viernes, 15 de junio de 2018

LA UNION PROFUNDA CON DIOS - EL CIELO. DIARIO DE SANTA FAUSTINA 24

DIARIO DE SANTA FAUSTINA 24
LA UNION PROFUNDA CON DIOS - EL CIELO
Hija Mía, si por medio de ti exijo de los hombres el culto a Mi misericordia, tú debes ser la primera en distinguirte por la confianza en Mi misericordia.  Exijo de ti obras de misericordia que deben surgir del amor hacia Mi.  Debes mostrar misericordia al prójimo siempre y en todas partes.  No puedes dejar de hacerlo ni excusarte ni justificarte.
Te doy tres formas de ejercer misericordia al prójimo: la primera – la acción, la segunda – la palabra, la tercera – la oración.  En estas tres formas está contenida la plenitud de la misericordia y es el testimonio irrefutable del amor hacia Mí.  De este modo el alma alaba y adora Mi misericordia.  Sí, el primer domingo después de Pascua es la Fiesta de la Misericordia, pero también debe estar presente la acción y pido se rinda culto a Mi misericordia con la solemne celebración de esta Fiesta y con el culto a la imagen que ha sido pintada.  A través de esta imagen concederé muchas gracias a las almas; ella ha de recordar a los hombres las exigencias de Mi misericordia, porque la fe sin obras, por fuerte que sea, es inútil.
Actualmente mi relación con el Señor es plenamente espiritual; mi alma está tocada por Dios y se sumerge entera en Él, hasta olvidarse de si misma.  Embebida de Dios, totalmente, se hunde en su belleza, se hunde toda en Él.  No sé describirlo, porque escribiendo uso los sentidos y allí, en aquella unión, los sentidos no funcionan; hay una fusión de Dios y del alma, hay una vida tan grande en Dios a la que el alma es admitida, que es imposible expresarla con palabras.  Cuando el alma vuelve a la vida normal, entonces ve que esta vida es una oscuridad, una niebla, una soñolienta confusión, unas fajas que envuelven a un niño pequeño.  En tales momentos el alma recibe únicamente de Dios, porque ella por si misma no hace nada, no hace el menor esfuerzo, Dios hace todo en ella.  Pero cuando el alma vuelve al estado normal, ve que no está en su poder permanecer más en esta unión.  Aquellos momentos son breves, duraderos [en su efecto], el alma no puede permanecer mucho tiempo en tal estado, porque por fuerza se liberaría para siempre de los vínculos del cuerpo, a pesar de ser sostenida milagrosamente por Dios.  Dios da a conocer claramente al alma cuánto la ama como si sólo ella fuera el objeto de su complacencia.  El alma lo conoce de modo claro y casi sin velos, se lanza a todo correr hacia Dios, pero se siente como una niña pequeña.  Sabe que esto no está en su poder, por lo tanto, Dios se humilla hacia ella y la une consigo de manera…, aquí debo callarme porque lo que alma experimenta no sé describirlo.
La gran luz con la que es iluminado el intelecto, da a conocer la grandeza de Dios, no para que conociera en Él los distintos atributos como antes, no, ahora es de otro modo:  en un solo momento conozco toda la esencia de Dios.
En el mismo instante el alma se hunde entera en Él y siente una felicidad tan grande como los elegidos en el cielo.  Aunque los elegidos en el cielo ven a Dios cara a cara y son totalmente felices de modo absoluto, sin embargo su conocimiento de Dios no es igual; Dios me lo ha dado a conocer.  El conocimiento más profundo empieza aquí en la tierra, según la gracia, pero en gran parte depende de nuestra fidelidad a la gracia.  Sin embargo, el alma que experimenta esta inefable gracia de la unión, no puede decir que ve a Dios cara a cara, ya que aquí hay un delgadísimo velo de la fe; pero tan delgado que el alma puede decir que ve a Dios y habla con Él.  Ella es “divinizada”, Dios da a conocer al alma cuánto la ama y el alma ve que las almas mejores y más santas que ella no han recibido esta gracia.  Por eso la envuelve el sagrado estupor, y la mantiene en una profunda humildad, y se hunde en su nada y en ese sagrado estupor.  Cuanto más se humilla, tanto más estrechamente Dios se une a ella y se humilla hacia ella.  En aquel momento el alma está como escondida, sus sentidos inactivos, en un momento conoce a Dios y se sumerge en Él.  Conoce toda la profundidad del Insondable y cuanto más profundo es el conocimiento, tanto más ardientemente el alma lo anhela.
Hoy, en espíritu, estuve en el cielo y vi estas inconcebibles bellezas y la felicidad que nos esperan después de la muerte.  Vi cómo todas las criaturas dan incesantemente honor y gloria a Dios; vi lo grande que es la felicidad en Dios que se derrama sobre todas las criaturas, haciéndolas felices; y todo honor y gloria que las hizo felices vuelve a la Fuente y ellas entran en la profundidad de Dios, contemplan la vida interior de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, que nunca entenderán ni penetrarán.
Esta fuente de felicidad es invariable en su esencia, pero siempre nueva, brotando para hacer felices a todas las criaturas.  Ahora comprendo a San Pablo que dijo:  Lo que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el corazón del hombre pudo soñar, todo eso es lo que Dios ha preparado para los que le aman.
Y Dios me dio a conocer una sola y única cosa que a sus ojos tiene el valor infinito, y éste es el amor de Dios, amor, amor y una vez más amor, y con un acto de amor puro de Dios nada puede compararse.  Oh, qué inefables favores Dios concede al alma que lo ama sinceramente.  Oh, felices las almas que ya aquí en la tierra gozan de sus particulares favores, y éstas son las almas pequeñas y humildes.
Esta gran Majestad de Dios que conocí más profundamente, que los espíritus celestes adoran según el grado de la gracia y la jerarquía en que se dividen; al ver esta potencia y esta grandeza de Dios, mi alma no fue conmovida por espanto ni por temor, no, no absolutamente no.  Mi alma fue llenada de paz y amor, y cuanto más conozco a Dios tanto más me alegro de que Él sea así.  Y gozo inmensamente de su grandeza y me alegro de ser tan pequeña, porque por ser yo tan pequeña, me lleva en sus brazos y me tiene junto a su Corazón.
Oh Dios mío, que lástima me dan los hombres que no creen en la vida eterna; cuánto ruego por ellos para que los envuelva el rayo de la misericordia y para que Dios los abrace a su seno paterno.  Oh amor, oh rey.
El amor no conoce temor, pasa por todos los coros angélicos que hacen guardia delante de su trono.  No tiene miedo de nadie; alcanza a Dios y se sumerge en Él como en su único tesoro.  El querubín con la espada de fuego que vigila el paraíso, no tiene poder sobre él.  Oh, puro amor de Dios, qué inmenso e incomparable eres.  Oh, si las almas conocieran Tu fuerza.

Comprendo bien, oh Jesús mío, que como una enfermedad se mide con el termómetro y la fiebre alta nos indica la gravedad de la enfermedad, así en la vida espiritual el sufrimiento es el termómetro que mide el amor de Dios en el alma.

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