Voluntad de Dios.
En su oración al Padre quedan recogidas todas las súplicas de todos los hombres oprimidos por el dolor y el sufrimiento injusto de la vida. En su sufrimiento estoy yo también y todos mis sufrimientos.

Jesús se dirige a sus discípulos: “Vigilad y orad para que no caigáis en tentación, pues el espíritu está pronto, pero la carne es débil”.
Antes, los discípulos no habían entendido la Pasión. Ahora, que la están viviendo, la entienden menos. Por eso Jesús les invita a la vigilancia, para que estén atentos y comprendan la asociación a su cruz que tenemos cada uno.
Hay que estar  con disposiciones de atención interior. No cansarnos de escuchar, de seguir las mociones del Espíritu Santo. Dios no puede actuar en nosotros sin una adhesión real de nuestra voluntad a sus designios y sin esta adhesión no hay progreso. La colaboración con la acción de Dios es absolutamente necesaria. No se trata ya de evitar el pecado, que eso se da por supuesto, sino de una adhesión a Él para poder avanzar en la vida espiritual. Hay que conectar la moción del Espíritu Santo con nuestra voluntad humana. La acción de Dios no falla, lo que falta es nuestra colaboración. Si quiero que mi vida llegue a la plenitud, es indispensable esta colaboración. Esto nos evita ser  mediocres.
Sin un verdadero amor a Cristo, no podemos ser verdaderos discípulos suyos. Y no podemos amarle si nuestro corazón no se siente movido por la gratitud hacia Él; repetirme: Cristo va hacia su Pasión por mí, todo sufrimiento lo sufre gustoso por mí. Sentir vivamente sus sufrimientos, pedírselo al Espíritu Santo: dolor con su dolor, angustia con su angustia, sentimiento de soledad y abandono con el que Cristo siente, tristeza con su tristeza… Pensar en los amargos dolores que padece por mí. Mis pecados le causan dolor.
Sé muy bien y espero no olvidarlo nunca, que el sentimiento aquí no basta, que no basta sentir sin más, pues sentir dolor al pensar en los sufrimientos de Cristo, sin obedecerle, no es verdadero amor, sino una burla – dice Newman. El verdadero amor siente con justicia y obra con justicia.
Un cristiano que ante la Pasión, no tenga sentimientos en su corazón de adhesión a Cristo sufriente, se tiene que preguntar si verdaderamente vive una vida cristiana, porque el amor genera sentimientos y en ellos está la flor de la acción de Dios en nuestra vida.
Es muy importante que la contemplación del Señor ilumine nuestra vida.
Terminemos con esta oración:
Señor Jesús, Tú me enseñas, de bruces sobre el suelo, que no siempre caminaré animoso y que me encontraré con las dificultades. Un día u otro me desanimaré, me sentiré sin fuerzas. Haz que entonces me acuerde de Ti y sepa, como Tú, ponerme en manos del Padre.

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