lunes, 10 de abril de 2017

JESÚS ANTE PILATO


El otro día contemplábamos el proceso judío de Jesús y hoy vamos a contemplar el proceso romano. Lo hacemos en Jn 18,28 hasta Jn 19,16.
         El juicio se realiza en el palacio de Pilato, construido por Herodes el Grande el año 30 a.C. en la parte alta de la ciudad, cerca del Templo. Aunque Pilato tenía su residencia habitual en Cesarea Marítima, cuando venía a Jerusalén, utilizaba este palacio.
         La sentencia de muerte correspondía sólo al Procurador Romano, por eso le llevan a Jesús a primera hora de la mañana.
Dice el Evangelio: “Desde casa de Caifás llevan a Jesús al Pretorio. Era muy de mañana.” Y le dicen a Pilato: “Es que nosotros no estamos autorizados para dar muerte a nadie”. Pilato, para ganar tiempo y contentar al Sanedrín, manda flagelar a Jesús antes de dar la sentencia definitiva, pensando que el pueblo, al verle flagelado, se iba a compadecer. Se usaba el fragelum, que tenía por objeto dar un máximo de 36 golpes. El reo permanecía atado a la columna por las muñecas, de tal modo que quedaba la espalda expuesta al castigo. Esta tortura formaba parte de la pena de morir crucificado.
         En el Pretorio, el relato del Evangelio de Juan se desarrolla en tres ambientes: El exterior, donde estaban los jefes y el pueblo y donde, en el patio había una tribuna, en el lugar llamado Litóstrotos, en hebreo Gabbatá. Esta tribuna era la sede del poder judicial del pretor.
Una sala interior donde Jesús fue interrogado.
Y un patio interior donde Jesús fue flagelado y donde los soldados hicieron de Él una parodia burlesca y cruel, colocándole una corona que habían entretejido con espinas y vistiéndole con un manto de púrpura y dándole bofetadas.
         Petición: Dolor con Cristo doloroso. Pedir al Señor permanecer fiel a pesar de las dificultades.
         Pasemos ahora a contemplar cada una de las escenas:
En el exterior, estaban los sumos sacerdotes, los ancianos y el pueblo. Allí se establece un diálogo entre el poder civil y el religioso. Pilato quiere mantener su puesto. La gente es una masa manipulada, ciega y cruel, que no piensa y está deseosa de espectáculo y sangre. Y los jefes judíos, rebosantes de odio, que buscan ejecutar a Jesús y no pararán hasta que lo consigan. “Pilato salió fuera, hacia ellos y les dijo: ¿Qué acusación traéis contra este hombre?”
         En el interior está Jesús, donde está siendo interrogado. ”¿Eres Tú el rey de los judíos?“ Y Jesús contesta: “Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mis guardias habrían luchado para que no fuera yo entregado a los judíos”. Manifiesta un orden nuevo en la justicia, en el amor y en la paz.
         También fuera hay una canalla, Barrabás, preferido a Jesús. “¿Queréis pues que os suelte al rey de los judíos?. Ellos gritaron nuevamente: A éste no, sino a Barrabás”. La Buena Nueva personalizada en Cristo, la esperanza de los hombres…, es rechazada, prefiriendo a un malhechor. Allí están presentes: Jesús, quien entrega su vida, el que ha pasado haciendo el bien, el que ha venido a servir. Y Barrabás, un salteador, un delincuente, un ladrón.
         Dentro, se ejecuta la flagelación. “Entonces Pilato tomó a Jesús y mandó que lo azotaran”. Los evangelios narran el hecho sin describir la escena. Contemplar y admirar. Todo esto es por mí. Porque me ama. Dice La Puente: “Quedó desnudo aquel cuerpo virginal y el arca del Testamento, descubierta a los ojos de los hombres profanos y, puesto a la vergüenza aquel hombre, padeciendo la confusión de la desnudez, que había merecido nuestra culpa”.
         Fuera, muestra Pilato a Jesús: “Mirad, os lo traigo fuera, para que sepáis que no encuentro en él ningún delito”. Y salió llevando la corona de espinas y el manto de púrpura que le habían colocado los soldados. “Aquí tenéis al Hombre”. Es el siervo que había profetizado Isaías, el Rey del Universo. El Hijo del Hombre. Miradle.
         Y dentro, Pilato oye de Jesús que se declara Hijo de Dios y se llena de miedo y pide a Jesús explicaciones. ”¿De dónde eres tú? Pero Jesús no le dio respuesta alguna. Contemplar nuevamente su silencio, tan elocuente para nosotros, para los que sabemos escucharle aunque no diga palabra alguna.
Entonces Pilato lo saca fuera y lo presenta: “Aquí tenéis a vuestro rey”. Y se lleva a cabo la verdadera realeza de Cristo, que desde su humillación, está siendo juez de la Humanidad.
Y por fin se lo entregó para ser crucificado.
        
         Dice un autor: “No podemos acercarnos a contemplar la Pasión del Señor sin ofrecernos a Él, que sufrió de una manera que jamás podremos comprender; ni sin intentar ofrecerle, con toda la delicadeza de nuestro corazón, un poco de amor gratuito, un poco de valor en la oración, un poco más de generosidad en el deseo y aceptación del sufrimiento y de la cruz”.

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