viernes, 24 de noviembre de 2017

LA PRUEBA DE LAS PRUEBAS. Diario de Santa Faustina 9

DIARIO DE SANTA FAUSTINA 9
LA PRUEBA DE LAS PRUEBAS
         El otro día veíamos al alma embargada por el don del conocimiento de Dios, embelesada en el amor a Él y hoy la vemos expuesta al fuego, como dice Santa Faustina. La lucha es dura, el alma hace esfuerzos, persevera junto a Dios con un acto de voluntad. Con el permiso de Dios, Satanás sigue más adelante, la esperanza y el amor están puestos a prueba. Estas tentaciones son terribles, pero Dios sostiene al alma ocultamente. Ella no lo sabe, pero sin Él no podría resistir. Y Dios sabe lo que puede mandar al alma. Es tentada de incredulidad frente a todas las verdades reveladas por Dios. Todas estas pruebas son duras y difíciles. Dios no las da a un alma que anteriormente no haya sido admitida a una comunión más profunda con Él, y no haya disfrutado de las dulzuras del Señor y también Dios tiene en esto sus fines insondables para nosotros. Muchas veces Dios prepara así al alma para futuros designios y grandes obras. Y quiere probarla como oro puro. Dios está más cerca de esta alma sufriente, pero todo el secreto está precisamente en que ella no lo sabe. Pero éste no es todavía el fin de la prueba. Existe todavía la prueba de las pruebas, que es el sentir el rechazo total por parte de Dios.
         Y vamos a leer ahora de Santa Faustina esta prueba de las pruebas:
         Cuando el alma sale victoriosa de las pruebas anteriores, aunque quizás tropezando, pero sigue luchando y con profunda humildad clama al Señor: sálvame porque perezco, está todavía en condiciones de luchar.
Ahora una terrible oscuridad envuelve su alma. Ella está cerca de Dios pero está ciega. Deslumbrada por su luz, afirma que Él está ausente. Dentro de sí solamente ve pecados. Lo que siente es terrible. Se ve completamente abandonada de Dios. Siente como si fuera objeto de su odio y se encuentra al borde de la desesperación. Se defiende como puede, intenta despertar la confianza, pero la oración es para ella un tormento todavía mayor. Está colocada en un altísimo pico, que se encuentra sobre un precipicio.
El alma anhela fervientemente a Dios, pero se siente rechazada. Todos los tormentos y suplicios del mundo son nada en comparación con la sensación en la que se encuentra sumergida, es decir, el rechazo por parte de Dios. Nadie la puede aliviar. Ve que se encuentra sola, no tiene a nadie en su defensa. Levanta los ojos al cielo, pero sabe que no es para ella; todo está perdido. De una oscuridad cae en otra oscuridad aún mayor. Le parece que ha perdido a Dios para siempre, a ese Dios que tanto amaba. Este pensamiento le produce un tormento indescriptible.
Nadie puede iluminar tal alma si Dios quiere mantenerla en las tinieblas. De su corazón brotan gemidos dolorosos, tan dolorosos que ningún sacerdote los puede comprender si no lo ha pasado él mismo.
El alma padece sufrimientos por parte del espíritu maligno. Satanás se burla de ella. Ves, ¿seguirás siendo fiel? He aquí la recompensa, estás en nuestro poder. ¿Qué has ganado con mortificarte? ¿A qué todos estos esfuerzos? Eres rechazada por Dios.
Satanás tiene poder sobre aquella alma cuanto Dios permite. Dios sabe cuánto podemos resistir.
El alma ya no busca ayuda en ninguna parte, se encierra en sí misma y pierde de vista todo y es como si aceptara este tormento. Es la agonía del alma. Sumergida en la oscuridad, tiene hambre y sed de Dios. Muere de una muerte sin morir. Sus esfuerzos son nada, está bajo una mano poderosa. Se siente rechazada por la eternidad. Este es el momento supremo y solamente Dios puede someter un alma a tal prueba, porque sólo Él sabe que el alma es capaz de soportarla.
Esta alma está llamada a una gran santidad. El Señor la desea tener cerca de Sí. La quiere en lo alto del cielo.

         Santa Faustina habla de esta gran prueba porque ella la experimentó, hasta que interiormente el Señor le dijo: “No tengas miedo, hija mía, Yo estoy contigo”. En aquel mismo momento desaparecieron todas las tinieblas y todos los tormentos y su alma fue colmada de luz.
         Dice ella: Comparado con la realidad, es pálido todo lo que he escrito. No sé expresarlo, me parece que he vuelto del más allá. Me abrazo al Corazón de Dios como el recién nacido al pecho de su madre. Miro todo con ojos distintos. El recuerdo del martirio sufrido me da escalofríos. No hubiera creído que es posible sufrir tanto si yo misma no lo hubiera pasado. Es un sufrimiento totalmente espiritual.
Aunque todas estas cosas son espantosas, no obstante, ningún alma debería asustarse demasiado, porque Dios nunca da por encima de lo que podemos soportar. Y por otra parte, quizá nunca nos dé a nosotros suplicios semejantes y lo escribo porque si el Señor quiere llevar un alma a través de tales sufrimientos, que no tenga miedo, sino que sea fiel a Dios en todo lo que dependa de ella. Dios no hará daño al alma, porque es el Amor mismo y por este amor inconcebible la llamó a la existencia. Pero cuando yo me encontraba angustiada no lo comprendía.
Después de estos sufrimientos, el alma se encuentra en gran pureza de espíritu y en una gran cercanía con Dios.
Iluminada con la luz que viene de lo alto, conoce mejor lo que agrada a Dios. El alma tiene una profundidad abismal y se siente más fuerte y más resistente; ahora lucha con más valor, porque sabe que debe rendir cuenta de ello.
Todo el cielo queda admirado por el alma especialmente probada por Dios. Su belleza es grande porque fluye de Dios. Camina por la selva de la vida, herida por el amor divino. Toca la tierra con un solo pie.

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