viernes, 31 de marzo de 2017

JESÚS JUZGADO. Charla Semanal

EJERCICIOS ESPIRITUALES 22
         Hemos contemplado a Jesús en esta semana pasada en el prendimiento y ahora Jesús es sometido a dos procesos: el judío ante Herodes y el romano ante Poncio Pilato y sufrirá dos condenas.
         Hoy vamos a contemplar el proceso judío en Mc 14,53-72: Jesús ante el Sanedrín.
         Nos situamos: De noche, Jesús es conducido por el mismo camino que horas antes, Él mismo había recorrido con sus discípulos. Cruzando el torrente Cedrón y subiendo a la ciudad de Jerusalén, es llevado al Palacio del Sumo Sacerdote. Ocupaba el cargo Caifás, quien había sucedido a su suegro Anás. El juicio celebrado contra Jesús era completamente arbitrario, no se ajustaba a la jurisprudencia de la ley. Buscaban un testimonio contra Jesús para hacerle morir y no lo hallaban. Porque muchos testificaban falsamente contra Él y no eran acordes sus testimonios.
         Pedimos dolor con Cristo doloroso, lágrimas, pena interna de tanto como Cristo pasó por mí. Pedir la gracia de comprender algo de su Pasión, a fin de comenzar a descubrir cómo la vida que vivimos es fruto de su amor. Pedir fortaleza en la tentación para no sucumbir a ella.
         El proceso ante el Sanedrín no era más que la consecuencia, de lo que Cristo ya había venido sufriendo por parte de los príncipes de los sacerdotes, los ancianos y los escribas durante su vida pública. Su doctrina era rechazada. Y esa situación es la misma que se produce en el juicio.
Los falsos testigos surgen de la multitud. Entre ellos seguramente había gente que en otro tiempo le aclamaba o incluso había sido beneficiada por la multitud de milagros que Jesús realizaba. Habría otros indiferentes y otros muchos enemigos. El poder de las tinieblas los había oscurecido a todos, volviéndoles mentirosos e incoherentes. Lo peor de todo es vivir de noche en el corazón. El pecado ciega. Se apodera de nosotros el mal espíritu.
Es una terrible recompensa para quien había pasado haciendo el bien.
         Contemplemos a Jesús: Él se callaba y no respondía palabra alguna ante las acusaciones.
Hay que gastar mucho tiempo contemplando esta escena: el silencio de Jesús. Cristo no se defiende. Externamente está atado, pero interiormente es libre. Es oprimido, ultrajado y maltratado. Comenzaron a escupirle y le cubrían el rostro y le abofeteaban. Y Él aparece sereno y manso.
         Los soldados convierten a Jesús en juguete de sus desórdenes, con los gestos más insultantes para un judío como escupirle en pleno rostro. Este era el gesto más vejatorio para un judío.
         Pero… ¿y Pedro? Estando abajo, en el atrio, una de las siervas del pontífice le dijo: Tú también estabas con el Nazareno, con Jesús. Él lo negó: Ni sé ni entiendo lo que tú dices.
Salió fuera y la sierva siguió diciendo: Éste es de ellos. Él de nuevo lo negó.
Y pasando, uno de los presentes le dijo: Efectivamente, tú eres de ellos, porque eres galileo. Pero él se puso a maldecir y a jurar: No conozco a ese hombre que vosotros decís.
El hombre impetuoso y bravo que corta la oreja en el Huerto, se muestra ahora cobarde y niega a Jesús. Externamente aparece libre, pero internamente está atado.
En sus negaciones se da un proceso: No entiendo lo que dices, no conozco a ese hombre y maldice.
También en su conversión se dará el proceso contrario: Se quedó en el atrio, salió fuera y lloró amargamente. Si fue capaz de llorar por Cristo, es porque realmente le amaba.
         Es muy importante que leamos estos versículos varias veces. Que dejemos que las escenas me hablen. Que pidamos su gracia. Si la mano de Dios no nos conduce, nos perderemos toda la Pasión. No tiene que ser un espectáculo para mí. Sólo entrando en el interior puedo contemplarla. Se trata de aproximarnos a la vivencia interior de Jesucristo. Aplicar todos mis sentidos interiores para tener un conocimientos más perfecto de lo que está sucediendo.
Gastar mi tiempo contemplándolo. Entrar en el “sin tiempo”. Nuestro enemigo principal es el tiempo. Las cosas de Dios tienen que ser en un tiempo “sin tiempo”. Porque si no, la persona no levanta vuelo. Sin tiempo podemos tener hondura y altura. Madre de la oración elevada es la oración prolongada.
Contemplar a Cristo como si le tuviéramos presente, sintiendo en nosotros todo lo que Él padeció. Agradeciendo tantos beneficios, presentando nuestras necesidades, pidiendo el remedio para ellas, acusándonos de haber sido la causa de tan dolorosa Pasión por nuestros pecados.

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