viernes, 22 de junio de 2018

CONOCIMIENTO Y EXPERIENCIA DE DIOS. DIARIO DE SANTA FAUSTINA 25

DIARIO DE SANTA FAUSTINA 25
CONOCIMIENTO Y EXPERIENCIA DE DIOS

Comenzamos con un principio moral que nos da Santa Faustina:
Cuando no se sabe qué es lo mejor, hay que reflexionar,  examinar y pedir consejo, porque no se puede actuar en la duda de la conciencia.  En la incertidumbre, decirse a sí mismo: cualquier cosa que haga estará bien hecha si tengo la intención de hacerla bien.  Dios acepta lo que nosotros consideramos bueno, y Dios lo acepta y lo considera bueno.  No preocuparme si después de algún tiempo, aquellas cosas no resultan ser tan buenas como yo pensaba al hacerlas. Dios mira la intención con la cual empezamos y según ello dará la recompensa.  Es un principio al que debemos atenernos.

         Nos describe ahora una de las muchas veces que experimentó el milagro que puede obrar en las almas el rezo de la Coronilla:
Por la noche fui despertada súbitamente y supe que un alma me pedía la oración y que tenía una gran necesidad de plegarias.  Brevemente, pero con toda mi alma pedí al Señor la gracia para ella.
Al día siguiente, pasado ya el mediodía, cuando entré en la sala vi a una persona agonizante y supe que su agonía había empezado por la noche, justo  cuando se me pidió rezar.  De repente oí en mi alma esta voz: Reza la coronilla que te he enseñado.  Corrí a buscar el rosario y me arrodillé junto a la agonizante y con todo el ardor de mi espíritu me puse a rezar la coronilla.  De repente la agonizante abrió los ojos y me miró, y no alcancé a rezar toda la coronilla porque ella murió con una misteriosa serenidad.  Pedí ardientemente al Señor que cumpliera la promesa que me había dado por rezar la coronilla.  El Señor me hizo saber que aquella alma recibió la gracia que el Señor me había prometido.  Aquella alma fue la primera en experimentar la promesa del Señor.  Sentí cómo la fortaleza de la misericordia cubría aquella alma. Y de nuevo escuché:
Defenderé como a Mi gloria a cada alma que rece esta coronilla en la hora de la muerte, o cuando los demás la recen junto al agonizante, quienes obtendrán el mismo perdón.  Cuando  cerca del agonizante es rezada esta coronilla, se aplaca la ira divina y la insondable misericordia envuelve al alma y se conmueven las entrañas de Mi misericordia por la dolorosa Pasión de Mi Hijo.
Oh, si todos conocieran qué grande es la misericordia del Señor y cuánto necesitamos todos nosotros esta misericordia, especialmente en aquella hora decisiva…

Con esta experiencia, Faustina nos enseña cómo debe ser nuestra oración ante la dificultad misma de orar:
Durante la Hora Santa el Señor me concedió experimentar su Pasión.  Compartí la amargura de la Pasión de la que estaba colmada su alma.  Jesús me dio a conocer cómo el alma debe ser fiel a la oración, a pesar de las tribulaciones y la aridez y las tentaciones, porque de tal plegaria en gran medida depende a veces la realización de los grandes proyectos de Dios; y si no perseveramos en tal plegaria, ponemos impedimentos a lo que Dios quiere hacer a través de nosotros o en nosotros.  Que cada alma recuerde estas palabras:  Y encontrándose en una situación difícil, rogaba más tiempo.  Yo prolongo siempre tal oración por cuanto me es posible y compatible con mis deberes.

Y ahora nos habla del amor:
El amor es un misterio que transforma todo lo que toca en cosas bellas y agradables a Dios.  El amor de Dios hace al alma libre; es como una reina que no conoce el constreñimiento del esclavo, emprende todo con gran libertad del alma, ya que el amor que vive en ella es el estímulo para obrar.  Todo lo que la rodea le da a conocer que solamente Dios es digno de su amor.  El alma enamorada de Dios y en Él sumergida, va a sus deberes con la misma disposición con que va a la Santa Comunión y cumple también las acciones más simples con gran esmero, bajo la mirada amorosa de Dios; no se turba si con el tiempo alguna cosa resulta menos lograda, ella está tranquila porque en el momento de obrar hizo lo que estaba en su poder.  Cuando sucede que la abandona la viva presencia de Dios, de la que goza casi continuamente, entonces procura vivir de la fe viva; su alma comprende que hay momentos de descanso y momentos de lucha.  Con la voluntad está siempre con Dios.  Su alma es como un oficial adiestrado en la lucha, desde lejos ve dónde se esconde el enemigo y está preparado para el combate; ella sabe que no está sola, Dios es su fortaleza.

Faustina nos habla de la Santísima Trinidad:
En cierto momento, la presencia de Dios penetró mi ser, mi mente fue singularmente iluminada en cuanto al conocimiento de su Esencia; [Dios] me permitió acercarme al conocimiento de su vida interior.  Vi en espíritu las Tres Personas Divinas, pero su Esencia es única.  Él es Solo, Uno, Único, pero en Tres Personas, cada una de las cuales no es ni más pequeña ni más grande; no hay diferencia ni en la belleza, ni en la santidad, porque son Uno.   Uno, absolutamente Uno.  Su Amor me ha llevado a este conocimiento y me ha unido a Él.  Cuando estaba unida con una [Persona Divina], estaba unida también con la segunda y con la tercera.  Así pues, cuando nos unimos con una, por eso mismo nos unimos con otras dos Personas al igual que con una.  Una es la voluntad, uno Dios, aunque en las Personas Trinitario.  Cuando al alma se entrega a una (269) de las Tres Personas, entonces, con el poder de esa voluntad se encuentra unida a las Tres Personas y está inundada de la felicidad que fluye de la Santísima Trinidad; de esta felicidad se alimentan los santos.  La felicidad que brota de la Santísima Trinidad, hace feliz a todo lo creado; brota la vida que vivifica y anima cada ser que de Él tiene principio.  En aquellos momentos mi alma probó las delicias divinas tan grandes, que me es difícil expresarlas.

Del deseo de Dios:
Me desmayo por desear a Dios. Cuando estoy unida a Él,  me desmayo del exceso de felicidad, pero mi mente está clara y limpia, sin confusiones.  Humillas Tu Majestad para tratar con una pobre criatura.  Te agradezco, oh Señor, por esta gran gracia que me hace capaz de tratar contigo.  Oh Jesús, Tu nombre es una delicia para mí; desde lejos percibo a mi Amado y mi alma llena de anhelo descansa en sus brazos, no sé vivir sin Él; prefiero estar con Él en los tormentos y en los sufrimientos que sin Él entre las más grandes delicias del cielo.

De la Santa Misa:
Un gran misterio se hace durante la Santa Misa.  Con qué devoción deberíamos escuchar y participar en esta muerte de Jesús.  Un día sabremos lo que Dios hace por nosotros en cada Santa Misa y qué don prepara para nosotros en ella.  Sólo su amor divino puede permitir que nos sea dado tal regalo.  Oh Jesús, oh Jesús mío, de qué dolor tan grande está penetrada mi alma, viendo una fuente de vida que brota con tanta dulzura y fuerza para cada alma.  Y sin embargo veo almas marchitas y áridas por su propia culpa.  Oh Jesús mío, haz que la fortaleza de Tu misericordia envuelva a estas almas.

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